sábado, 27 de abril de 2013

Capítulo 7


- Eres como un crío, ¿eh? No se te puede dejar sólo. – Jessica le retiraba de la mano a Álvaro la copa de champán.
- Mira, prueba. Es champán del bueno. – Álvaro le daba a probar con los ojos muy abiertos y fascinado por ese champán.
- Ah, ¿Qué existe champán del malo? – Jessica dio un sorbo de la copa de Álvaro. – Sí, estará todo lo rico que quieras, pero lo último que me faltaba era que nos pusiésemos finos a champán. Además, llevas la corbata como Dios te ha dado a entender. – Jessica comenzó a rehacerle el nudo a Álvaro en una impoluta corbata blanca.
- Le tienes mucha manía a mi corbata, ¿eh?
- No, se la tengo a tu nudo. No sabes. Torpe.
- Ay Jessica, ¿Qué haría yo sin ti? – Álvaro reía. Estaba claro que hablaba con sarcasmo.
- Ir hecho un desastre. – Jessica sonrió sabiendo que le había ganado esta batalla a Álvaro.
- Odio esa sonrisa de satisfacción tuya.
- Sabes que no.
- Lo sé. – Álvaro la besó.
- ¡Quita! ¡Sabes a champán!
- Mmm… ¡rico, rico! – Ambos comenzaron a reír.

Unos  jardines preciosos. Una piscina acristalada en medio. Mesas con todo tipo de bebidas y canapés encima. Era una fiesta ibicenca demasiado formal. Habría todo tipo de celebridades. Actores, cantantes y hasta cazatalentos. Auryn cantaría en esa fiesta aprovechando la presencia de los cazatalentos.

Rocío apareció de la mano de Carlos, dejando a todo el mundo con la boca abierta. Jessica no pudo por menos que tirar de la mano de su amiga para llevársela a cualquier otro sitio. Otra cosa no, pero Jessica era impulsiva como ella sola. Fueron a parar unos metros más lejos de la puerta de entrada a los jardines.

- ¿Tú y Carlos? ¿En serio? Ver para creer, de verdad. – Jessica no cabía en sí de alucinamiento.
- No sé.
- ¿No sabes? ¿Cómo no vas a saber? Rocío, Dani…
- Ese es el problema.
- ¿Cómo?
- Mira, he estado bailando entre estas dos aguas, pensando que quería más a Dani de lo que quiero a Carlos. Pero hay algo que uno me ofrece y el otro no.
- ¿Y qué es exactamente?
- Estabilidad. Dani me marea. Primero Claudia, luego se peleó con Carlos por mí.
- Y tú ya lo arreglas del todo estando enrollada con el otro.
- No es nada serio, Jessica.
- Rocío, vas a hacer daño a Dani. Y lo peor de todo es que sabes que quieres más a Dani de lo que jamás llegarás a querer a Carlos.
- Puede que sí.
- ¿Sabes algo de Dani?
- He hablado con él hará quince minutos. Se estaba peinando. Dale media hora para la melena. – Rocío no pudo evitar sonreír. – Lo que tarde en coger el coche y llegar. ¿Por qué?
- Actúan en una hora y nos tenemos que encargar de reunir a todos.
- Vale. Y, por favor, no le digas nada a Dani.
- ¿Encima no lo sabe? Os estáis luciendo Carlos y tú de una manera…
- Se lo va a decir él.
- Sois la caña. – Otro alarde de ironía por parte de Jessica.
- Estaba asustada de cómo reaccionaríais. Gracias por el apoyo a pesar de lo mal que no lo hemos montado, Jess.
- Para eso estamos. – Jessica sonrió a su amiga, con la intención de transmitirle confianza. Sabía lo asustada que estaba por la futura reacción de Dani.

Poco a poco el sitio se fue llenando de gente. Los chicos fueron llegando. Y el último, y para no variar, Dani.

- Más te vale que te proclamen Pelo Pantene, ¡porque no veas! – Jessica despeinaba a posta a Dani.
- ¡Estate quieta! – Dani reía.
- ¡Es que eres muy cuqui!
- ¿Gracias?
- De nada. Y ahora es cuando, aunque sea por cumplir, me dices que voy guapa o algo de eso.
- Es que vas guapa, Jess. – Dani la abrazó.

Elena llegó media hora después con Gastón. Todos la saludaron entre abrazos y besos a modo de felicitación por su reciente premio. David estaba en una de las mesas sirviéndose cuando alguien apareció detrás de él tapándole los ojos con las manos.

- Manos frías y suaves. Las reconocería entre un millón. A esas manos las llevé yo a la azotea más bonita jamás vista. Hola Elena. – David sonreía de autosatisfacción.
- ¿Siempre eres así con todos?
- Con quien se lo merece.
- Soy una privilegiada, ¿verdad?
- Correcto. Anda, sírvete y brindemos.
- ¿Por qué quieres brindar?
- Por todo lo que está por venir.
- ¿Todo lo que está por venir?
- Sí. Tiene pinta de estar genial.
- Me encanta tu optimismo.
- Brindemos. – Ambos chocaron sus copas. En ese momento, parte del contenido de la de Elena fue a parar a la americana de David.
- No puede ser. ¡Lo siento tantísimo! – Elena estaba boquiabierta.
- No pasa nada, tranquila.
- No, ha sido mi culpa. Ven, vamos dentro, a ver si te puedo arreglar la americana.

Dentro, Elena no paraba de frotar la mancha en la americana maldiciendo todas las cosas. La mancha no salía de la impoluta americana blanca. David la observaba con atención. Levantó la barbilla de Elena con la mano, acercó sus labios a los de ella, que se había quedado mirándole a los ojos cuando él le había levantado la barbilla. Ella acogió el beso e, incluso, se permitió el lujo de continuarlo. Cuando se separaron, las mejillas de David se encendieron.

- Oh, vaya, lo siento. – David no podía menos que disculparse.
- No, no te preocupes. Lo siento David, la mancha no sale. Debo volver con Gastón, es con él con quien debería estar ahí fuera. Lo siento yo, de veras. – Elena le devolvió la americana y salió de nuevo al jardín.

Estaba atardeciendo. Aprovechando la ocasión, en esos jardines, por lo altavoces sonó una recién estrenada balada del nuevo disco de Auryn. Álvaro agarró a Jessica para bailar.

- Lo sé. “Me gusta llegar y verte concentrada entre tus cosas, matar el tiempo repasando nuestra historia. No te quiero perder.” – Álvaro había cercado su boca al oído de Jessica, susurrándola. El corazón de Jessica comenzó a ir a diez mil por hora.
“Me provocas algo más, no sé definirlo.” – Jessica amaba esa canción a más no poder. - ¿Sabes algo?
- ¿Qué?
- Esta canción salvó mi vida.

La noche culminaba. La gente comenzaba a irse. Rocío esperaba al taxi en el que venía Carlos a recogerla. Era la oportunidad de Dani, que no se había dirigido a ella en toda la fiesta.

- ¿Por qué? – Preguntó Dani, que estaba detrás de Rocío.
- Surgió. No creo que deba de tener explicación para eso.
- Me lo tenías que haber dicho.
- No era nada fácil, Daniel.
-  No te vayas con él, por favor.
- Ocho letras, dos palabras. Dilo y seré tuya.
- Te quie… - Dani no fue capaz de terminar la frase.
- Gracias, es todo lo que necesitaba.

Rocío se subió al taxi donde se encontraba Carlos. Ella apoyó la cabeza en su hombro y él la acogió con un beso en la frente.

jueves, 21 de marzo de 2013

Capítulo 6


Jessica salía de la boca del metro. Plaza de España. Inolvidable. Sus primeras citas habían sido allí. Cada vez que quedaba con él, era una tradición ir allí. Pero él se marchó a Barcelona. El trabajo se lo pedía. Su nueva serie. Probablemente el trabajo de su vida. Y él la dejo. Alex era una herida aún abierta en la vida de Jessica. Una sombra de su pasado. Cuando él dijo de quedar, ella no pudo decir que no. Era obvio que a Álvaro no le iba a gustar. Pero, ¿y si no se lo decía? No iba a pasar nada con Alex. O al menos, esa era la idea que llevaba Jessica en la cabeza. Le vería ese día y punto. Desaparecería de nuevo de su vida sin dejar rastro, como la última vez. ¿Pero era Jessica consciente del daño que el volver a ver a Alex le podía causar? Puede que no. Le echaba de menos. Era innegable. Fue su primera relación seria y la que más hondo le caló. Con Álvaro todo iba genial. Le quería, eso era indudable. Pero necesitaba ver a Alex. Comprobar que efecto tenía aún él sobre ella. Jessica miró a su móvil. Dos mensajes de Álvaro preguntando por su paradero. ¿Estaba preocupado o posesivo? Lo mismo hasta se olía algo. Con Álvaro nunca se sabía. Era el de las mil y una sorpresas. Decidió que contestaría después. Alzó la vista y allí le vio. Vaqueros y camisa a cuadros. Estaba exactamente igual que siempre. Un poco más mayor, pero su sonrisa no había envejecido. Seguía siendo esa sonrisa pícara, reconocible entre un millón. Pero no todo era igual. No le brillaban los ojos. La mayor cualidad de Alex era esa, el brillo de sus ojos. ¿Qué le pasaba? ¿No estaba contento de verla? ¿No le trataba bien la vida? Incomprensible. Como siempre. Alex era una persona complicada.

- Pensé que no vendrías. – Él saludó con una sonrisa.
- La vida da muchas vueltas.
- Tú y tu eterno karma, ¿no es así?
- Mi karma y yo somos ya como uña y carne. Lo sabes.
- ¿Cómo estás?                        
- Sorprendida de que pensaras en mí según llegaste a Madrid.
- ¿Sorprendida?
- Las cosas entre nosotros no acabaron bien, Alex…y lo peor de todo es que no vas a entender nada.
- Explícamelo.
- ¿Qué te explique el qué? ¿El de qué manera dejaste a la persona que supuestamente era “el amor de tu vida” por rodar una serie? ¿En como lo pasé todo ese tiempo en el que decidiste olvidarte de mí? ¿En no recibir ni una llamada tuya? Estaba dispuesta a tener algo contigo aunque estuviésemos lejos. Pero es algo que ni se te pasó por la cabeza, ¿verdad? No Alex, esta vez es dife… - A Jessica no le dio tiempo a acabar la frase cuando tenía a Alex besándola.  – Mira, esto es ya lo que me faltaba. Las cosas no funcionan así, Alex. – Jessica le miró con enfado y le propinó un bofetón. – Olvídame Alex. Borra mi número porque no quiero volver a saber de ti. Estoy con Álvaro y es a él al que quiero. Si pensabas que porque vinieras reclamando una segunda oportunidad, todo iba a ser igual que antes, te has equivocado muchísimo. Adiós Alex, que seas muy feliz.

Y Jessica se marchó. Sabía que era mucho mejor no mirar atrás. Se dio cuenta de algo. Alex había significado mucho para ella. En el pasado. Ahora tenía que mirar hacia delante con Álvaro. Se sintió orgullosa de darse cuenta de que esa herida del pasado ya estaba cerrada. Sonrió, pero por poco tiempo. Álvaro. Había olvidado contestarle a los mensajes. Decidió llamarle.

- Dime darling. – Álvaro de buen humor. Tenía buena pinta.
- ¿Dónde estás?
- En casa. Iba a hacer una de pelimanta con palomitas de mantequilla. Que casualidad que sean tus favoritas, ¿no crees? Si no tienes nada que hacer, te espero.
- ¿En serio? Pues dame unos quince minutos.
- ¿Quince minutos? ¿No vienes desde Getafe?
- Estoy en Plaza de España y casi sin cobertura, Álvaro. En cuanto llegue te cuento, es una historia muy larga.
- De acuerdo. Te espero aquí. – Él colgó.

Veinte minutos después, se encontraba en su portal. Él la recibió como siempre, con los brazos abiertos.

- ¿Leíste mis mensajes? – Preguntó él nada más entrar Jessica.
- Sí, pero estaba ocupada, no podía contestar.
- Me tenías que contar lo de la historia muy larga y esas cosas.
- De acuerdo. Pero antes, prométeme algo.
- Dime.
- Que lo que te vaya a contar no haga que dejes de quererme o que quieras alejarte de mí, por favor.
- Me estás preocupando, Jessica. – El semblante de Álvaro cambió por completo. No sonreía. Es más, imponía estando tan serio.
- Más me preocupa a mí que por una tontería, decidas no volver a verme.
- Eso no pasará. Bueno, depende de la gravedad del asunto. Pero, ¿me lo quieres contar ya?
- De acuerdo. Verás, esta tarde he quedado con Alex en Plaza de España. Sé que he hecho mal en quedar con él sin decírtelo, pero pensé que no pasaría nada malo.
- ¿Y qué ha pasado? – Se notaba a leguas de distancia el enfado de Álvaro.
- Le he intentado dejar la cosas muy claritas y...
- ¿Y?
- Me ha besado.
- ¿Cómo? ¡Yo mato a ese mal nacido! Jessica, dime que no has continuado el beso, por favor. Dímelo… - Los ojos de Álvaro comenzaban a llenarse de lágrimas.
- No lo he hecho Álvaro. Es más, le he dado un bofetón. Le he dicho que me borrara de su vida, que no tenía intenciones de saber nada más de él.
- ¿En serio?
- Álvaro, yo no voy regalando los “te quiero” y si te digo que te quiero es porque es completamente sincero. Ahora estoy contigo. Él tuvo su oportunidad y decidió cambiarme por el supuesto papel de su vida.
- Necesito aclararle cuatro cosas a ese impresentable.
- No, no le vas a aclarar nada. Porque entonces, estarás entrando en su juego, que es lo que precisamente lo que quiere. Y que no me da la gana que te partas la cara con quien no merece la pena hacerlo. Mira, vamos a hacer una cosa. Coge, haz las palomitas, ponemos la película, nos tapamos con la manta y pasamos la tarde juntos.
- ¿De verdad quieres?
- Nada me apetece más. Además, ¡jamás le diría que no a unos planes como estos contigo!
- Esa es mi chica. – Álvaro recobró la sonrisa. Álvaro la atrajo hacia sus brazos y allí la mantuvo. Confiaba en Jessica. Y ella le había demostrado que era digna de esa confianza. 

Esa misma tarde. Tras un cielo nublado, había vuelto a salir el sol. David salía a toda prisa de casa. Ya llegaba tarde. Pilló el metro por los pelos. Hacia el aeropuerto. Cuando llegó, ahí la vio. Esperándole con las maletas.

- Bienvenida a Madrid, señorita. – David la saludó.
- Gracias por venir, de verdad. Gastón no podía y tenía ganas de verte. Después de la cena del preestreno, no supe más de ti. – Elena sonreía, encantada de verle de nuevo.
- Pues no me he movido de Madrid nada más que para ir de gira. ¡Más desaparecida has estado tú! ¿Qué tal por Miami?
- Increíble. Eso sí, creo que vuelvo con muchísimo jet lag.
- Eso es fácil de arreglar. ¿Te hace una de Starbucks?
- Me parece genial.

Y hacía allí fueron, con mil novecientas historias por contarse tanto de Miami como de Madrid. Sí, al final se había quedado una buena tarde que se podía disfrutar en muy buena compañía.

martes, 5 de febrero de 2013

Capítulo 5


- Elena, relájate. Tan sólo puede que recibas uno de los premios más importantes de tu carrera con una tan pronta edad. – Elena se repetía esto una y otra vez delante del espejo. Estaba nerviosa. Tenía unos días de completo movimiento últimamente. Ese día comida con el equipo y al día siguiente, gala de premios. Un día más de estrés. Elena necesitaba un día de relax. Entre promociones, entrevistas y fiestas estaba agotada desde hacía días. Jamás se pensaría que lo que era un sueño para ella fuese tan movido.

La Moraleja. Probablemente la urbanización más cara y lujosa de Madrid. David se retocaba la cresta conforme se acercaba a semejante puerta. Se estiraba la americana. Practicaba alguna que otra sonrisa. Se pasaba la lengua por los labios. ¿En qué momento se le había secado la boca? No iba a casa de cualquier persona. Sí, sólo iba a por unos papeles. Pero, ¿era consciente de quien le va abrir? Pulsó el timbre. Una voz femenina contestó y abrió. Por el camino se cruzó con un hombre alto, rubio y de ojos azules y con acento argentino. Le sonaba. Otro actor. Gastón Dalmau creía recordar que se llamaba. Era normal. Los famosos siempre estaban destinados a estar juntos. Este era un claro ejemplo. Actor y actriz. David le saludó con un estrechamiento de mano.

- Elena está dentro. – Le dijo a modo de saludo. Se colocó las gafas de aviador y salió de la casa.

David entró en la casa y allí la vio. De espaldas, buscando unos papeles en una enorme carpeta roja.

- Hola. – Saludó David.
- Ah, hola. – Ella se dio la vuelta y le saludó. Parecía tener prisa. – Os esperaba a los cinco, a decir verdad.
- Teníamos ensayo ahora y no podían venir. Vengo yo, recojo esto y me marcho al ensayo que como llegue un poco más tarde, me matan.
- De acuerdo. Pues toma. Estos son los papeles. Están todos en regla. ¿No vais a la comida con el equipo? Pensé que estaríais allí, sois parte de la película. – Ella sonrió. Otra cosa no, pero a David le parecía preciosa. Se había visto siempre sus pequeños trabajos en teatro hasta llegar a la gran pantalla. Pero era un absoluto amor platónico.
- No, no vamos a la comida. Vamos a los premios de mañana. A ver si hay suerte y nos cae uno a cada uno.
- El de “mejor banda sonora” os lo merecéis muchísimo.
- Y tú el de “mejor actriz”. Estos premios son muy importantes y tenemos los nervios a flor de piel.
- Y que lo digas. Bueno, me tengo que ir a la comida. ¿Quieres que te deje en el ensayo?
- No, en serio, no te preocupes. Ahora cojo un taxi.
- Voy al centro, en serio. No me importa para nada.
- Está bien.

Al otro lado de Madrid, el ensayo. Álvaro llegaba tarde con Jessica. Andaban muy deprisa.

- Me van a matar. – Álvaro no paraba de repetirlo una y otra vez.
- ¿Te quieres relajar? David también llegará tarde por ir a recoger los papeles a casa de Elena. Estáis todos atacados de los nervios por los premios de mañana, ¿eh?
- Lo sé. Lo siento cielo, no pretendía hacerte sentir mal por llegar tarde. Perdóname. – Él la besó en la frente.
- No pasa nada. Ah, y tienes un grano del tamaño del Teide en la frente.
- ¿En serio?
- Sí.
- No pasa nada, mañana seguro que me lo tapan como puedan.

Llegaron y allí estaban todos. Sólo faltaba David.

- ¿Qué vas a hacer ahora? – Pregunto Álvaro a Jessica. – Puedes quedarte al ensayo, pero ya sabes lo que dice siempre el manager, serías una distracción para mí.
- Lo sé, no te preocupes. Voy a molestar a Rocío un rato y nos vamos de compras y a comer por ahí.
- Está bien. Cuando acabemos, te llamo y te invito a cenar. ¿De acuerdo?
- Vale. Luego te veo. – Ella le besó y salió por la puerta.

Veinticuatro horas después, los nervios predominaban todas las situaciones.

- Gastón, ¿me puedes ayudar? No llego a la cremallera del vestido. Maldito el que colocó las cremalleras de los vestidos en la espalda y que hace que no pueda llegar. – Elena llamaba a Gastón desde el baño.
- Voy. – Gritó él desde el salón.
- Oye, ¿Por qué no estás vestido? Te recuerdo que tú también vienes a la gala de premios.
- Te noto un poco nerviosa. Ahora me visto. Yo voy más tarde. No voy al photocall, voy a la gala directo.
- ¿Nerviosa? ¿Yo? ¿En qué dices que lo has notado? Espera, espera, ¿qué no vas al photocall has dicho? ¿Y ahora me quedo sin pareja? Genial Gastón, genial todo.
- No, no voy Elena. Tengo una reunión. No puedo cancelarla, es importante. Y justo coincide con la hora del photocall. Confío en llegar a la cena a tiempo. Pero si lo que te preocupa es lo de la pareja, pídeselo al chico que ha venido esta mañana, era muy guapo.
- Espera, espera… ¿de verdad estás celoso de David? Es muy buen chico Gastón pero, ¿con quién estoy? Me parece increíble que cada vez que hago una película tengamos que discutir sobre lo mismo. Si no es un actor, es uno de los cantantes de la banda sonora. No quiero estar así a diario, Gastón.
- Ni yo.
- Pues paremos esto. Está bien, haremos una cosa. Iré al photocall con el resto de protagonistas de la película y espero que llegues a la cena de después.
- Intentaré llegar.
- ¿Qué lo intentarás?
- Iré. – Gastón sonrió.
- Ese es mi chico. – Elena lo besó.

La casa de Dani. Jessica salía de la cocina con un bol gigantesco de palomitas. Rocío esperaba sentada en el sofá del salón cambiando de canal de la tele constantemente.

- ¿Cuánto queda para que empiecen los premios? – Preguntó Jessica.
- Quince minutos o así.
- He de anunciar que acabamos de dejar a Dani sin palomitas ni Coca Cola.
- No te preocupes. ¡Para cuando él no deja en mi casa!
- Eres cruel, pelinaranja. – Dijo Jessica, lanzándole un cojín. – Voy a hacer una llamada, ahora vuelvo.
- Está bien. – Rocío cogió el bol de palomitas y continuó haciendo zapping.

Los premios fueron un absoluto éxito. Auryn se llevó el premio a “mejor banda sonora” y Elena el de “mejor actriz”. Probablemente fueron los mejores premios que habían recibido. Elena era muy joven y recibir un premio así a su corta edad era algo impresionante que muy poco habían conseguido. Y Auryn, para ser su primera banda sonora, llevarse un premio era algo prácticamente imposible pero que ellos habían hecho posible. Hicieron muy buena justicia a la película. Luego, todos se dirigieron a la gran cena de celebración que había para celebrarlo. Todo el equipo se sentó en una mesa extremadamente larga a cenar. Elena estaba algo decaída y eso David lo notó.

- Eh, ¿pasa algo? Mira que tras ganar un premio, nadie debería estar triste.
- Nada, nunca parece que me pase nada. Sinceramente, no tengo muchas ganas de estar aquí.
- Ven, sé un sitio en el que estoy seguro de que querrás estar. – David le tendió su mano. Elena la cogió.

Salieron del salón donde se estaba celebrando la cena. Entraron en el ascensor. David pulsó el número del último piso. Subieron hasta allí. Salieron. David la conducía de la mano por unas últimas escaleras. La expresión de Elena ya no era tan triste. Él forzó la puerta que había al final de esas escaleras y la abrió. Salieron a una especie de patio enorme.

-Dios David, ¡esto es precioso! – Elena se asomó hacia abajo. – ¡Mira que altura hay desde aquí! Pero, ¿cómo sabías de este sitio?
- Mi madre trabajó durante muchos años de camarera aquí. Yo era un niño muy inquieto y siempre que me traía al trabajo, trasteaba por todas las plantas. Pero no hablemos de mí, que es demasiado aburrido. ¿Qué te pasa Elena? Y no vale decir que nada, porque no colaría.
- Está bien. Como ya sabes, estoy con Gastón.
- Sí.
- Llevamos como dos años saliendo y siempre estamos igual.
- ¿Igual?
- Sí. Antepone siempre su carrera a mí cuando yo hago todo lo contrario por él. Siempre igual. Sin embargo, siempre discutimos cuando yo hago una película por llevarme bien con alguno de los protagonistas, con algún guionista o el director. Siempre discutimos. Y no podemos estar siempre así. Y lo de ahora no es por eso, porque siempre lo acabamos hablando y arreglado, pero me dijo que estaría aquí y no es cierto. Tenía una reunión de un nuevo papel que le ha salido en una serie pequeñita y dijo que para la cena estaría seguro, pero me he quedado con las ganas.
- Elena, él no te merece.
- O tal vez no le merezca yo a él. O seamos de mundos diferentes aunque seamos tan parecidos. O quizá, es que me he enamorado.
- Puede ser cualquier cosa. Pero, ¿sabes qué? Él no habría querido que estuvieses hoy mal. Además, vas muy guapa y has ganado un premio. ¿Porqué estropearlo con lágrimas o tristeza?
- Gracias David, de verdad. – Elena lo abrazó. Olía genial y la comprendía. Increíble. Tal vez, lo que tanto tiempo llevaba buscando estuviese delante de sus narices.

domingo, 27 de enero de 2013

Capítulo 4


- A ver, recapitulemos, ¿qué ha pasado? – Jessica y Álvaro llegaron quince minutos después de la llamada de Blas.
- Le hemos perdido. ¡Hemos perdido a Dani! Madre mía, vamos a morir como no le encontremos.
- Pero, ¿cómo le habéis perdido? – Preguntó Jessica.
- Iba el último porque decía que se había torcido el tobillo y que le dolía muchísimo. – Rocío pronunciaba entre lágrimas y aspiraba por la nariz con esfuerzo por el constipado. – Dijo que continuásemos, que él ya nos alcanzaría más tarde.
- Vale, que no cunda el pánico. – Dijo Álvaro. - ¿Habéis probado a llamarle al móvil?
- Su iPhone está en la casa. Le he visto encima de la mesa al salir a toda prisa. – Apuntó Jessica.
- Lo que nos faltaba entonces. A ver, nos dividiremos. – Propuso Álvaro, intentando que no cundiese el pánico.
- Está bien. Rocío y yo iremos por el sendero del árbol por el que pasamos antes. – Propuso Carlos.
- Vale. David y yo iremos por el camino de vuelta al pueblo por si acaso está buscando como volver y está por allí. – Contestó Blas.
- Pues entonces, Jessica y yo buscaremos por el pueblo. Es pequeño, sí, pero nuestra casa está escondidita.

Arbustos. Eso era todo lo que se veía por el sendero por el que iban Carlos y Rocío. A lo lejos, observaron un árbol. Decidieron asomarse. Allí estaba Dani, sentado apoyado en ese árbol. Era incapaz de levantarse. Una rama bloqueaba su pierna izquierda. Carlos consiguió retirar la rama de la pierna de Dani. Entre él y Rocío consiguieron levantar a Dani. Tenía un buen golpe en dicha pierna. Carlos llamó a los demás para decirles que le habían encontrado. Se reunieron al principio del sendero que salía a campo abierto, como antes de dividirse.

- ¿Qué te ha pasado? – Saludó David a Dani revolviéndole el pelo según le vio.
- Me torcí el tobillo, me apoyé en un árbol a esperar un poco a que se me pasase con tan mala suerte de que se me cayó una rama del árbol en la pierna y era imposible retirarla. – Explicaba Dani. – Ya pensé que me dejaríais aquí.
- Pues lo habíamos pensado, ¿eh? – Bromeaba Carlos. – Pero hubiese sido imposible. Álvaro se habría apiadado de ti y te hubiera buscado, que se conoce este bosque como la palma de su mano.
- Vamos, vayamos ya a casa que se nos hace de noche y mañana salimos pronto hacia Madrid. – Se apresuró a decir Blas.

Empezaron a andar de camino hacia la casa rural mientras se hacía de noche. Dani no podía apoyar la pierna en el suelo así que David y Rocío le ayudaban cada uno por un lado.

- Oye David, me parece muy bien que me hagas llevarte el móvil porque no tienes bolsillos donde guardarlo, pero, ¿eso implica que tengo que cogerte las llamadas cual secretaria? ¡Te está sonando el móvil! – Dijo Blas.
- Voy. Rocío, ¿puedes con Dani tú sola? – Preguntó David.
- Sí, tranquilo. Ve y coge la llamada. Puede apoyar un pie así que es tarea fácil.
- Rocío, ¿eres consciente de que tienes los ojos rojos y de que sé de sobra de qué es? Has llorado, ¿verdad? – Comenzó Dani dando conversación cuando estaban a veinte metros del resto, que iban más rápido y sin prestarles atención a ninguno de los dos.
- ¿Y eso qué más da?
- No me hubiese pasado nada.
- Pero, ¿y si te hubiese pasado?
- Eres demasiado negativa.
- No, se llama realismo.
- Siempre sacándole la puntilla a todo…
- Estás a nada de que te suelte y eches a andar tú solito si es que puedes, guapo.
- Eh, ¡no te enfades!
- Me das motivos para ello.
- Das miedo cuando te enfadas.
- Entonces doy miedo un noventa y cinco por ciento de las veces.
- No quería ser yo quien te lo dijera pero… sí.
- ¡Eres idiota! – Rocío le propinó una colleja a Dani.

Llegaron a la casa siendo ya casi de noche. Estaba claro que se habían ido demasiado lejos. La casa estaba bien equipada. Tenía hasta botiquín de primeros auxilios. Rocío le curaba y vendaba el pie a Dani.

- ¿Te quieres estar quieto? – Gritaba Rocío a Dani.
- Rocío, me duele cuando echas alcohol a la herida. ¿Qué quieres que le haga?
- Que no te quejes, eso quiero. Ale, ya está. Te pongo la venda y solucionado.
- Con cuidado ¿eh?
- Lo que tú digas. ¿Sabes? Esto me trae muchos recuerdos.
- ¿Recuerdos?
- Sí, ¿recuerdas cuando me hice yo ese esguince hace un par de años?
- Como para no recordarlo, ¡te llevé en coche todas las mañanas durante un mes!
- ¿Me hubieras imaginado subiendo en autobús? Imposible con ese escalón.
- Cierto. – Dani reía.
- Pasábamos buenos ratos antes, ¿verdad? Estábamos todos los días juntos.
- ¿Antes? Ahora también.
- No Dani, ahora ya no. Te veo muy poco. Y cuando apareció ella, te veía menos aún.
- ¿Ella? Te refieres a Claudia, ¿verdad?
- Sí. – Rocío se incorporó del suelo donde estaba vendando a Dani y se sentó en el sofá junto a él.
- Pero yo ya no estoy con ella. ¿Y sabes lo bueno de que nos veamos tan poco?
- Ah, ¿qué tiene algo de bueno?
- Sí, me da tiempo a echarte más de menos. – Dani rodeó a Rocío los hombros con el brazo, la atrajo hacia él y la besó en la mejilla.

La mañana siguiente. Todas las maletas estaban apiladas en la puerta de salida. Todos desayunaban en la enorme mesa del comedor. El último desayuno en esa casa.

- Chicos, tengo una duda. Si Dani tiene el pie así, ¿quién va a conducir el camino de vuelta? – Preguntó Jessica, recogiendo su taza de la mesa.
- Habíamos pensado que tú. – Propuso David.
- Pero, ¿estáis locos? ¡Si yo no tengo carnet! Y además, sólo tengo el teórico, hasta dentro de dos semanas no me presento al práctico. No, ni de broma. – Jessica negaba con la cabeza.
- Jess, si tienes un montón de horas de prácticas. Además, con un poco de suerte no habrá ni un policía. – Álvaro guiño el ojo a Jessica a modo de complicidad.
- Está bien. – A Jessica le daban vuelcos en el corazón cada vez que Álvaro sonreía, guiñaba el ojo o hacía algo con su cara que le hiciese parecer más tierno de lo que ya era. Aún estando con él, esos detalles le ponían nerviosa desde que estaba platónicamente enamorada de él.

Terminaron de desayunar rápidamente ya que tenían una hora puesta para dejar la casa y que llegasen unos nuevos inquilinos. Jessica se subió al coche muy insegura. Era la primera vez que conducía un coche que no fuese el de la autoescuela. Bueno, para ser más exactos, una furgoneta. Arrancaron y partieron hacia Madrid.

- Jessica, te ha llegado un whatsapp. No sé de quien será. – Dijo Álvaro, que tenía el móvil de Jessica en las manos.
- Dame que lo miro.
- Sí hombre, ¡lo que nos faltaba! Que mirases el móvil mientras conduces y sin carnet. ¿Te miro quién es?
- No, déjalo. Cuando lleguemos a Madrid lo miro.
- De acuerdo.

Álvaro hizo caso omiso a Jessica. Desbloqueó el móvil y abrió el whatsapp.

“Jessica, vengo a pasar unos días a Madrid por un rodaje nuevo que me ha salido en Madrid. He pensado en que podríamos vernos. Te he echado mucho de menos. ¡Espero que sigas igual de guapa que siempre! Un beso.”

Álvaro observó el contacto del mensaje. Le sonaba un montón. ¡Pues claro! Era Alex. Alex Monner. Empezó con él en el teatro, a él le salió una serie que triunfó y se marchó a Barcelona a vivir. Pero, ¿qué querría de Jessica? ¿De qué la conocía? ¿Por qué aquel trato tan afectuoso? Un nudo se empezó a desarrollar en el estómago de Álvaro. Un nudo llamado celos.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Capítulo 3


- Rocío, ¿te queda mucho? Los chicos nos están esperando abajo con la furgoneta y las maletas metidas desde anoche en el maletero. ¿Por qué siempre eres tan tardona? – Jessica se impacientaba dando vueltas por el salón.
- No, ya está. ¿Tardona? ¿Quién espera a quién siempre que quedamos para salir? – Rocío salía por el pasillo a la pata coja terminando de colocarse una de las botas. - ¿A qué a Álvaro no le haces esperar tanto?
- Eh, pues claro que no. Sólo hago esperar a la gente con el pelo naranja como tú.
- ¿Sabes que te odio? – Rocío reía. Cogió el abrigo, comprobó que llevaba las llaves en el bolso y cerró la puerta de la casa.
- Recuérdame como acepté venir de excursión este fin de semana. Odio el campo. – Jessica entró en el ascensor.
- Pues porque a mí no me ibas abandonar con estos cinco en pleno monte perdido de la mano de Dios y porque es una aventura más de tu amor con Alvarito.
- Te odio, en serio. – Jessica le dio una colleja a su amiga.
- Que manía la tuya de negar tu aprecio hacia mí.

Salieron por la puerta y allí estaban los cinco. Abrigados hasta las cejas y esperando en la furgoneta. Una furgoneta negra de siete plazas. Justitos entraban. Les esperaba un viaje largo y, con ni más ni menos que Dani al volante.

En cuestión de horas, llegaron a la casa rural. Buen aspecto. Y encima, tenía jacuzzi. O al menos, eso habían leído cuando se informaron al reservarla. Ese pueblo no era nuevo para ellos. Álvaro y Blas, que se conocían desde que era unos niños, habían ido en más de una ocasión de vacaciones allí con sus padres, que siempre habían mantenido una estrecha amistad. Era una completa desconexión tanto para los chicos como para Jessica y Rocío. Un pueblo de apenas cien habitantes en lo más recóndito de Asturias. Sonaba muy bien.

Tras acomodarse, repartirse las habitaciones con alguna que otra discusión e insistir en disfrutar de una siesta al más puro estilo rural, la noche se les echó encima. Rocío fue la última en despertar. Miró en el salón, en todas las habitaciones (con previa llamada a la puerta por si incomodaba a alguien que estuviese en un momento de intimidad), en la cocina. Pero nada. Todos parecían haberse desvanecido. Oyó la sonora risa de Jessica. La risa de Jessica era reconocible entre un millón. Era única y exclusiva. Observó en el pequeño patio de hierba y vallado que tenía la casa rural. Allí estaban todos, haciendo barbacoa.

- Creíamos ya que nunca despertarías. – Dijo Blas, que fue el primero en verla.
- Ese es vuestro mayor sueño, que lo sé yo. – Todos rieron. – Por cierto, ¿de quién es la brillante idea de la barbacoa con el frío que hace?
- De Dani. – Señaló Álvaro, que tenía a Jessica sentada sobre sus piernas.
- Yo no sé de que me sorprende, las ideas de bombero retirado suelen ser suyas. – Rocío se frotaba las manos y se enrollaba la bufanda alrededor del cuello. Era de noche y hacía frío.
- ¿Tienes frío? – Preguntó Dani, el cual estaba entretenido con la barbacoa.
- No hombre, es un nuevo anuncio de Hipercor. ¿No me digas que no le has visto? Con lo bonito que es…
- Eres lo más tonto que conozco. Mira, ven. – Dani la atrajo hacia él, la puso frente a la barbacoa, le agarró las manos y las puso a escasa distancia de las brasas. – Así mejor, ¿a qué sí? Pero claro, como yo soy “el de las ideas de bombero retirado”…
- Y lo eres Dani, y lo eres… - Saltó David. – Una barbacoa con este frío y a estas horas no es ni me medio normal.
- Eh, pues nadie me puso pega cuando comenté los filetes que tenía pensados hacer en esta barbacoa.
- Es que, cuando el hambre aprieta… - Dijo Carlos, provocando risas.

La mañana siguiente. Rayos de sol entre las persianas dejando el aspecto de la habitación a rayas. Dani se puso las zapatillas y salió de su habitación. Se asomó a la habitación de Rocío, que aún continuaba durmiendo con la puerta de la habitación abierta. Dormían de dos en dos en las habitaciones que había en la casa. Rocío dormía con Carlos. A Dani eso le molestaba muchísimo. Observaba a Rocío dormir desde el marco de la puerta. Estaba ella sola en la cama. Dedujo que Carlos estaría ya en la planta baja de la casa desayunando con los demás. Se metió en la cama. Se acercó a la cara de Rocío y le mordió la oreja.

- Daniel, estas no son maneras. – Rocío se tocaba la oreja dolorida por el mordisco.
- Buenos días.
- ¿Buenos? No, para mí no lo son. Tengo mucho frío.
- Pues está la calefacción puesta, ¿cómo vas a tener frío?
- No lo sé, llevo toda la noche así. Hasta Carlos me ha traído un ibuprofeno de madrugada.
- A ver. – Dani le puso la mano sobre la frente. – Rocío, estás ardiendo.
- Excelente deducción. Algo me olía ya cuando esta noche no he dormido casi nada. Y casi cuando me estoy empezando a dormir de nuevo, llegas.
- Pues entonces, haremos una cosa, me quedo yo aquí y ya verás como te duermes. – Dani la atrajo hacia él. Ella apoyó la cabeza en su pecho. Oía latir su corazón. A dos mil por hora como mínimo. Raro. ¿Dani con el pulso acelerado? No tenía sentido. Y con el ritmo del corazón de Dani, Rocío se quedo dormida. Ahí mismo, sobre su pecho.

Café, chocolate, churros, napolitanas... Todo un arsenal de comida estaba sobre la mesa del comedor. Carlos engullía con ansía todo lo que tuviese chocolate.

- Deja un poco para los que están por bajar, ¿no? – Le replicó David.
- No creo que tengan mucha hambre. – Respondió él.
- ¿Y eso? ¿Qué ha pasado? – Preguntó Jessica preocupada.
- Rocío esta mala. O constipado o gripe, pero tiene fiebre. Esta noche la he tenido que llevar un ibuprofeno a la cama.
- Vaya tela.

Las doce y veinticinco. Rocío y Dani bajaban de la planta de arriba de la casa al salón. Jessica estaba sentada en el sofá de cuero que había en el salón mientras leía un libro. Rocío le había visto ese libro un montón de veces. Ese y cualquiera de la trilogía. Recuerda lo insistente que se puso Jessica en esa trilogía. Y recuerda como entre ella y Álvaro se la compraron por su cumpleaños. Aquella imborrable sonrisa en la cara de Jessica al desempapelar el regalo aquel veintiocho de diciembre. La de bromas que le habían gastado por nacer el día de los santos inocentes. Épico. Álvaro bajaba con unas velas hasta la planta más baja de los tres pisos de la casa. Y Carlos observaba su ordenador con muchísima atención.

- ¿Cómo estás? – Preguntó Jessica, poniendo un dedo en la página por la que se había quedado.
- Bien. Me he inflado a pastillas y supongo que en unas horas estaré bien. Por cierto, ¿Blas y David?
- Han ido a por pan a la única tienda del pueblo.
- Pues no habrán ido muy lejos, esto es enano. – Rocío rió.
- Por cierto chicos, hemos pensado en ir a dar una vuelta muy rural por el campo esta tarde. Hay un sendero que nos lleva a mitad del campo.
- Dios, ¡no me pierdo esa aventura por nada del mundo! Auryn por el campo, eso sí que va a pasar a la historia. – Rocío sonaba divertida.
- ¿Por quiénes nos has tomado, Rocío? – Preguntó David según entraba por la puerta.
- Por unos pijos, para que negarlo.
- Ya te vale, pelo naranja. Además, me han comentado que estás mala, ¿cómo vas a venirte de excursión con pijos como nosotros?
- Me hará bien salir. Es aire puro. No me hará mal. Además, quiero ver como alguno se tropieza con alguna piedra.
- Eres el mal naranja. – Dijo Jessica, que contemplaba la escena desde el sofá.
- Tú vas a venir, ¿no?
- Que va, Álvaro y yo nos quedamos. No me gusta nada el campo.
- Ni a mí, pero suena entretenido. – Reía Rocío.

Blas, Carlos, Dani, David y Rocío hacía un rato que se habían ido a su excursión campestre. Jessica continuaba leyendo el mismo libro sentada en una manta en el suelo frente a la chimenea.

- Podríamos probar el jacuzzi de la planta de abajo. – Propuso Álvaro, que se sentó en la manta junto a Jessica.
- Hace frío, Álvaro.
- Venga, anda. No seas sosa. – Álvaro ponía morritos a Jessica para que ésta accediese.
- Está bien. – Jessica no podía resistirse a semejante sonrisa.
- Y será verdad que has traído bikini…
- ¡Por supuesto! Leí que había jacuzzi, ¿cómo me iba a ir de aquí sin probarlo? Y tú, ¿has traído bañador?
- No.
- Bien Álvaro, ¡muy bien!
- No te preocupes ahora por eso.

Quince minutos después, Jessica bajaba a la puerta que había frente a las escaleras que bajaban a la planta más baja de todas, en la que estaba el jacuzzi.  Frente a esa puerta la estaba esperando Álvaro, con un pañuelo entre las manos. Le colocó el pañuelo frente a los ojos y se lo ató. Una vez abierta la puerta, se lo soltó. Un caminito de velas llevaba hasta el jacuzzi. Álvaro y Jessica se introdujeron en el agua. Álvaro la atrajo hacía él y comenzó a besarla. La boca, la oreja, el cuello. Su mano izquierda, posada en la espalda de Jessica comenzó a subir hasta el nudo del bikini. La mano ágil de Jessica frenó la de Álvaro.

- No Álvaro, aquí no. – Jessica se lamentó al momento de haberle frenado y bajó la mirada.
- Eh, Jess. – Él la levantó la barbilla. – No te preocupes, otra vez será. No pasa nada. Entiendo que no te apeteciese.
- Gracias Álvaro. – Ella le dedicó una tímida sonrisa.

En ese preciso momento, sonó el móvil de Álvaro. Álvaro salió de inmediato del jacuzzi, se puso una toalla alrededor de la cintura como pudo y se acercó al teléfono. “Blas” brillaba en la pantalla. Decidió cogerlo.

- ¿Sí? – Dijo Álvaro
- Tío, tenéis que venir pero ya aquí.
- ¿Qué pasa?
- Hemos perdido a un Auryn. No sabemos donde está.
- Pero, ¿a quién? Vamos a ver, Blas, ¿en qué parte estáis?
- Al principio del sendero que sale a campo abierto, junto al árbol. Venid, por favor. – Tras la voz de Blas se oía un llanto, el de Rocío.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Capítulo 2


Unos cuantos días desde aquel deplorable San Valentín. Deplorable por dos sencillas cosas: Rocío sin pareja y todo el mundo de enamorados de la vida por ahí y porque era el maldito día en que Claudia y Dani habían vuelto. Dani era inocente como él sólo. O al menos, eso es lo que pensaba Rocío. ¿Qué hacía volviendo con una persona que tantos dolores de cabeza le había dado y que había incluso dado pie a una discusión entre Dani y Rocío? Lo dicho, inocencia. Y hasta puede que un poco de enamoramiento. Que Claudia era muy guapa y que por eso pegaba con Dani era indudable. Pero era de esas de las que en físico gana mucho y en personalidad se lo carga todo. Así era la maravillosa Claudia. Maravillosa como término irónico, obviamente.

Últimamente el móvil de Rocío no hacía más que sonar. Y una vez más, sonó. ¿Quién la llamaba esta vez? Extraño fue ver “Carlos” en la pantalla. ¿Carlos? Curioso.

- ¡Rubiales! – Exclamó Rocío.
- ¡Pelo naranja!
- Oh Dios, ¡no sabes como odio que Jessica te pegue sus expresiones!
- Es mucho tiempo con ella casi a diario, ¡algo se me tenía que pegar!
- Pues te odio por ello.
- Bah, pequeñeces, ¡me adoras! Bueno, a lo que iba. Celebro el fiestón del año por mi cumpleaños.
- ¿Y has pensado en mí para…?
- ¡Que vengas, tonta!
- ¿Y si no quiero?
- ¡Pues te pego!
- Anda, ¡ya será menos! Vale, pues dime sitio y hora.
- Me vas a odiar de por vida y soy consciente de ello por no haberte avisado antes pero es que hasta ayer no pude reservar el local. Es mañana, empieza a las once.
- Vale, ¡pues supongo que allí estaré!
- ¿Supones? No, no, ¡o vienes o voy a tu casa y te traigo de los pelos!
- ¡Cuanta agresividad!
- Es lo que hay cuando pretendes perderte el fiestón de año.
- Ah, ¡el fiestón de año! Interesante…
- ¡Imbécil! Vienes porque es mi cumpleaños y punto, ¿vale?
- Señor, ¡sí, señor! Por cierto, ¿quiénes van?
- Amigos míos de Alicante, amigos de Auryn así en general, Álvaro y Jessica, Blas, David y Dani supongo que con Claudia.
- Oh, ¡que genialidad! Claudia…
- Sí, ¡he invitado a tu mejor amiga! ¿A que es genial?
- ¡Tú eres tonto! Por cierto, ¿cómo sabes lo mucho que la adoro? – Rocío hizo uso de la ironía una vez más en su pregunta.
- Dani me lo contó. La quieres mucho, ¿eh?
- Muchísimo. Somos amigas para siempre, ¿no lo sabías? No, ahora en serio, ¿me dirás que a ti no te cae mal?
- No me cae, que es diferente. Ni la quiero para Dani, ni la quiero alejada de él por lo pillado que está de ella.
- Ya le intenté yo abrir los ojos y ya viste que mal parados salimos ambos…
- ¡Pues Claudia creo que lo sabe!
- ¿Me lo estás diciendo en serio?
- Creo que sí que lo sabe.
- Pues creo que puedo matar a Dani.
- ¿Por qué? Es tan sólo una opinión.
- Ya, pero cuando se lo dices a Claudia, se me mete a mí en la relación, que es lo último que quiero. Además, Dani es mi mejor amigo y esas cosas no se cuentan, ¿sabes?
- Puf, no sé que decirte, Rocío…
- Bah Carlos, no le des importancia, da igual. Son tonterías. Mañana estaré allí, ¿vale?
- Allí te veo. Adiós pelo naranja.
- Adiós feo. – Colgaron.

Un día después. Jessica en tacones por Alcalá a las nueve y media de la noche cuando la fiesta era a las once. Muy normal. Iba a buscar a Álvaro a casa de sus padres. Allí los recogería Dani en su coche con Claudia e irían directos para la fiesta. Ese era el plan.

Fue la madre de Álvaro quien abrió la puerta para recibir a Jessica. Álvaro iba de un lado para otro de la casa abrochándose los botones de la camisa, poniéndose los zapatos.

- ¡Mira que vas bonita! – La dio un beso en una de sus vueltas por la casa vistiéndose.
- ¡Eres un auténtico desastre! Ven aquí. – Lo atrajo hacia ella y le abrochó el nudo de la corbata con la que Álvaro llevaba un buen rato peleándose.
- Lo sé. Pero tú, en cambio, ¡vas muy guapa! – A Jessica se le dispararon los colores de sus mejillas.
- Si te soy sincera, ¡nunca me había subido a unos tacones tan altos como estos!
- Pues deberías hacerlo más a menudo, ¡te sientan muy bien!
- Anda bobo, ¡déjate de peloteos y termina de vestirte y arreglarte! Que al final, llegarán estos y tú seguirás a medias.
- Lo que tú digas, señorita. – Se despidió con un último beso antes de meterse al baño a peinarse.

Las diez menos cuarto y Rocío aún a medias. Coordinación completa con Álvaro de una punta de Madrid a otra. Vestido corto, medias y tacones. Iba a dejar a media fiesta enana. Le daba igual. Rocío se gustaba subida a esos tacones. Unos últimos retoques de plancha a su pelo. Un poco de rimel y listo. Cogió el abrigo y el bolso de mano y salió de casa.

La fiesta estaba a rebosar de gente. Un local enorme. Vamos, una discoteca reservada sólo para Carlos e invitados esa noche entera. Focos por todos lados mezclados con alguna que otra anticuada bola de discoteca. Un DJ pinchaba todo tipo de música en su cabina a un lado de la discoteca. Una mesa al otro lado con todo tipo de bebida y unos baños al fondo. Al lado de los baños, en un sitio con algo de penumbra, dos personas se besaban apasionadamente. A Rocío no le hizo falta tener mucha agudeza visual. Claudia y Dani. Rocío entró en el local, le dejó sus cosas al muchacho que estaba encargado de recoger los bolsos y abrigos y se dirigió al centro, donde estaba David.

- ¡Hombre! ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo! – Él saludó con un abrazo fuerte.
- Me llamó ayer Carlos para decírmelo. Por cierto, hablando del cumpleañero, ¿le has visto?
- Ni idea. Le he visto cuando hemos venido con él al local pero ya le he perdido la pista. Pero por si buscas a Dani, está allí. – Él señaló hacia los baños.
- Ya he visto la estampa, ya… Bonito, ¿verdad?
- ¡Precioso! – Un buen uso de la ironía por parte de David.

Rocío se puso a buscar a Carlos con resultado nulo. Era su cumpleaños. ¿Dónde estaría? Sí que es verdad que con tanta gente, buscar a Carlos era como buscar a Wally. Se encontró con Jessica.

- ¡Jessica! – Dijo Rocío aliviada de encontrarse con alguien que conocía entre tanta cara desconocida.
- ¿Cómo estás?
- Buscando a Carlos, ¡parece haber desaparecido!
- Yo le he visto hace nada. Mira por la mesa de las bebidas. Por cierto, Dani y Claudia… ¿No habían roto?
- No hija, no. Yo no tengo tanta suerte. Volvieron para San Valentín.
- Esto sí que es una historia interminable.
- Me resultan tan pegajosos que hasta me empalagan. Es asqueroso.
- ¿Celos?
- ¿De qué? Dani es sólo mi mejor amigo.
- Ambas sabemos que no Rocío, que siempre has ido más allá con Dani.
- Para nada Jess. Es mi mejor amigo, ¿qué voy a querer?
- Hagamos recuento. A ver, tú siempre has sido de relaciones largas, y la más corta te ha durado un año. ¿Cuántas relaciones has tenido desde que conoces a Dani?
- Dos. ¿Por?
- ¿Y de cuanta duración?
- Cinco meses y ocho meses respectivamente.
- ¿Y quién dejó a quién?
- Yo a los dos.
- ¡Pues ahí tienes la solución!
- ¿Eh?
- No duras con ellos porque en tu cabeza está Dani.
- Ya, claro Jessica, seguro…
- Si no me crees, ya lo verás con más claridad con el tiempo…
- Ahora mismo ni me apetece pensar. Voy a beber y mañana Dios dirá. ¿Vienes?
- Paso. Me quedo aquí con Álvaro.
- Pues luego te veo. – Rocío se despidió de su amiga.

En la mesa había toda la bebida que cualquier persona humana pudiese imaginar. A Carlos esa fiesta debía de haberle salido bastante cara en cuanto a cuantía económica. Rocío cogió un vaso. Vodka y limón. Lo dicho, Rocío era una persona de costumbres. Tras un buen rato bailando y bebiendo, le dolían los oídos con el volumen de la música. Las escaleras de entrada al local tenían buena pinta y además, no se oía la música desde ahí. Tarde. La escalera estaba ocupada. Se sentó al lado igualmente.

- Llevo buscándote toda la noche. ¡Felicidades! – Rocío abrazó a Carlos con fuerza.
- Gracias.
- Eh, eso ha sonado muy seco. ¿Qué te pasa?
- ¿Tú ves esto con pinta de cumpleaños?
- ¿Te soy sincera? Sólo veo a parejas magreándose y a amigos tuyos que no he visto en mi vida tirarle los trastos a otras chicas que ni me suenan ni me sonarán. Claro, que yo tampoco estoy como para opinar. He bebido lo suficiente como para estar contenta y no demasiado como para llegar a la borrachera extrema.
- Eres una borracha, Rocío. Reconócelo.
- Es que estoy tan harta…
- ¿De qué?
- Dani ni me habla.
- ¿Por?
- Si lo supiera… Me habrá visto como quinientas veces en la pista bailando con David y ni me ha hablado, ni se ha acercado. En los sillones con Claudia, de magreo. Existen las casas, ¿sabes? No veo normal que hagan eso en un cumpleaños.
- ¿Y cómo es que llegas a estas conclusiones yendo contenta?
- Pues ni idea.
- Lo dicho, ¡borracha!
- Cállate. – Rocío le dio un codazo y Carlos rió.
- Te preocupa que Dani no te hable, ¿verdad?
- ¿En que lo has notado? ¡Si yo soy muy feliz! Sí, sí…
- ¡Eres tonta!
- Jo, gracias. Que amabilidad…
- Lo dicho. Oye, es mi cumpleaños. No te comas la cabeza por Dani, no merece la pena.
- Sabes que no puedo.
- ¿No puedes qué?
- Dejar de quererle.
- ¡Lo sabía!
- Carlos, como te vayas de la lengua eres hombre muerto. Eres consciente de ello, ¿verdad?
- Es que sois tan evidentes los dos…
- ¿Los dos? ¿Necesitas que te recuerde que está con Claudia?
- ¿Y de verdad crees que ahí hay amor?
- ¡Y yo que sé! No me importa nada esa relación…
- Ya.
- Pues eso, que como digas algo, morirás a mis manos.
- Pero, ¿con qué?
- Pues te empujaré con el disimulo que me caracteriza a las vías del metro y que sea lo que Dios quiera.
- ¡Eres una bruta! Mala persona. Pero te haces querer. – Carlos rodeó con su brazo los hombros de Rocío atrayéndola hacia él. Ella apoyó la cabeza sobre su hombro. El mareo iba descendiendo desde el rato que hacía que no bebía.

No creía lo que sus oídos habían escuchado. ¿Rocío le quería? Iba muy borracho, demasiado para su propio gusto. Probablemente esta parte de la noche mañana por la mañana sería borrada de su cabeza. Claudia estaba sentada en los sillones del final de la discoteca y bebiendo. Él la había dejado allí con la excusa de salir a tomar aire. Seguía apoyado en el marco de la puerta. Ni Rocío ni Carlos le veían. Le tenían a sus espaldas. Un momento. ¿Qué hacía Carlos en actitud cariñosa con Rocío? Espera. ¿Qué estaba sintiendo? ¿Celos? ¿Traición? Imposible. Dani le había contado a Carlos lo que sentía por Rocío. Era imposible que su eterno amigo Carlos le hiciese algo así. Sin embargo, la imagen que observaba entonces le hacía pensar todo lo contrario.

- Tío, me lo esperaba de cualquiera menos de ti. – Dani al fin articuló palabra. Al oír eso, Rocío y Carlos se dieron la vuelta.
- Eh Dani, ¡que no es lo que parece!
- ¿Que no lo es?
- No tío, para nada. ¿Tú sabes que noche esta pasando ella? – Señaló a Rocío. - ¿Sabes lo que es que su mejor amigo haya decidido no dirigirle la palabra porque estaba muy ocupado metiéndole mano a su novia?
- Eso no es así.
- Sí Dani, ¡si lo es! Me has visto bailando con David y no has tenido la decencia si quiera de saludarme. ¿Sabes? Llevas una racha en la que no te reconozco. ¿Qué narices te está haciendo ella? ¡Quiero recuperar a mi mejor amigo! Y esta noche, Carlos ha sido lo más parecido a un buen amigo que he tenido.
- Ella tiene nombre. – Claudia apareció por la puerta, detrás de Dani.
- Mira, encima tú no vengas a ver si la puedes liar un poco más, que ya suficiente le has hecho a la persona con la que sales, esa misma que creía conocer. Además, se está rifando un comentario desagradable y muy hiriente y tienes todas las papeletas para que te toque a ti precisamente.
- ¿Qué está pasando aquí? – Álvaro, Jessica, David y Blas aparecieron también por la puerta.
- Nada, que voy a desalojar ya el local y a decir que cierren. Suficiente fiesta hemos tenido por hoy.

Carlos fue a la mesa del DJ y le informó de que la fiesta se daba por acabada ya. El DJ cogió el micro y lo anunció. La gente fue desalojando el local. Cuando se había ido ya toda la gente, Álvaro, Blas, Carlos, Dani, David, Jessica, Claudia y Rocío se quedaron a hablar e intentar apaciguar las cosas.

- Dani, tú te vienes conmigo. Pasas la noche en casa y mañana te vas. No voy a dejar que te vayas en el estado en el que estás a tu casa solo, que lo que nos faltaba ya entonces. – Dijo Rocío.
- Dani se iba a venir a mi casa. – Replicó Claudia.
- Eh, que me da igual. No deja de ser mi mejor amigo y como para estas cosas estamos los amigos, no te preocupes que esta borrachera corre de mi cuenta. Además, guapa, suficientemente sobadita vas ya a casa. Que pareces la barandilla del metro. Te puedes ir ya. Ah, y mañana hazle un favor al mundo y no le llames. Necesita una buena sesión de desintoxicación de ese veneno que tienes. – Rocío se desahogó como en su vida había hecho.
- Madre mía. – Carlos sólo pudo articular eso tras irse Claudia.
- Rocío, ¿cómo os vais tú y Dani? – Preguntó Álvaro.
- Andando, ¡que remedio! Está este como para coger el coche… ¿Y vosotros?
- Blas y David se vienen a mi casa a dormir. Ahora viene un amigo a recogernos con el coche. – Explicó Carlos.
- Y Jessica y yo nos vamos andando. Vivo a veinte minutos de aquí. No es nada. Por cierto, Rocío, tened mucho cuidado. Que mira como va…
- Lo sé. Veremos mañana como se despierta…
- Amnésico perdido. Bueno, nosotros nos vamos. – Álvaro se despidió de Rocío con un beso en la frente y Jessica la dio un fuerte abrazo. Álvaro se quitó la americana, se la puso a Jessica sobre los hombros, la estrechó contra él con el brazo y bajaron la calle andando.

Le dolía la cabeza. Y no era por el alcohol. Lo paranoico que se ponía Dani yendo borracho era demasiado para su escasa paciencia. Llegaron, le llevó al cuarto de invitados y allí le dejó. Rocío fue a su habitación, se desvistió y se metió en la cama.

El sol entraba por la ventana y le daba de lleno en la cara. ¿Qué hora sería? Miró el despertador de su mesilla. Las dos menos cuarto. Sonó el timbre de la puerta. Se levantó. Cuando iba por el pasillo rumbo al salón, escuchó la voz de Dani dando las gracias a alguien y cerrando la puerta. Cuando al fin se asomó al salón, comprendió.

- Eh, ¡mira! – Dani señalaba a un cartón cuadrado que sostenía con la palma de una mano. – Es de cuatro quesos, tu favorita.
- Que me traigas mi pizza favorita no arregla nada.
- Lo siento. Mucho. – Dani se acercó a Rocío y la dio un lametazo en la mejilla.
- Daniel, ¡eres un auténtico cerdo! ¡Quita! – Rocío reía mientras se quitaba la saliva del moflete. – Además, el perdón se lo debes a Carlos, no a mí.
- Me cargue su fiesta, ¿verdad?
- Mentiría si dijese que no. No del todo, pero al menos un poquito sí que te la cargaste.
- Bueno, luego hablo con él. Por cierto, come que me tengo que ir.
- ¿Y esas prisas tan repentinas? ¡Que no vives tan lejos de aquí!
- He quedado.
- Uy, Daniel, ¿con quién?
- Perdería gracia si te lo dijera.

Las tres de la tarde. Claudia salía de su casa. Autobús hasta El Retiro. Ese era el trato, allí a las tres y veinte. Mientras iba en el bus, leía una y otra vez el whatsapp que Dani le había enviado. “A las tres y veinte frente al Retiro. Tenemos que hablar.” Se sentó a esperar. Y llegó él. Salía de la boca del metro. Guapísimo.

- Hola – Claudia lo fue a besar. Él la esquivó.
- Claudia, tenemos que hablar.
- Suena tan a película.
- Puede, pero debemos hacerlo.
- ¿Y ahora que ha pasado?
- Mira, hemos pasado unos meses geniales. Unas vacaciones en la nieve impresionantes, tus padres fueron encantadores conmigo en la cena de Navidad…
- ¿Entonces?
- Siento que si estoy contigo, no soy yo mismo. Rocío ayer tenía razón. Hace tiempo que no soy yo, que ni yo mismo me reconozco.
- ¿Y es mi culpa?
- No lo sé Claudia, no lo sé.
- Es que siento que la culpable de todo esto ha sido ella. Te ha absorbido el cerebro y piensas como ella. Está celosa Dani, ¿es qué no lo ves?
- Claudia, no estoy dispuesto a discutir. Y mucho menos a continuar con alguien como tú. Lo siento, pero lo dejo.
- Muy bien. Perfecto. No quiero volver a verte en mi vida. – Claudia le dio un bofetón en plena mejilla.

Dani apareció por la puerta de la casa de Rocío.

- La he dejado. Claudia es historia. – Dani sonreía, extraño.
- ¿En serio? – Rocío se levantó del sofá donde estaba sentada y se abalanzó sobre Dani. Él la cogió en brazos mientras ella le abrazaba fuertemente. – Oye, ¿y la mejilla roja?
- Simples heridas de guerra. – Dani sonreía mientras aspiraba el olor de la colonia de Rocío cuando ella le abrazaba. Y es que, hay ciertos lazos que ni la más cruel de las personas puede romper.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Capítulo 1


Una tarde de lluvia. Como odiaba Rocío la lluvia. Y más en una tarde de sábado. Tenía pensado acudir al cine pero se le chafó el plan. El ordenador portátil, un moño mal hecho, un pijama y unas zapatillas de andar por casa fueron el plan alternativo a aquel monótono sábado. ¿Y si llamaba a Jessica? Hacía una semana que no la veía y le apetecía pasar un rato con ella. Optó por llamarla.

- Dime bichejo. – Jessica cada día con un saludo diferente.
- Hola cara de culo. ¿Qué es de ti?
- Pues no me ha variado mucho la vida en una semana…
- Yo esperaba que sí. ¿Álvaro es un soso? Ya decía yo que...
- ¡Tú lo que eres es tonta! No, con Álvaro bien.
- Sin faltar, ¡que la tenemos! – Rocío rió. – No, era por si te querías venir a mi casa. Está lloviendo. Iba a ir al cine pero como que ya no con este tiempo. ¿Te hace una noche de chicas como cuando éramos pequeñas?
- Me encantaría pero no puedo.
- ¡Y será verdad eso de que tienes la agenda apretada! Maldita seas.
- Completamente en serio. Los padres de Álvaro celebran sus bodas de plata y él me ha invitado.
- ¡Eso es toda una presentación en sociedad!
- Cállate maldita, ¡que me muero de la vergüenza! ¿Conocer a sus padres? ¿Estamos locos o qué?
- Ey, ¡que tampoco es tan malo! Seguro que son majísimos.
- Eso me da igual. Me imponen respeto. ¿Qué pueden llegar a pensar de la novia de su hijo?
- Pues que eres su novia, inútil. ¿Qué te crees que iban a pensar? ¿Qué eres una violadora?
- ¿Y si piensan eso? – Jessica se reía sólo por imaginar dicha situación.
- ¡Que boba eres! Pues nada, violadora en potencia, voy a ver si a alguien le apetece disfrutar de mi compañía. Pásalo bien. Ya me contarás que tal ha ido.
- Prueba a llamar a alguno de estos, que creo que están en la misma situación que tú. Eso está hecho. Espero salir viva de la fiesta.
- ¡Exagerada que eres! Adiós. – Rocío colgó.

Llovía a cántaros en la calle. Un chubasquero negro era todo lo que le protegía de la lluvia. Estaba muriéndose de frío. Tenía ganas de llegar.

- Tenía que haber cogido el coche. Pero claro, como estaba chispeando no se me ocurrió nada mejor que coger el metro. – Ese era el pensamiento de Dani conforme avanzaba por las calles del centro de Madrid hasta llegar hasta casa de Rocío.

Agradeció que al menos el ascensor funcionase. Estaba ya acostumbrado a subir por las escaleras de los pisos donde él vivía. A fin de cuentas, tenía una comunidad de vecinos a la que le daba igual el estado del piso y por ello, llevaban más de dos meses sin ascensor. Pobre del que viviese en el quinto.

- Veo que recibiste mi whatsapp. – Rocío le dejó pasar. – Gracias por venir, en serio. Me estaría muriendo del asco en estas cuatro paredes de no ser por ti. Trae, dame ese abrigo que está empapado. ¡Debes estar muerto de frío!
- ¡Ya sé que no puedes vivir sin mí! – Le dio a Rocío su chubasquero y ella lo puso en una de las sillas del comedor para que se secase. Como siempre, olía a incienso. A Dani le encantaba ese olor. Su madre también quemaba incienso en su casa. Era como estar en su pueblo. Nostálgico pero a la vez, cargado de recuerdos bonitos.
- ¿Y Blas, Carlos y David?
- Han decidido ir a cenar al cuarenta café. Toda una propuesta suicida con la que está cayendo. Me lo propusieron antes de recibir tu whatsapp pero ni de broma iba a ir hasta el cuarenta café.
- Sin embargo hasta aquí sí que has venido.
- Tú eres caso aparte, tonta. Además, no te he vuelto a ver desde el día del concierto.
- Ya, he estado ocupada.
- ¿Con qué?
- La universidad. – Sentenció Rocío. Era cierto, la universidad la robaba un montón de su tiempo. La de distanciamientos con Dani que la había costado la universidad. Su primer año fue así, completamente aislada el mundo, estudiando. Ahora estaba mucho más relajada.
- ¡Eres toda una empollona!
- ¡Y tú cantas de pena!
- Oh, ¡eso ha sido un golpe bajo! Además, sabes que eso no es verdad, que yo canto como los ángeles. – Dani empezó a hacerla cosquillas.
- ¿Cómo los ángeles? ¿Y todos esos gallos que haces? ¿De dónde salen? – Rocío pronunciaba entre carcajadas por las cosquillas.
- ¿Y los discos vendidos?
- Todo retoque de estudio. Hasta yo canto mejor que tú, cacho de feo. ¡Y eso ya es decir! – A Rocío le empezaba a doler la tripa de reírse.
- Ya, ya… excusas. En realidad adoras mi voz. – La risa de Rocío debía de ser contagiosa, dado que Dani también reía de manera muy sonora.
- Eres lo peor.
- Ya, puede. Bueno, ¿Qué planes tienes para una tarde como esta?
- ¿Una de palomitas y película?
- A ver que moñada de película pones.
- Elige tú entonces.

Y así pasaron lo que empezó siendo una aburrida tarde de lluvia.

La mañana siguiente. Las ocho menos diez de la mañana. El móvil de Rocío no paraba de sonar. Se leía “Dani” claramente en la pantalla.

- Dani, más te vale que me despiertes para decirme que he ganado un millón de euros o te puedo matar. Pero, ¿tú has visto que horas son?
- Lo siento Rocío, pero necesito compartirlo con alguien.
- ¿Compartir el qué?
- Lo que me acaba de pasar.
- ¿Te ha tocado a ti el millón de euros y has decidido darme la mitad? Si no es nada de eso, no sé yo si escucharte.
- Imbécil. Es algo serio. Es Claudia.
- ¿Claudia? – Pronunció Rocío temerosa. Claudia, siempre Claudia. Era el monotema para Dani. Una pena que fuese tan dañina para él. Una pena también que Rocío se tuviese que callar opiniones sobre Claudia como esa. Puede que por poco tiempo.
- Sí, hemos discutido.
- ¿Y no puedes esperar al menos tres horas para contármelo? Me vienen muy bien tres horas más de sueño.
- Es que acaba de pasar.
- ¿Te llama a horas como estas? Ah, que guay es, me asombra. – Ironizó Rocío.
- Me ha llamado y hemos discutido. Creo que iba borracha.
- Dani, ¿de verdad te compensa una persona así en tu vida?
- ¿Qué insinúas, Rocío?
- Nada. – Ese nada sonó a mucho.
- ¿Nada? ¿Estás segura? Porque a mí no me ha sonado a que no tengas nada que decirme.
- Mira Dani, ya has discutido con Claudia. ¿Quieres más discusión? Porque no estoy dispuesta a ponerme a discutir a estas horas, no sé como lo verás.
- De verdad, tener amigos para esto…
- Dani, ¿qué quieres que te diga? ¿Qué quieres que te aconseje? Dime que es lo que quieres que te diga, que te apetece oír a estas horas y te lo diré. Pero no quieras que opine sobre algo que ni apruebo ni me gusta.
- ¿Esa es la opinión que tienes sobre mi relación con Claudia?
- Sí. – Una buena ración de sinceridad por parte de Rocío.
- Oh genial, mi mejor amiga ocultándome cosas. Esto va de mal en peor.
- Dani, ya te he dicho que no me apetece discutir. Si me lo callé era para no hacerte daño. Es obvio que se te cae la baba por Claudia. ¿Qué pinto yo dándote mi opinión?
- Pues quería una opinión sincera de una persona importante para mí. Pero no, siempre es mejor callarse las cosas.
- ¿Prefieres que te diga que Claudia es una fresca? ¿Qué te quiere por la fama que estás adquiriendo con Auryn? ¿Qué no te merece? ¿De verdad quieres que te diga todo eso? Pues ahí lo tienes. ¿He sido suficiente sincera? ¿Te has quedado ya satisfecho o quieres que continúe? Porque tengo armamento para rato…
- Genial Rocío, genial. Te has lucido.
- ¿Lucirme? Para nada, me pediste una opinión. Bien, ahí la tienes. ¿Ves como era mejor que me quedase calladita?
- Sí, era mejor que te quedases callada.
- Pues piénsatelo mejor antes de pedirme una opinión. Y ahora, si no te importa, continúo durmiendo, porque como según tú es un “tener amigos para esto”, veo que ya pinto poco en esta conversación.
- Pero Rocío... – A Dani no le dio tiempo a acabar, Rocío había colgado antes.

Mentira. Pintaba mucho en esa conversación, pero era mejor darla por finalizada antes de que la cosa fuese a peor. Rocío ya no podía dormir. Maldito Dani, siempre liándola. Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. Pronto, muy pronto. Daba igual, desayunaría de todas maneras, ya sabía que no iba a poder volver a conciliar el sueño. Lo mismo de siempre. Café y una tostada con aceite. Rocío era una persona de costumbres.

La misma mañana. Jessica amanecía en una cama que no era la suya. Y en una casa que tampoco era la suya. La de los padres de Álvaro. ¡Que diferente era esa habitación a la de su piso en Madrid! Paredes verdes, con lo que Jessica le gustaba ese color. Ahora comprendía porque a Álvaro le gustaba tanto su casa allí. Daba gusto despertar en ese ambiente. Con una persona tras ella. Esa barba, esos ojos verdes. De un verde más profundo que las paredes de la habitación en la que se encontraban. Inconfundible. Álvaro amanecía a su lado. Increíble lo que le quería.

Se vistió, se despidió de él y se fue. Alcalá de Henares. Completamente desconocido. El plan era sencillo: Renfe hasta Atocha y allí, metro hasta su casa. Tuvo suerte de no perderse. Aquello era enorme. Una vez subida a la Renfe, una llamada rápida a Rocío para contarle la velada de la noche anterior no estaría nada mal.

- Hola. – Rocío precisamente feliz no sonaba.
- ¿Cómo estás?
- Flipando con la vida en general.
- ¿Y eso?
- Dani no es que sea una persona cabezota, es que supera a la persona más tozuda de este mundo.
- A ver, ahora que ha pasado.
- Me viene pidiendo consejo con Claudia y pretende que se lo dé encantada de la vida.
- ¿Consejo con Claudia?
- Sí, la muy... simpática le ha llamado esta mañana borracha y han discutido. Todo amor la muchacha, sí sí…
- ¡Que maja que es! – Jessica continuó con el uso de la ironía.
- Pues ya ves. Y claro, como no, ¡he salido tarifando yo con Dani!
- ¿Qué le has dicho?
- Todo lo que pensaba sobre Claudia.
- ¡Que bestia que eres!
- ¿Y que esperaba?
- Rocío, esperaba un buen consejo de su mejor amiga.
- Pues se va a quedar con las ganas. Es que, si no me gusta su relación con Claudia, no le voy a decir que me parece estupendo todo, ¿no? Bueno, en cualquier caso, da igual. El daño está hecho ya. Cuéntame que tal anoche. ¿Cómo lo pasasteis?
- Oh Dios Rocío, genial. Sus padres son amor, en serio.
- Espera, espera, llega el momento en el que entono lo que yo mucho digo y tanto tú odias: te lo dije.
- Eres estúpida.
- Me amas. Bueno, continúa con la historia, Julieta.
- Pues nada, estuvimos en la fiesta. La verdad es que hice muy buenas migas con su hermana que es majísima y que me trató como si fuese de su propia familia. Y poco más, la fiesta fue muy íntima y familiar. Como acabó muy tarde la cosa, sus padres nos ofrecieron quedarnos a su casa a dormir. El cuarto está intacto desde que Álvaro lo dejó, ¿sabes? Y encima con las paredes verdes. ¿Y tu qué? ¿Encontraste a alguien que disfrutase de tu compañía?
- Pues ciertamente fue Dani el que vino.
- ¿Y el resto de los chicos?
- Dice que fueron a cenar al cuarenta café.
- Misión suicida, ¿no?
- Completamente. Y pues nosotros no hicimos gran cosa. Película y palomitas.
- Vaya par de chapados a la antigua.
- Lo peor de todo es que lo sé. Por cierto, Jessica, ¿crees que debería pedirle perdón a Dani?
- Eso no es cosa mía, depende de ti.
- Es que, ambos hemos tenido la misma culpa. Pero claro, como somos una panda de orgullosos.
- Ahí le has dado.
- Creo que me pasaré a por chocolate e iré hasta su casa. No me he comportado como una amiga. No he estado cuando él me necesitaba. Menuda amiga estoy hecha…
- Tampoco será tan malo, Rocío. Ve, pediros perdón y punto. Sencillo y práctico.
- Jessica la de las mil soluciones.
- Correcto. Bueno, te dejo que estoy llegando ya a Atocha. Según llegue a casa, me voy a echar la siesta de mi vida y a estudiar que se me avecina un examen.
- Pues nada. Suerte y pasa buena tarde. Ya hablamos. ¡Te quiero!
- Y yo a ti, tonta.

Una tableta de chocolate blanco con galleta. El favorito de Dani sin duda alguna. Como le conocía Rocío, estaba claro que ese chocolate era su debilidad. Estaba envuelta en un papel con un lacito. Toda una tontería de detalle. Detalle que sabría que le encantaría a Dani. El mismo trayecto de siempre en metro hasta llegar a su casa.  ¿Qué maldito día se sacaría el carnet del coche?

El portal abierto. Todo un acierto. Mayor sería la sorpresa. Subió hasta ese dichoso tercero y llamó al timbre. Él le abrió. Un aspecto deplorable. Ojos rojos e hinchados. ¿Qué había pasado desde apenas una horas que había hablado con él?

- ¿Qué haces aquí? – Dani se sorprendió de verla.
- Actuar como una amiga.
- ¿Ahora?
- Sí, ahora. Mejor tarde que nunca. Lo siento muchísimo Dani, de veras.  
- No, si da igual. Pasa. – La dejó pasar.
- Toma, esto es para ti. – Le dio la tableta de chocolate envuelta. – Yo que tú, si no te la vas a comer ahora, la metería en la nevera.
- Gracias, de verdad. – La dio un abrazo.
- Eso es lo de menos. Y ahora, ¿qué te pasa? Sé que has llorado, eso es innegable.
- Claudia de nuevo. Ya que sé todo lo que piensas sobre ella, no quiero llenarte la cabeza con mis tonterías.
- ¿Tú eres tonto o te lo haces? Estoy aquí para eso. A ver, ¿qué te ha hecho ahora?
- Me ha dejado. – Dani volvió a romper a llorar. Extraño. Dani no era una persona que llorara mucho y menos por cosas como esas. Había tenido novias para aburrir. Muchas de ellas conocidas por Rocío y nunca había llorado por una ruptura. Y tuvo que ir a llorar justamente con la peor de sus relaciones. Claudia, la maldita de Claudia. Parecía que no sabía dar más que problemas.