sábado, 27 de abril de 2013

Capítulo 7


- Eres como un crío, ¿eh? No se te puede dejar sólo. – Jessica le retiraba de la mano a Álvaro la copa de champán.
- Mira, prueba. Es champán del bueno. – Álvaro le daba a probar con los ojos muy abiertos y fascinado por ese champán.
- Ah, ¿Qué existe champán del malo? – Jessica dio un sorbo de la copa de Álvaro. – Sí, estará todo lo rico que quieras, pero lo último que me faltaba era que nos pusiésemos finos a champán. Además, llevas la corbata como Dios te ha dado a entender. – Jessica comenzó a rehacerle el nudo a Álvaro en una impoluta corbata blanca.
- Le tienes mucha manía a mi corbata, ¿eh?
- No, se la tengo a tu nudo. No sabes. Torpe.
- Ay Jessica, ¿Qué haría yo sin ti? – Álvaro reía. Estaba claro que hablaba con sarcasmo.
- Ir hecho un desastre. – Jessica sonrió sabiendo que le había ganado esta batalla a Álvaro.
- Odio esa sonrisa de satisfacción tuya.
- Sabes que no.
- Lo sé. – Álvaro la besó.
- ¡Quita! ¡Sabes a champán!
- Mmm… ¡rico, rico! – Ambos comenzaron a reír.

Unos  jardines preciosos. Una piscina acristalada en medio. Mesas con todo tipo de bebidas y canapés encima. Era una fiesta ibicenca demasiado formal. Habría todo tipo de celebridades. Actores, cantantes y hasta cazatalentos. Auryn cantaría en esa fiesta aprovechando la presencia de los cazatalentos.

Rocío apareció de la mano de Carlos, dejando a todo el mundo con la boca abierta. Jessica no pudo por menos que tirar de la mano de su amiga para llevársela a cualquier otro sitio. Otra cosa no, pero Jessica era impulsiva como ella sola. Fueron a parar unos metros más lejos de la puerta de entrada a los jardines.

- ¿Tú y Carlos? ¿En serio? Ver para creer, de verdad. – Jessica no cabía en sí de alucinamiento.
- No sé.
- ¿No sabes? ¿Cómo no vas a saber? Rocío, Dani…
- Ese es el problema.
- ¿Cómo?
- Mira, he estado bailando entre estas dos aguas, pensando que quería más a Dani de lo que quiero a Carlos. Pero hay algo que uno me ofrece y el otro no.
- ¿Y qué es exactamente?
- Estabilidad. Dani me marea. Primero Claudia, luego se peleó con Carlos por mí.
- Y tú ya lo arreglas del todo estando enrollada con el otro.
- No es nada serio, Jessica.
- Rocío, vas a hacer daño a Dani. Y lo peor de todo es que sabes que quieres más a Dani de lo que jamás llegarás a querer a Carlos.
- Puede que sí.
- ¿Sabes algo de Dani?
- He hablado con él hará quince minutos. Se estaba peinando. Dale media hora para la melena. – Rocío no pudo evitar sonreír. – Lo que tarde en coger el coche y llegar. ¿Por qué?
- Actúan en una hora y nos tenemos que encargar de reunir a todos.
- Vale. Y, por favor, no le digas nada a Dani.
- ¿Encima no lo sabe? Os estáis luciendo Carlos y tú de una manera…
- Se lo va a decir él.
- Sois la caña. – Otro alarde de ironía por parte de Jessica.
- Estaba asustada de cómo reaccionaríais. Gracias por el apoyo a pesar de lo mal que no lo hemos montado, Jess.
- Para eso estamos. – Jessica sonrió a su amiga, con la intención de transmitirle confianza. Sabía lo asustada que estaba por la futura reacción de Dani.

Poco a poco el sitio se fue llenando de gente. Los chicos fueron llegando. Y el último, y para no variar, Dani.

- Más te vale que te proclamen Pelo Pantene, ¡porque no veas! – Jessica despeinaba a posta a Dani.
- ¡Estate quieta! – Dani reía.
- ¡Es que eres muy cuqui!
- ¿Gracias?
- De nada. Y ahora es cuando, aunque sea por cumplir, me dices que voy guapa o algo de eso.
- Es que vas guapa, Jess. – Dani la abrazó.

Elena llegó media hora después con Gastón. Todos la saludaron entre abrazos y besos a modo de felicitación por su reciente premio. David estaba en una de las mesas sirviéndose cuando alguien apareció detrás de él tapándole los ojos con las manos.

- Manos frías y suaves. Las reconocería entre un millón. A esas manos las llevé yo a la azotea más bonita jamás vista. Hola Elena. – David sonreía de autosatisfacción.
- ¿Siempre eres así con todos?
- Con quien se lo merece.
- Soy una privilegiada, ¿verdad?
- Correcto. Anda, sírvete y brindemos.
- ¿Por qué quieres brindar?
- Por todo lo que está por venir.
- ¿Todo lo que está por venir?
- Sí. Tiene pinta de estar genial.
- Me encanta tu optimismo.
- Brindemos. – Ambos chocaron sus copas. En ese momento, parte del contenido de la de Elena fue a parar a la americana de David.
- No puede ser. ¡Lo siento tantísimo! – Elena estaba boquiabierta.
- No pasa nada, tranquila.
- No, ha sido mi culpa. Ven, vamos dentro, a ver si te puedo arreglar la americana.

Dentro, Elena no paraba de frotar la mancha en la americana maldiciendo todas las cosas. La mancha no salía de la impoluta americana blanca. David la observaba con atención. Levantó la barbilla de Elena con la mano, acercó sus labios a los de ella, que se había quedado mirándole a los ojos cuando él le había levantado la barbilla. Ella acogió el beso e, incluso, se permitió el lujo de continuarlo. Cuando se separaron, las mejillas de David se encendieron.

- Oh, vaya, lo siento. – David no podía menos que disculparse.
- No, no te preocupes. Lo siento David, la mancha no sale. Debo volver con Gastón, es con él con quien debería estar ahí fuera. Lo siento yo, de veras. – Elena le devolvió la americana y salió de nuevo al jardín.

Estaba atardeciendo. Aprovechando la ocasión, en esos jardines, por lo altavoces sonó una recién estrenada balada del nuevo disco de Auryn. Álvaro agarró a Jessica para bailar.

- Lo sé. “Me gusta llegar y verte concentrada entre tus cosas, matar el tiempo repasando nuestra historia. No te quiero perder.” – Álvaro había cercado su boca al oído de Jessica, susurrándola. El corazón de Jessica comenzó a ir a diez mil por hora.
“Me provocas algo más, no sé definirlo.” – Jessica amaba esa canción a más no poder. - ¿Sabes algo?
- ¿Qué?
- Esta canción salvó mi vida.

La noche culminaba. La gente comenzaba a irse. Rocío esperaba al taxi en el que venía Carlos a recogerla. Era la oportunidad de Dani, que no se había dirigido a ella en toda la fiesta.

- ¿Por qué? – Preguntó Dani, que estaba detrás de Rocío.
- Surgió. No creo que deba de tener explicación para eso.
- Me lo tenías que haber dicho.
- No era nada fácil, Daniel.
-  No te vayas con él, por favor.
- Ocho letras, dos palabras. Dilo y seré tuya.
- Te quie… - Dani no fue capaz de terminar la frase.
- Gracias, es todo lo que necesitaba.

Rocío se subió al taxi donde se encontraba Carlos. Ella apoyó la cabeza en su hombro y él la acogió con un beso en la frente.

jueves, 21 de marzo de 2013

Capítulo 6


Jessica salía de la boca del metro. Plaza de España. Inolvidable. Sus primeras citas habían sido allí. Cada vez que quedaba con él, era una tradición ir allí. Pero él se marchó a Barcelona. El trabajo se lo pedía. Su nueva serie. Probablemente el trabajo de su vida. Y él la dejo. Alex era una herida aún abierta en la vida de Jessica. Una sombra de su pasado. Cuando él dijo de quedar, ella no pudo decir que no. Era obvio que a Álvaro no le iba a gustar. Pero, ¿y si no se lo decía? No iba a pasar nada con Alex. O al menos, esa era la idea que llevaba Jessica en la cabeza. Le vería ese día y punto. Desaparecería de nuevo de su vida sin dejar rastro, como la última vez. ¿Pero era Jessica consciente del daño que el volver a ver a Alex le podía causar? Puede que no. Le echaba de menos. Era innegable. Fue su primera relación seria y la que más hondo le caló. Con Álvaro todo iba genial. Le quería, eso era indudable. Pero necesitaba ver a Alex. Comprobar que efecto tenía aún él sobre ella. Jessica miró a su móvil. Dos mensajes de Álvaro preguntando por su paradero. ¿Estaba preocupado o posesivo? Lo mismo hasta se olía algo. Con Álvaro nunca se sabía. Era el de las mil y una sorpresas. Decidió que contestaría después. Alzó la vista y allí le vio. Vaqueros y camisa a cuadros. Estaba exactamente igual que siempre. Un poco más mayor, pero su sonrisa no había envejecido. Seguía siendo esa sonrisa pícara, reconocible entre un millón. Pero no todo era igual. No le brillaban los ojos. La mayor cualidad de Alex era esa, el brillo de sus ojos. ¿Qué le pasaba? ¿No estaba contento de verla? ¿No le trataba bien la vida? Incomprensible. Como siempre. Alex era una persona complicada.

- Pensé que no vendrías. – Él saludó con una sonrisa.
- La vida da muchas vueltas.
- Tú y tu eterno karma, ¿no es así?
- Mi karma y yo somos ya como uña y carne. Lo sabes.
- ¿Cómo estás?                        
- Sorprendida de que pensaras en mí según llegaste a Madrid.
- ¿Sorprendida?
- Las cosas entre nosotros no acabaron bien, Alex…y lo peor de todo es que no vas a entender nada.
- Explícamelo.
- ¿Qué te explique el qué? ¿El de qué manera dejaste a la persona que supuestamente era “el amor de tu vida” por rodar una serie? ¿En como lo pasé todo ese tiempo en el que decidiste olvidarte de mí? ¿En no recibir ni una llamada tuya? Estaba dispuesta a tener algo contigo aunque estuviésemos lejos. Pero es algo que ni se te pasó por la cabeza, ¿verdad? No Alex, esta vez es dife… - A Jessica no le dio tiempo a acabar la frase cuando tenía a Alex besándola.  – Mira, esto es ya lo que me faltaba. Las cosas no funcionan así, Alex. – Jessica le miró con enfado y le propinó un bofetón. – Olvídame Alex. Borra mi número porque no quiero volver a saber de ti. Estoy con Álvaro y es a él al que quiero. Si pensabas que porque vinieras reclamando una segunda oportunidad, todo iba a ser igual que antes, te has equivocado muchísimo. Adiós Alex, que seas muy feliz.

Y Jessica se marchó. Sabía que era mucho mejor no mirar atrás. Se dio cuenta de algo. Alex había significado mucho para ella. En el pasado. Ahora tenía que mirar hacia delante con Álvaro. Se sintió orgullosa de darse cuenta de que esa herida del pasado ya estaba cerrada. Sonrió, pero por poco tiempo. Álvaro. Había olvidado contestarle a los mensajes. Decidió llamarle.

- Dime darling. – Álvaro de buen humor. Tenía buena pinta.
- ¿Dónde estás?
- En casa. Iba a hacer una de pelimanta con palomitas de mantequilla. Que casualidad que sean tus favoritas, ¿no crees? Si no tienes nada que hacer, te espero.
- ¿En serio? Pues dame unos quince minutos.
- ¿Quince minutos? ¿No vienes desde Getafe?
- Estoy en Plaza de España y casi sin cobertura, Álvaro. En cuanto llegue te cuento, es una historia muy larga.
- De acuerdo. Te espero aquí. – Él colgó.

Veinte minutos después, se encontraba en su portal. Él la recibió como siempre, con los brazos abiertos.

- ¿Leíste mis mensajes? – Preguntó él nada más entrar Jessica.
- Sí, pero estaba ocupada, no podía contestar.
- Me tenías que contar lo de la historia muy larga y esas cosas.
- De acuerdo. Pero antes, prométeme algo.
- Dime.
- Que lo que te vaya a contar no haga que dejes de quererme o que quieras alejarte de mí, por favor.
- Me estás preocupando, Jessica. – El semblante de Álvaro cambió por completo. No sonreía. Es más, imponía estando tan serio.
- Más me preocupa a mí que por una tontería, decidas no volver a verme.
- Eso no pasará. Bueno, depende de la gravedad del asunto. Pero, ¿me lo quieres contar ya?
- De acuerdo. Verás, esta tarde he quedado con Alex en Plaza de España. Sé que he hecho mal en quedar con él sin decírtelo, pero pensé que no pasaría nada malo.
- ¿Y qué ha pasado? – Se notaba a leguas de distancia el enfado de Álvaro.
- Le he intentado dejar la cosas muy claritas y...
- ¿Y?
- Me ha besado.
- ¿Cómo? ¡Yo mato a ese mal nacido! Jessica, dime que no has continuado el beso, por favor. Dímelo… - Los ojos de Álvaro comenzaban a llenarse de lágrimas.
- No lo he hecho Álvaro. Es más, le he dado un bofetón. Le he dicho que me borrara de su vida, que no tenía intenciones de saber nada más de él.
- ¿En serio?
- Álvaro, yo no voy regalando los “te quiero” y si te digo que te quiero es porque es completamente sincero. Ahora estoy contigo. Él tuvo su oportunidad y decidió cambiarme por el supuesto papel de su vida.
- Necesito aclararle cuatro cosas a ese impresentable.
- No, no le vas a aclarar nada. Porque entonces, estarás entrando en su juego, que es lo que precisamente lo que quiere. Y que no me da la gana que te partas la cara con quien no merece la pena hacerlo. Mira, vamos a hacer una cosa. Coge, haz las palomitas, ponemos la película, nos tapamos con la manta y pasamos la tarde juntos.
- ¿De verdad quieres?
- Nada me apetece más. Además, ¡jamás le diría que no a unos planes como estos contigo!
- Esa es mi chica. – Álvaro recobró la sonrisa. Álvaro la atrajo hacia sus brazos y allí la mantuvo. Confiaba en Jessica. Y ella le había demostrado que era digna de esa confianza. 

Esa misma tarde. Tras un cielo nublado, había vuelto a salir el sol. David salía a toda prisa de casa. Ya llegaba tarde. Pilló el metro por los pelos. Hacia el aeropuerto. Cuando llegó, ahí la vio. Esperándole con las maletas.

- Bienvenida a Madrid, señorita. – David la saludó.
- Gracias por venir, de verdad. Gastón no podía y tenía ganas de verte. Después de la cena del preestreno, no supe más de ti. – Elena sonreía, encantada de verle de nuevo.
- Pues no me he movido de Madrid nada más que para ir de gira. ¡Más desaparecida has estado tú! ¿Qué tal por Miami?
- Increíble. Eso sí, creo que vuelvo con muchísimo jet lag.
- Eso es fácil de arreglar. ¿Te hace una de Starbucks?
- Me parece genial.

Y hacía allí fueron, con mil novecientas historias por contarse tanto de Miami como de Madrid. Sí, al final se había quedado una buena tarde que se podía disfrutar en muy buena compañía.

martes, 5 de febrero de 2013

Capítulo 5


- Elena, relájate. Tan sólo puede que recibas uno de los premios más importantes de tu carrera con una tan pronta edad. – Elena se repetía esto una y otra vez delante del espejo. Estaba nerviosa. Tenía unos días de completo movimiento últimamente. Ese día comida con el equipo y al día siguiente, gala de premios. Un día más de estrés. Elena necesitaba un día de relax. Entre promociones, entrevistas y fiestas estaba agotada desde hacía días. Jamás se pensaría que lo que era un sueño para ella fuese tan movido.

La Moraleja. Probablemente la urbanización más cara y lujosa de Madrid. David se retocaba la cresta conforme se acercaba a semejante puerta. Se estiraba la americana. Practicaba alguna que otra sonrisa. Se pasaba la lengua por los labios. ¿En qué momento se le había secado la boca? No iba a casa de cualquier persona. Sí, sólo iba a por unos papeles. Pero, ¿era consciente de quien le va abrir? Pulsó el timbre. Una voz femenina contestó y abrió. Por el camino se cruzó con un hombre alto, rubio y de ojos azules y con acento argentino. Le sonaba. Otro actor. Gastón Dalmau creía recordar que se llamaba. Era normal. Los famosos siempre estaban destinados a estar juntos. Este era un claro ejemplo. Actor y actriz. David le saludó con un estrechamiento de mano.

- Elena está dentro. – Le dijo a modo de saludo. Se colocó las gafas de aviador y salió de la casa.

David entró en la casa y allí la vio. De espaldas, buscando unos papeles en una enorme carpeta roja.

- Hola. – Saludó David.
- Ah, hola. – Ella se dio la vuelta y le saludó. Parecía tener prisa. – Os esperaba a los cinco, a decir verdad.
- Teníamos ensayo ahora y no podían venir. Vengo yo, recojo esto y me marcho al ensayo que como llegue un poco más tarde, me matan.
- De acuerdo. Pues toma. Estos son los papeles. Están todos en regla. ¿No vais a la comida con el equipo? Pensé que estaríais allí, sois parte de la película. – Ella sonrió. Otra cosa no, pero a David le parecía preciosa. Se había visto siempre sus pequeños trabajos en teatro hasta llegar a la gran pantalla. Pero era un absoluto amor platónico.
- No, no vamos a la comida. Vamos a los premios de mañana. A ver si hay suerte y nos cae uno a cada uno.
- El de “mejor banda sonora” os lo merecéis muchísimo.
- Y tú el de “mejor actriz”. Estos premios son muy importantes y tenemos los nervios a flor de piel.
- Y que lo digas. Bueno, me tengo que ir a la comida. ¿Quieres que te deje en el ensayo?
- No, en serio, no te preocupes. Ahora cojo un taxi.
- Voy al centro, en serio. No me importa para nada.
- Está bien.

Al otro lado de Madrid, el ensayo. Álvaro llegaba tarde con Jessica. Andaban muy deprisa.

- Me van a matar. – Álvaro no paraba de repetirlo una y otra vez.
- ¿Te quieres relajar? David también llegará tarde por ir a recoger los papeles a casa de Elena. Estáis todos atacados de los nervios por los premios de mañana, ¿eh?
- Lo sé. Lo siento cielo, no pretendía hacerte sentir mal por llegar tarde. Perdóname. – Él la besó en la frente.
- No pasa nada. Ah, y tienes un grano del tamaño del Teide en la frente.
- ¿En serio?
- Sí.
- No pasa nada, mañana seguro que me lo tapan como puedan.

Llegaron y allí estaban todos. Sólo faltaba David.

- ¿Qué vas a hacer ahora? – Pregunto Álvaro a Jessica. – Puedes quedarte al ensayo, pero ya sabes lo que dice siempre el manager, serías una distracción para mí.
- Lo sé, no te preocupes. Voy a molestar a Rocío un rato y nos vamos de compras y a comer por ahí.
- Está bien. Cuando acabemos, te llamo y te invito a cenar. ¿De acuerdo?
- Vale. Luego te veo. – Ella le besó y salió por la puerta.

Veinticuatro horas después, los nervios predominaban todas las situaciones.

- Gastón, ¿me puedes ayudar? No llego a la cremallera del vestido. Maldito el que colocó las cremalleras de los vestidos en la espalda y que hace que no pueda llegar. – Elena llamaba a Gastón desde el baño.
- Voy. – Gritó él desde el salón.
- Oye, ¿Por qué no estás vestido? Te recuerdo que tú también vienes a la gala de premios.
- Te noto un poco nerviosa. Ahora me visto. Yo voy más tarde. No voy al photocall, voy a la gala directo.
- ¿Nerviosa? ¿Yo? ¿En qué dices que lo has notado? Espera, espera, ¿qué no vas al photocall has dicho? ¿Y ahora me quedo sin pareja? Genial Gastón, genial todo.
- No, no voy Elena. Tengo una reunión. No puedo cancelarla, es importante. Y justo coincide con la hora del photocall. Confío en llegar a la cena a tiempo. Pero si lo que te preocupa es lo de la pareja, pídeselo al chico que ha venido esta mañana, era muy guapo.
- Espera, espera… ¿de verdad estás celoso de David? Es muy buen chico Gastón pero, ¿con quién estoy? Me parece increíble que cada vez que hago una película tengamos que discutir sobre lo mismo. Si no es un actor, es uno de los cantantes de la banda sonora. No quiero estar así a diario, Gastón.
- Ni yo.
- Pues paremos esto. Está bien, haremos una cosa. Iré al photocall con el resto de protagonistas de la película y espero que llegues a la cena de después.
- Intentaré llegar.
- ¿Qué lo intentarás?
- Iré. – Gastón sonrió.
- Ese es mi chico. – Elena lo besó.

La casa de Dani. Jessica salía de la cocina con un bol gigantesco de palomitas. Rocío esperaba sentada en el sofá del salón cambiando de canal de la tele constantemente.

- ¿Cuánto queda para que empiecen los premios? – Preguntó Jessica.
- Quince minutos o así.
- He de anunciar que acabamos de dejar a Dani sin palomitas ni Coca Cola.
- No te preocupes. ¡Para cuando él no deja en mi casa!
- Eres cruel, pelinaranja. – Dijo Jessica, lanzándole un cojín. – Voy a hacer una llamada, ahora vuelvo.
- Está bien. – Rocío cogió el bol de palomitas y continuó haciendo zapping.

Los premios fueron un absoluto éxito. Auryn se llevó el premio a “mejor banda sonora” y Elena el de “mejor actriz”. Probablemente fueron los mejores premios que habían recibido. Elena era muy joven y recibir un premio así a su corta edad era algo impresionante que muy poco habían conseguido. Y Auryn, para ser su primera banda sonora, llevarse un premio era algo prácticamente imposible pero que ellos habían hecho posible. Hicieron muy buena justicia a la película. Luego, todos se dirigieron a la gran cena de celebración que había para celebrarlo. Todo el equipo se sentó en una mesa extremadamente larga a cenar. Elena estaba algo decaída y eso David lo notó.

- Eh, ¿pasa algo? Mira que tras ganar un premio, nadie debería estar triste.
- Nada, nunca parece que me pase nada. Sinceramente, no tengo muchas ganas de estar aquí.
- Ven, sé un sitio en el que estoy seguro de que querrás estar. – David le tendió su mano. Elena la cogió.

Salieron del salón donde se estaba celebrando la cena. Entraron en el ascensor. David pulsó el número del último piso. Subieron hasta allí. Salieron. David la conducía de la mano por unas últimas escaleras. La expresión de Elena ya no era tan triste. Él forzó la puerta que había al final de esas escaleras y la abrió. Salieron a una especie de patio enorme.

-Dios David, ¡esto es precioso! – Elena se asomó hacia abajo. – ¡Mira que altura hay desde aquí! Pero, ¿cómo sabías de este sitio?
- Mi madre trabajó durante muchos años de camarera aquí. Yo era un niño muy inquieto y siempre que me traía al trabajo, trasteaba por todas las plantas. Pero no hablemos de mí, que es demasiado aburrido. ¿Qué te pasa Elena? Y no vale decir que nada, porque no colaría.
- Está bien. Como ya sabes, estoy con Gastón.
- Sí.
- Llevamos como dos años saliendo y siempre estamos igual.
- ¿Igual?
- Sí. Antepone siempre su carrera a mí cuando yo hago todo lo contrario por él. Siempre igual. Sin embargo, siempre discutimos cuando yo hago una película por llevarme bien con alguno de los protagonistas, con algún guionista o el director. Siempre discutimos. Y no podemos estar siempre así. Y lo de ahora no es por eso, porque siempre lo acabamos hablando y arreglado, pero me dijo que estaría aquí y no es cierto. Tenía una reunión de un nuevo papel que le ha salido en una serie pequeñita y dijo que para la cena estaría seguro, pero me he quedado con las ganas.
- Elena, él no te merece.
- O tal vez no le merezca yo a él. O seamos de mundos diferentes aunque seamos tan parecidos. O quizá, es que me he enamorado.
- Puede ser cualquier cosa. Pero, ¿sabes qué? Él no habría querido que estuvieses hoy mal. Además, vas muy guapa y has ganado un premio. ¿Porqué estropearlo con lágrimas o tristeza?
- Gracias David, de verdad. – Elena lo abrazó. Olía genial y la comprendía. Increíble. Tal vez, lo que tanto tiempo llevaba buscando estuviese delante de sus narices.

domingo, 27 de enero de 2013

Capítulo 4


- A ver, recapitulemos, ¿qué ha pasado? – Jessica y Álvaro llegaron quince minutos después de la llamada de Blas.
- Le hemos perdido. ¡Hemos perdido a Dani! Madre mía, vamos a morir como no le encontremos.
- Pero, ¿cómo le habéis perdido? – Preguntó Jessica.
- Iba el último porque decía que se había torcido el tobillo y que le dolía muchísimo. – Rocío pronunciaba entre lágrimas y aspiraba por la nariz con esfuerzo por el constipado. – Dijo que continuásemos, que él ya nos alcanzaría más tarde.
- Vale, que no cunda el pánico. – Dijo Álvaro. - ¿Habéis probado a llamarle al móvil?
- Su iPhone está en la casa. Le he visto encima de la mesa al salir a toda prisa. – Apuntó Jessica.
- Lo que nos faltaba entonces. A ver, nos dividiremos. – Propuso Álvaro, intentando que no cundiese el pánico.
- Está bien. Rocío y yo iremos por el sendero del árbol por el que pasamos antes. – Propuso Carlos.
- Vale. David y yo iremos por el camino de vuelta al pueblo por si acaso está buscando como volver y está por allí. – Contestó Blas.
- Pues entonces, Jessica y yo buscaremos por el pueblo. Es pequeño, sí, pero nuestra casa está escondidita.

Arbustos. Eso era todo lo que se veía por el sendero por el que iban Carlos y Rocío. A lo lejos, observaron un árbol. Decidieron asomarse. Allí estaba Dani, sentado apoyado en ese árbol. Era incapaz de levantarse. Una rama bloqueaba su pierna izquierda. Carlos consiguió retirar la rama de la pierna de Dani. Entre él y Rocío consiguieron levantar a Dani. Tenía un buen golpe en dicha pierna. Carlos llamó a los demás para decirles que le habían encontrado. Se reunieron al principio del sendero que salía a campo abierto, como antes de dividirse.

- ¿Qué te ha pasado? – Saludó David a Dani revolviéndole el pelo según le vio.
- Me torcí el tobillo, me apoyé en un árbol a esperar un poco a que se me pasase con tan mala suerte de que se me cayó una rama del árbol en la pierna y era imposible retirarla. – Explicaba Dani. – Ya pensé que me dejaríais aquí.
- Pues lo habíamos pensado, ¿eh? – Bromeaba Carlos. – Pero hubiese sido imposible. Álvaro se habría apiadado de ti y te hubiera buscado, que se conoce este bosque como la palma de su mano.
- Vamos, vayamos ya a casa que se nos hace de noche y mañana salimos pronto hacia Madrid. – Se apresuró a decir Blas.

Empezaron a andar de camino hacia la casa rural mientras se hacía de noche. Dani no podía apoyar la pierna en el suelo así que David y Rocío le ayudaban cada uno por un lado.

- Oye David, me parece muy bien que me hagas llevarte el móvil porque no tienes bolsillos donde guardarlo, pero, ¿eso implica que tengo que cogerte las llamadas cual secretaria? ¡Te está sonando el móvil! – Dijo Blas.
- Voy. Rocío, ¿puedes con Dani tú sola? – Preguntó David.
- Sí, tranquilo. Ve y coge la llamada. Puede apoyar un pie así que es tarea fácil.
- Rocío, ¿eres consciente de que tienes los ojos rojos y de que sé de sobra de qué es? Has llorado, ¿verdad? – Comenzó Dani dando conversación cuando estaban a veinte metros del resto, que iban más rápido y sin prestarles atención a ninguno de los dos.
- ¿Y eso qué más da?
- No me hubiese pasado nada.
- Pero, ¿y si te hubiese pasado?
- Eres demasiado negativa.
- No, se llama realismo.
- Siempre sacándole la puntilla a todo…
- Estás a nada de que te suelte y eches a andar tú solito si es que puedes, guapo.
- Eh, ¡no te enfades!
- Me das motivos para ello.
- Das miedo cuando te enfadas.
- Entonces doy miedo un noventa y cinco por ciento de las veces.
- No quería ser yo quien te lo dijera pero… sí.
- ¡Eres idiota! – Rocío le propinó una colleja a Dani.

Llegaron a la casa siendo ya casi de noche. Estaba claro que se habían ido demasiado lejos. La casa estaba bien equipada. Tenía hasta botiquín de primeros auxilios. Rocío le curaba y vendaba el pie a Dani.

- ¿Te quieres estar quieto? – Gritaba Rocío a Dani.
- Rocío, me duele cuando echas alcohol a la herida. ¿Qué quieres que le haga?
- Que no te quejes, eso quiero. Ale, ya está. Te pongo la venda y solucionado.
- Con cuidado ¿eh?
- Lo que tú digas. ¿Sabes? Esto me trae muchos recuerdos.
- ¿Recuerdos?
- Sí, ¿recuerdas cuando me hice yo ese esguince hace un par de años?
- Como para no recordarlo, ¡te llevé en coche todas las mañanas durante un mes!
- ¿Me hubieras imaginado subiendo en autobús? Imposible con ese escalón.
- Cierto. – Dani reía.
- Pasábamos buenos ratos antes, ¿verdad? Estábamos todos los días juntos.
- ¿Antes? Ahora también.
- No Dani, ahora ya no. Te veo muy poco. Y cuando apareció ella, te veía menos aún.
- ¿Ella? Te refieres a Claudia, ¿verdad?
- Sí. – Rocío se incorporó del suelo donde estaba vendando a Dani y se sentó en el sofá junto a él.
- Pero yo ya no estoy con ella. ¿Y sabes lo bueno de que nos veamos tan poco?
- Ah, ¿qué tiene algo de bueno?
- Sí, me da tiempo a echarte más de menos. – Dani rodeó a Rocío los hombros con el brazo, la atrajo hacia él y la besó en la mejilla.

La mañana siguiente. Todas las maletas estaban apiladas en la puerta de salida. Todos desayunaban en la enorme mesa del comedor. El último desayuno en esa casa.

- Chicos, tengo una duda. Si Dani tiene el pie así, ¿quién va a conducir el camino de vuelta? – Preguntó Jessica, recogiendo su taza de la mesa.
- Habíamos pensado que tú. – Propuso David.
- Pero, ¿estáis locos? ¡Si yo no tengo carnet! Y además, sólo tengo el teórico, hasta dentro de dos semanas no me presento al práctico. No, ni de broma. – Jessica negaba con la cabeza.
- Jess, si tienes un montón de horas de prácticas. Además, con un poco de suerte no habrá ni un policía. – Álvaro guiño el ojo a Jessica a modo de complicidad.
- Está bien. – A Jessica le daban vuelcos en el corazón cada vez que Álvaro sonreía, guiñaba el ojo o hacía algo con su cara que le hiciese parecer más tierno de lo que ya era. Aún estando con él, esos detalles le ponían nerviosa desde que estaba platónicamente enamorada de él.

Terminaron de desayunar rápidamente ya que tenían una hora puesta para dejar la casa y que llegasen unos nuevos inquilinos. Jessica se subió al coche muy insegura. Era la primera vez que conducía un coche que no fuese el de la autoescuela. Bueno, para ser más exactos, una furgoneta. Arrancaron y partieron hacia Madrid.

- Jessica, te ha llegado un whatsapp. No sé de quien será. – Dijo Álvaro, que tenía el móvil de Jessica en las manos.
- Dame que lo miro.
- Sí hombre, ¡lo que nos faltaba! Que mirases el móvil mientras conduces y sin carnet. ¿Te miro quién es?
- No, déjalo. Cuando lleguemos a Madrid lo miro.
- De acuerdo.

Álvaro hizo caso omiso a Jessica. Desbloqueó el móvil y abrió el whatsapp.

“Jessica, vengo a pasar unos días a Madrid por un rodaje nuevo que me ha salido en Madrid. He pensado en que podríamos vernos. Te he echado mucho de menos. ¡Espero que sigas igual de guapa que siempre! Un beso.”

Álvaro observó el contacto del mensaje. Le sonaba un montón. ¡Pues claro! Era Alex. Alex Monner. Empezó con él en el teatro, a él le salió una serie que triunfó y se marchó a Barcelona a vivir. Pero, ¿qué querría de Jessica? ¿De qué la conocía? ¿Por qué aquel trato tan afectuoso? Un nudo se empezó a desarrollar en el estómago de Álvaro. Un nudo llamado celos.