sábado, 15 de diciembre de 2012

Capítulo 3


- Rocío, ¿te queda mucho? Los chicos nos están esperando abajo con la furgoneta y las maletas metidas desde anoche en el maletero. ¿Por qué siempre eres tan tardona? – Jessica se impacientaba dando vueltas por el salón.
- No, ya está. ¿Tardona? ¿Quién espera a quién siempre que quedamos para salir? – Rocío salía por el pasillo a la pata coja terminando de colocarse una de las botas. - ¿A qué a Álvaro no le haces esperar tanto?
- Eh, pues claro que no. Sólo hago esperar a la gente con el pelo naranja como tú.
- ¿Sabes que te odio? – Rocío reía. Cogió el abrigo, comprobó que llevaba las llaves en el bolso y cerró la puerta de la casa.
- Recuérdame como acepté venir de excursión este fin de semana. Odio el campo. – Jessica entró en el ascensor.
- Pues porque a mí no me ibas abandonar con estos cinco en pleno monte perdido de la mano de Dios y porque es una aventura más de tu amor con Alvarito.
- Te odio, en serio. – Jessica le dio una colleja a su amiga.
- Que manía la tuya de negar tu aprecio hacia mí.

Salieron por la puerta y allí estaban los cinco. Abrigados hasta las cejas y esperando en la furgoneta. Una furgoneta negra de siete plazas. Justitos entraban. Les esperaba un viaje largo y, con ni más ni menos que Dani al volante.

En cuestión de horas, llegaron a la casa rural. Buen aspecto. Y encima, tenía jacuzzi. O al menos, eso habían leído cuando se informaron al reservarla. Ese pueblo no era nuevo para ellos. Álvaro y Blas, que se conocían desde que era unos niños, habían ido en más de una ocasión de vacaciones allí con sus padres, que siempre habían mantenido una estrecha amistad. Era una completa desconexión tanto para los chicos como para Jessica y Rocío. Un pueblo de apenas cien habitantes en lo más recóndito de Asturias. Sonaba muy bien.

Tras acomodarse, repartirse las habitaciones con alguna que otra discusión e insistir en disfrutar de una siesta al más puro estilo rural, la noche se les echó encima. Rocío fue la última en despertar. Miró en el salón, en todas las habitaciones (con previa llamada a la puerta por si incomodaba a alguien que estuviese en un momento de intimidad), en la cocina. Pero nada. Todos parecían haberse desvanecido. Oyó la sonora risa de Jessica. La risa de Jessica era reconocible entre un millón. Era única y exclusiva. Observó en el pequeño patio de hierba y vallado que tenía la casa rural. Allí estaban todos, haciendo barbacoa.

- Creíamos ya que nunca despertarías. – Dijo Blas, que fue el primero en verla.
- Ese es vuestro mayor sueño, que lo sé yo. – Todos rieron. – Por cierto, ¿de quién es la brillante idea de la barbacoa con el frío que hace?
- De Dani. – Señaló Álvaro, que tenía a Jessica sentada sobre sus piernas.
- Yo no sé de que me sorprende, las ideas de bombero retirado suelen ser suyas. – Rocío se frotaba las manos y se enrollaba la bufanda alrededor del cuello. Era de noche y hacía frío.
- ¿Tienes frío? – Preguntó Dani, el cual estaba entretenido con la barbacoa.
- No hombre, es un nuevo anuncio de Hipercor. ¿No me digas que no le has visto? Con lo bonito que es…
- Eres lo más tonto que conozco. Mira, ven. – Dani la atrajo hacia él, la puso frente a la barbacoa, le agarró las manos y las puso a escasa distancia de las brasas. – Así mejor, ¿a qué sí? Pero claro, como yo soy “el de las ideas de bombero retirado”…
- Y lo eres Dani, y lo eres… - Saltó David. – Una barbacoa con este frío y a estas horas no es ni me medio normal.
- Eh, pues nadie me puso pega cuando comenté los filetes que tenía pensados hacer en esta barbacoa.
- Es que, cuando el hambre aprieta… - Dijo Carlos, provocando risas.

La mañana siguiente. Rayos de sol entre las persianas dejando el aspecto de la habitación a rayas. Dani se puso las zapatillas y salió de su habitación. Se asomó a la habitación de Rocío, que aún continuaba durmiendo con la puerta de la habitación abierta. Dormían de dos en dos en las habitaciones que había en la casa. Rocío dormía con Carlos. A Dani eso le molestaba muchísimo. Observaba a Rocío dormir desde el marco de la puerta. Estaba ella sola en la cama. Dedujo que Carlos estaría ya en la planta baja de la casa desayunando con los demás. Se metió en la cama. Se acercó a la cara de Rocío y le mordió la oreja.

- Daniel, estas no son maneras. – Rocío se tocaba la oreja dolorida por el mordisco.
- Buenos días.
- ¿Buenos? No, para mí no lo son. Tengo mucho frío.
- Pues está la calefacción puesta, ¿cómo vas a tener frío?
- No lo sé, llevo toda la noche así. Hasta Carlos me ha traído un ibuprofeno de madrugada.
- A ver. – Dani le puso la mano sobre la frente. – Rocío, estás ardiendo.
- Excelente deducción. Algo me olía ya cuando esta noche no he dormido casi nada. Y casi cuando me estoy empezando a dormir de nuevo, llegas.
- Pues entonces, haremos una cosa, me quedo yo aquí y ya verás como te duermes. – Dani la atrajo hacia él. Ella apoyó la cabeza en su pecho. Oía latir su corazón. A dos mil por hora como mínimo. Raro. ¿Dani con el pulso acelerado? No tenía sentido. Y con el ritmo del corazón de Dani, Rocío se quedo dormida. Ahí mismo, sobre su pecho.

Café, chocolate, churros, napolitanas... Todo un arsenal de comida estaba sobre la mesa del comedor. Carlos engullía con ansía todo lo que tuviese chocolate.

- Deja un poco para los que están por bajar, ¿no? – Le replicó David.
- No creo que tengan mucha hambre. – Respondió él.
- ¿Y eso? ¿Qué ha pasado? – Preguntó Jessica preocupada.
- Rocío esta mala. O constipado o gripe, pero tiene fiebre. Esta noche la he tenido que llevar un ibuprofeno a la cama.
- Vaya tela.

Las doce y veinticinco. Rocío y Dani bajaban de la planta de arriba de la casa al salón. Jessica estaba sentada en el sofá de cuero que había en el salón mientras leía un libro. Rocío le había visto ese libro un montón de veces. Ese y cualquiera de la trilogía. Recuerda lo insistente que se puso Jessica en esa trilogía. Y recuerda como entre ella y Álvaro se la compraron por su cumpleaños. Aquella imborrable sonrisa en la cara de Jessica al desempapelar el regalo aquel veintiocho de diciembre. La de bromas que le habían gastado por nacer el día de los santos inocentes. Épico. Álvaro bajaba con unas velas hasta la planta más baja de los tres pisos de la casa. Y Carlos observaba su ordenador con muchísima atención.

- ¿Cómo estás? – Preguntó Jessica, poniendo un dedo en la página por la que se había quedado.
- Bien. Me he inflado a pastillas y supongo que en unas horas estaré bien. Por cierto, ¿Blas y David?
- Han ido a por pan a la única tienda del pueblo.
- Pues no habrán ido muy lejos, esto es enano. – Rocío rió.
- Por cierto chicos, hemos pensado en ir a dar una vuelta muy rural por el campo esta tarde. Hay un sendero que nos lleva a mitad del campo.
- Dios, ¡no me pierdo esa aventura por nada del mundo! Auryn por el campo, eso sí que va a pasar a la historia. – Rocío sonaba divertida.
- ¿Por quiénes nos has tomado, Rocío? – Preguntó David según entraba por la puerta.
- Por unos pijos, para que negarlo.
- Ya te vale, pelo naranja. Además, me han comentado que estás mala, ¿cómo vas a venirte de excursión con pijos como nosotros?
- Me hará bien salir. Es aire puro. No me hará mal. Además, quiero ver como alguno se tropieza con alguna piedra.
- Eres el mal naranja. – Dijo Jessica, que contemplaba la escena desde el sofá.
- Tú vas a venir, ¿no?
- Que va, Álvaro y yo nos quedamos. No me gusta nada el campo.
- Ni a mí, pero suena entretenido. – Reía Rocío.

Blas, Carlos, Dani, David y Rocío hacía un rato que se habían ido a su excursión campestre. Jessica continuaba leyendo el mismo libro sentada en una manta en el suelo frente a la chimenea.

- Podríamos probar el jacuzzi de la planta de abajo. – Propuso Álvaro, que se sentó en la manta junto a Jessica.
- Hace frío, Álvaro.
- Venga, anda. No seas sosa. – Álvaro ponía morritos a Jessica para que ésta accediese.
- Está bien. – Jessica no podía resistirse a semejante sonrisa.
- Y será verdad que has traído bikini…
- ¡Por supuesto! Leí que había jacuzzi, ¿cómo me iba a ir de aquí sin probarlo? Y tú, ¿has traído bañador?
- No.
- Bien Álvaro, ¡muy bien!
- No te preocupes ahora por eso.

Quince minutos después, Jessica bajaba a la puerta que había frente a las escaleras que bajaban a la planta más baja de todas, en la que estaba el jacuzzi.  Frente a esa puerta la estaba esperando Álvaro, con un pañuelo entre las manos. Le colocó el pañuelo frente a los ojos y se lo ató. Una vez abierta la puerta, se lo soltó. Un caminito de velas llevaba hasta el jacuzzi. Álvaro y Jessica se introdujeron en el agua. Álvaro la atrajo hacía él y comenzó a besarla. La boca, la oreja, el cuello. Su mano izquierda, posada en la espalda de Jessica comenzó a subir hasta el nudo del bikini. La mano ágil de Jessica frenó la de Álvaro.

- No Álvaro, aquí no. – Jessica se lamentó al momento de haberle frenado y bajó la mirada.
- Eh, Jess. – Él la levantó la barbilla. – No te preocupes, otra vez será. No pasa nada. Entiendo que no te apeteciese.
- Gracias Álvaro. – Ella le dedicó una tímida sonrisa.

En ese preciso momento, sonó el móvil de Álvaro. Álvaro salió de inmediato del jacuzzi, se puso una toalla alrededor de la cintura como pudo y se acercó al teléfono. “Blas” brillaba en la pantalla. Decidió cogerlo.

- ¿Sí? – Dijo Álvaro
- Tío, tenéis que venir pero ya aquí.
- ¿Qué pasa?
- Hemos perdido a un Auryn. No sabemos donde está.
- Pero, ¿a quién? Vamos a ver, Blas, ¿en qué parte estáis?
- Al principio del sendero que sale a campo abierto, junto al árbol. Venid, por favor. – Tras la voz de Blas se oía un llanto, el de Rocío.

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