viernes, 30 de noviembre de 2012

Capítulo 2


Unos cuantos días desde aquel deplorable San Valentín. Deplorable por dos sencillas cosas: Rocío sin pareja y todo el mundo de enamorados de la vida por ahí y porque era el maldito día en que Claudia y Dani habían vuelto. Dani era inocente como él sólo. O al menos, eso es lo que pensaba Rocío. ¿Qué hacía volviendo con una persona que tantos dolores de cabeza le había dado y que había incluso dado pie a una discusión entre Dani y Rocío? Lo dicho, inocencia. Y hasta puede que un poco de enamoramiento. Que Claudia era muy guapa y que por eso pegaba con Dani era indudable. Pero era de esas de las que en físico gana mucho y en personalidad se lo carga todo. Así era la maravillosa Claudia. Maravillosa como término irónico, obviamente.

Últimamente el móvil de Rocío no hacía más que sonar. Y una vez más, sonó. ¿Quién la llamaba esta vez? Extraño fue ver “Carlos” en la pantalla. ¿Carlos? Curioso.

- ¡Rubiales! – Exclamó Rocío.
- ¡Pelo naranja!
- Oh Dios, ¡no sabes como odio que Jessica te pegue sus expresiones!
- Es mucho tiempo con ella casi a diario, ¡algo se me tenía que pegar!
- Pues te odio por ello.
- Bah, pequeñeces, ¡me adoras! Bueno, a lo que iba. Celebro el fiestón del año por mi cumpleaños.
- ¿Y has pensado en mí para…?
- ¡Que vengas, tonta!
- ¿Y si no quiero?
- ¡Pues te pego!
- Anda, ¡ya será menos! Vale, pues dime sitio y hora.
- Me vas a odiar de por vida y soy consciente de ello por no haberte avisado antes pero es que hasta ayer no pude reservar el local. Es mañana, empieza a las once.
- Vale, ¡pues supongo que allí estaré!
- ¿Supones? No, no, ¡o vienes o voy a tu casa y te traigo de los pelos!
- ¡Cuanta agresividad!
- Es lo que hay cuando pretendes perderte el fiestón de año.
- Ah, ¡el fiestón de año! Interesante…
- ¡Imbécil! Vienes porque es mi cumpleaños y punto, ¿vale?
- Señor, ¡sí, señor! Por cierto, ¿quiénes van?
- Amigos míos de Alicante, amigos de Auryn así en general, Álvaro y Jessica, Blas, David y Dani supongo que con Claudia.
- Oh, ¡que genialidad! Claudia…
- Sí, ¡he invitado a tu mejor amiga! ¿A que es genial?
- ¡Tú eres tonto! Por cierto, ¿cómo sabes lo mucho que la adoro? – Rocío hizo uso de la ironía una vez más en su pregunta.
- Dani me lo contó. La quieres mucho, ¿eh?
- Muchísimo. Somos amigas para siempre, ¿no lo sabías? No, ahora en serio, ¿me dirás que a ti no te cae mal?
- No me cae, que es diferente. Ni la quiero para Dani, ni la quiero alejada de él por lo pillado que está de ella.
- Ya le intenté yo abrir los ojos y ya viste que mal parados salimos ambos…
- ¡Pues Claudia creo que lo sabe!
- ¿Me lo estás diciendo en serio?
- Creo que sí que lo sabe.
- Pues creo que puedo matar a Dani.
- ¿Por qué? Es tan sólo una opinión.
- Ya, pero cuando se lo dices a Claudia, se me mete a mí en la relación, que es lo último que quiero. Además, Dani es mi mejor amigo y esas cosas no se cuentan, ¿sabes?
- Puf, no sé que decirte, Rocío…
- Bah Carlos, no le des importancia, da igual. Son tonterías. Mañana estaré allí, ¿vale?
- Allí te veo. Adiós pelo naranja.
- Adiós feo. – Colgaron.

Un día después. Jessica en tacones por Alcalá a las nueve y media de la noche cuando la fiesta era a las once. Muy normal. Iba a buscar a Álvaro a casa de sus padres. Allí los recogería Dani en su coche con Claudia e irían directos para la fiesta. Ese era el plan.

Fue la madre de Álvaro quien abrió la puerta para recibir a Jessica. Álvaro iba de un lado para otro de la casa abrochándose los botones de la camisa, poniéndose los zapatos.

- ¡Mira que vas bonita! – La dio un beso en una de sus vueltas por la casa vistiéndose.
- ¡Eres un auténtico desastre! Ven aquí. – Lo atrajo hacia ella y le abrochó el nudo de la corbata con la que Álvaro llevaba un buen rato peleándose.
- Lo sé. Pero tú, en cambio, ¡vas muy guapa! – A Jessica se le dispararon los colores de sus mejillas.
- Si te soy sincera, ¡nunca me había subido a unos tacones tan altos como estos!
- Pues deberías hacerlo más a menudo, ¡te sientan muy bien!
- Anda bobo, ¡déjate de peloteos y termina de vestirte y arreglarte! Que al final, llegarán estos y tú seguirás a medias.
- Lo que tú digas, señorita. – Se despidió con un último beso antes de meterse al baño a peinarse.

Las diez menos cuarto y Rocío aún a medias. Coordinación completa con Álvaro de una punta de Madrid a otra. Vestido corto, medias y tacones. Iba a dejar a media fiesta enana. Le daba igual. Rocío se gustaba subida a esos tacones. Unos últimos retoques de plancha a su pelo. Un poco de rimel y listo. Cogió el abrigo y el bolso de mano y salió de casa.

La fiesta estaba a rebosar de gente. Un local enorme. Vamos, una discoteca reservada sólo para Carlos e invitados esa noche entera. Focos por todos lados mezclados con alguna que otra anticuada bola de discoteca. Un DJ pinchaba todo tipo de música en su cabina a un lado de la discoteca. Una mesa al otro lado con todo tipo de bebida y unos baños al fondo. Al lado de los baños, en un sitio con algo de penumbra, dos personas se besaban apasionadamente. A Rocío no le hizo falta tener mucha agudeza visual. Claudia y Dani. Rocío entró en el local, le dejó sus cosas al muchacho que estaba encargado de recoger los bolsos y abrigos y se dirigió al centro, donde estaba David.

- ¡Hombre! ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo! – Él saludó con un abrazo fuerte.
- Me llamó ayer Carlos para decírmelo. Por cierto, hablando del cumpleañero, ¿le has visto?
- Ni idea. Le he visto cuando hemos venido con él al local pero ya le he perdido la pista. Pero por si buscas a Dani, está allí. – Él señaló hacia los baños.
- Ya he visto la estampa, ya… Bonito, ¿verdad?
- ¡Precioso! – Un buen uso de la ironía por parte de David.

Rocío se puso a buscar a Carlos con resultado nulo. Era su cumpleaños. ¿Dónde estaría? Sí que es verdad que con tanta gente, buscar a Carlos era como buscar a Wally. Se encontró con Jessica.

- ¡Jessica! – Dijo Rocío aliviada de encontrarse con alguien que conocía entre tanta cara desconocida.
- ¿Cómo estás?
- Buscando a Carlos, ¡parece haber desaparecido!
- Yo le he visto hace nada. Mira por la mesa de las bebidas. Por cierto, Dani y Claudia… ¿No habían roto?
- No hija, no. Yo no tengo tanta suerte. Volvieron para San Valentín.
- Esto sí que es una historia interminable.
- Me resultan tan pegajosos que hasta me empalagan. Es asqueroso.
- ¿Celos?
- ¿De qué? Dani es sólo mi mejor amigo.
- Ambas sabemos que no Rocío, que siempre has ido más allá con Dani.
- Para nada Jess. Es mi mejor amigo, ¿qué voy a querer?
- Hagamos recuento. A ver, tú siempre has sido de relaciones largas, y la más corta te ha durado un año. ¿Cuántas relaciones has tenido desde que conoces a Dani?
- Dos. ¿Por?
- ¿Y de cuanta duración?
- Cinco meses y ocho meses respectivamente.
- ¿Y quién dejó a quién?
- Yo a los dos.
- ¡Pues ahí tienes la solución!
- ¿Eh?
- No duras con ellos porque en tu cabeza está Dani.
- Ya, claro Jessica, seguro…
- Si no me crees, ya lo verás con más claridad con el tiempo…
- Ahora mismo ni me apetece pensar. Voy a beber y mañana Dios dirá. ¿Vienes?
- Paso. Me quedo aquí con Álvaro.
- Pues luego te veo. – Rocío se despidió de su amiga.

En la mesa había toda la bebida que cualquier persona humana pudiese imaginar. A Carlos esa fiesta debía de haberle salido bastante cara en cuanto a cuantía económica. Rocío cogió un vaso. Vodka y limón. Lo dicho, Rocío era una persona de costumbres. Tras un buen rato bailando y bebiendo, le dolían los oídos con el volumen de la música. Las escaleras de entrada al local tenían buena pinta y además, no se oía la música desde ahí. Tarde. La escalera estaba ocupada. Se sentó al lado igualmente.

- Llevo buscándote toda la noche. ¡Felicidades! – Rocío abrazó a Carlos con fuerza.
- Gracias.
- Eh, eso ha sonado muy seco. ¿Qué te pasa?
- ¿Tú ves esto con pinta de cumpleaños?
- ¿Te soy sincera? Sólo veo a parejas magreándose y a amigos tuyos que no he visto en mi vida tirarle los trastos a otras chicas que ni me suenan ni me sonarán. Claro, que yo tampoco estoy como para opinar. He bebido lo suficiente como para estar contenta y no demasiado como para llegar a la borrachera extrema.
- Eres una borracha, Rocío. Reconócelo.
- Es que estoy tan harta…
- ¿De qué?
- Dani ni me habla.
- ¿Por?
- Si lo supiera… Me habrá visto como quinientas veces en la pista bailando con David y ni me ha hablado, ni se ha acercado. En los sillones con Claudia, de magreo. Existen las casas, ¿sabes? No veo normal que hagan eso en un cumpleaños.
- ¿Y cómo es que llegas a estas conclusiones yendo contenta?
- Pues ni idea.
- Lo dicho, ¡borracha!
- Cállate. – Rocío le dio un codazo y Carlos rió.
- Te preocupa que Dani no te hable, ¿verdad?
- ¿En que lo has notado? ¡Si yo soy muy feliz! Sí, sí…
- ¡Eres tonta!
- Jo, gracias. Que amabilidad…
- Lo dicho. Oye, es mi cumpleaños. No te comas la cabeza por Dani, no merece la pena.
- Sabes que no puedo.
- ¿No puedes qué?
- Dejar de quererle.
- ¡Lo sabía!
- Carlos, como te vayas de la lengua eres hombre muerto. Eres consciente de ello, ¿verdad?
- Es que sois tan evidentes los dos…
- ¿Los dos? ¿Necesitas que te recuerde que está con Claudia?
- ¿Y de verdad crees que ahí hay amor?
- ¡Y yo que sé! No me importa nada esa relación…
- Ya.
- Pues eso, que como digas algo, morirás a mis manos.
- Pero, ¿con qué?
- Pues te empujaré con el disimulo que me caracteriza a las vías del metro y que sea lo que Dios quiera.
- ¡Eres una bruta! Mala persona. Pero te haces querer. – Carlos rodeó con su brazo los hombros de Rocío atrayéndola hacia él. Ella apoyó la cabeza sobre su hombro. El mareo iba descendiendo desde el rato que hacía que no bebía.

No creía lo que sus oídos habían escuchado. ¿Rocío le quería? Iba muy borracho, demasiado para su propio gusto. Probablemente esta parte de la noche mañana por la mañana sería borrada de su cabeza. Claudia estaba sentada en los sillones del final de la discoteca y bebiendo. Él la había dejado allí con la excusa de salir a tomar aire. Seguía apoyado en el marco de la puerta. Ni Rocío ni Carlos le veían. Le tenían a sus espaldas. Un momento. ¿Qué hacía Carlos en actitud cariñosa con Rocío? Espera. ¿Qué estaba sintiendo? ¿Celos? ¿Traición? Imposible. Dani le había contado a Carlos lo que sentía por Rocío. Era imposible que su eterno amigo Carlos le hiciese algo así. Sin embargo, la imagen que observaba entonces le hacía pensar todo lo contrario.

- Tío, me lo esperaba de cualquiera menos de ti. – Dani al fin articuló palabra. Al oír eso, Rocío y Carlos se dieron la vuelta.
- Eh Dani, ¡que no es lo que parece!
- ¿Que no lo es?
- No tío, para nada. ¿Tú sabes que noche esta pasando ella? – Señaló a Rocío. - ¿Sabes lo que es que su mejor amigo haya decidido no dirigirle la palabra porque estaba muy ocupado metiéndole mano a su novia?
- Eso no es así.
- Sí Dani, ¡si lo es! Me has visto bailando con David y no has tenido la decencia si quiera de saludarme. ¿Sabes? Llevas una racha en la que no te reconozco. ¿Qué narices te está haciendo ella? ¡Quiero recuperar a mi mejor amigo! Y esta noche, Carlos ha sido lo más parecido a un buen amigo que he tenido.
- Ella tiene nombre. – Claudia apareció por la puerta, detrás de Dani.
- Mira, encima tú no vengas a ver si la puedes liar un poco más, que ya suficiente le has hecho a la persona con la que sales, esa misma que creía conocer. Además, se está rifando un comentario desagradable y muy hiriente y tienes todas las papeletas para que te toque a ti precisamente.
- ¿Qué está pasando aquí? – Álvaro, Jessica, David y Blas aparecieron también por la puerta.
- Nada, que voy a desalojar ya el local y a decir que cierren. Suficiente fiesta hemos tenido por hoy.

Carlos fue a la mesa del DJ y le informó de que la fiesta se daba por acabada ya. El DJ cogió el micro y lo anunció. La gente fue desalojando el local. Cuando se había ido ya toda la gente, Álvaro, Blas, Carlos, Dani, David, Jessica, Claudia y Rocío se quedaron a hablar e intentar apaciguar las cosas.

- Dani, tú te vienes conmigo. Pasas la noche en casa y mañana te vas. No voy a dejar que te vayas en el estado en el que estás a tu casa solo, que lo que nos faltaba ya entonces. – Dijo Rocío.
- Dani se iba a venir a mi casa. – Replicó Claudia.
- Eh, que me da igual. No deja de ser mi mejor amigo y como para estas cosas estamos los amigos, no te preocupes que esta borrachera corre de mi cuenta. Además, guapa, suficientemente sobadita vas ya a casa. Que pareces la barandilla del metro. Te puedes ir ya. Ah, y mañana hazle un favor al mundo y no le llames. Necesita una buena sesión de desintoxicación de ese veneno que tienes. – Rocío se desahogó como en su vida había hecho.
- Madre mía. – Carlos sólo pudo articular eso tras irse Claudia.
- Rocío, ¿cómo os vais tú y Dani? – Preguntó Álvaro.
- Andando, ¡que remedio! Está este como para coger el coche… ¿Y vosotros?
- Blas y David se vienen a mi casa a dormir. Ahora viene un amigo a recogernos con el coche. – Explicó Carlos.
- Y Jessica y yo nos vamos andando. Vivo a veinte minutos de aquí. No es nada. Por cierto, Rocío, tened mucho cuidado. Que mira como va…
- Lo sé. Veremos mañana como se despierta…
- Amnésico perdido. Bueno, nosotros nos vamos. – Álvaro se despidió de Rocío con un beso en la frente y Jessica la dio un fuerte abrazo. Álvaro se quitó la americana, se la puso a Jessica sobre los hombros, la estrechó contra él con el brazo y bajaron la calle andando.

Le dolía la cabeza. Y no era por el alcohol. Lo paranoico que se ponía Dani yendo borracho era demasiado para su escasa paciencia. Llegaron, le llevó al cuarto de invitados y allí le dejó. Rocío fue a su habitación, se desvistió y se metió en la cama.

El sol entraba por la ventana y le daba de lleno en la cara. ¿Qué hora sería? Miró el despertador de su mesilla. Las dos menos cuarto. Sonó el timbre de la puerta. Se levantó. Cuando iba por el pasillo rumbo al salón, escuchó la voz de Dani dando las gracias a alguien y cerrando la puerta. Cuando al fin se asomó al salón, comprendió.

- Eh, ¡mira! – Dani señalaba a un cartón cuadrado que sostenía con la palma de una mano. – Es de cuatro quesos, tu favorita.
- Que me traigas mi pizza favorita no arregla nada.
- Lo siento. Mucho. – Dani se acercó a Rocío y la dio un lametazo en la mejilla.
- Daniel, ¡eres un auténtico cerdo! ¡Quita! – Rocío reía mientras se quitaba la saliva del moflete. – Además, el perdón se lo debes a Carlos, no a mí.
- Me cargue su fiesta, ¿verdad?
- Mentiría si dijese que no. No del todo, pero al menos un poquito sí que te la cargaste.
- Bueno, luego hablo con él. Por cierto, come que me tengo que ir.
- ¿Y esas prisas tan repentinas? ¡Que no vives tan lejos de aquí!
- He quedado.
- Uy, Daniel, ¿con quién?
- Perdería gracia si te lo dijera.

Las tres de la tarde. Claudia salía de su casa. Autobús hasta El Retiro. Ese era el trato, allí a las tres y veinte. Mientras iba en el bus, leía una y otra vez el whatsapp que Dani le había enviado. “A las tres y veinte frente al Retiro. Tenemos que hablar.” Se sentó a esperar. Y llegó él. Salía de la boca del metro. Guapísimo.

- Hola – Claudia lo fue a besar. Él la esquivó.
- Claudia, tenemos que hablar.
- Suena tan a película.
- Puede, pero debemos hacerlo.
- ¿Y ahora que ha pasado?
- Mira, hemos pasado unos meses geniales. Unas vacaciones en la nieve impresionantes, tus padres fueron encantadores conmigo en la cena de Navidad…
- ¿Entonces?
- Siento que si estoy contigo, no soy yo mismo. Rocío ayer tenía razón. Hace tiempo que no soy yo, que ni yo mismo me reconozco.
- ¿Y es mi culpa?
- No lo sé Claudia, no lo sé.
- Es que siento que la culpable de todo esto ha sido ella. Te ha absorbido el cerebro y piensas como ella. Está celosa Dani, ¿es qué no lo ves?
- Claudia, no estoy dispuesto a discutir. Y mucho menos a continuar con alguien como tú. Lo siento, pero lo dejo.
- Muy bien. Perfecto. No quiero volver a verte en mi vida. – Claudia le dio un bofetón en plena mejilla.

Dani apareció por la puerta de la casa de Rocío.

- La he dejado. Claudia es historia. – Dani sonreía, extraño.
- ¿En serio? – Rocío se levantó del sofá donde estaba sentada y se abalanzó sobre Dani. Él la cogió en brazos mientras ella le abrazaba fuertemente. – Oye, ¿y la mejilla roja?
- Simples heridas de guerra. – Dani sonreía mientras aspiraba el olor de la colonia de Rocío cuando ella le abrazaba. Y es que, hay ciertos lazos que ni la más cruel de las personas puede romper.

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