viernes, 23 de noviembre de 2012

Capítulo 1


Una tarde de lluvia. Como odiaba Rocío la lluvia. Y más en una tarde de sábado. Tenía pensado acudir al cine pero se le chafó el plan. El ordenador portátil, un moño mal hecho, un pijama y unas zapatillas de andar por casa fueron el plan alternativo a aquel monótono sábado. ¿Y si llamaba a Jessica? Hacía una semana que no la veía y le apetecía pasar un rato con ella. Optó por llamarla.

- Dime bichejo. – Jessica cada día con un saludo diferente.
- Hola cara de culo. ¿Qué es de ti?
- Pues no me ha variado mucho la vida en una semana…
- Yo esperaba que sí. ¿Álvaro es un soso? Ya decía yo que...
- ¡Tú lo que eres es tonta! No, con Álvaro bien.
- Sin faltar, ¡que la tenemos! – Rocío rió. – No, era por si te querías venir a mi casa. Está lloviendo. Iba a ir al cine pero como que ya no con este tiempo. ¿Te hace una noche de chicas como cuando éramos pequeñas?
- Me encantaría pero no puedo.
- ¡Y será verdad eso de que tienes la agenda apretada! Maldita seas.
- Completamente en serio. Los padres de Álvaro celebran sus bodas de plata y él me ha invitado.
- ¡Eso es toda una presentación en sociedad!
- Cállate maldita, ¡que me muero de la vergüenza! ¿Conocer a sus padres? ¿Estamos locos o qué?
- Ey, ¡que tampoco es tan malo! Seguro que son majísimos.
- Eso me da igual. Me imponen respeto. ¿Qué pueden llegar a pensar de la novia de su hijo?
- Pues que eres su novia, inútil. ¿Qué te crees que iban a pensar? ¿Qué eres una violadora?
- ¿Y si piensan eso? – Jessica se reía sólo por imaginar dicha situación.
- ¡Que boba eres! Pues nada, violadora en potencia, voy a ver si a alguien le apetece disfrutar de mi compañía. Pásalo bien. Ya me contarás que tal ha ido.
- Prueba a llamar a alguno de estos, que creo que están en la misma situación que tú. Eso está hecho. Espero salir viva de la fiesta.
- ¡Exagerada que eres! Adiós. – Rocío colgó.

Llovía a cántaros en la calle. Un chubasquero negro era todo lo que le protegía de la lluvia. Estaba muriéndose de frío. Tenía ganas de llegar.

- Tenía que haber cogido el coche. Pero claro, como estaba chispeando no se me ocurrió nada mejor que coger el metro. – Ese era el pensamiento de Dani conforme avanzaba por las calles del centro de Madrid hasta llegar hasta casa de Rocío.

Agradeció que al menos el ascensor funcionase. Estaba ya acostumbrado a subir por las escaleras de los pisos donde él vivía. A fin de cuentas, tenía una comunidad de vecinos a la que le daba igual el estado del piso y por ello, llevaban más de dos meses sin ascensor. Pobre del que viviese en el quinto.

- Veo que recibiste mi whatsapp. – Rocío le dejó pasar. – Gracias por venir, en serio. Me estaría muriendo del asco en estas cuatro paredes de no ser por ti. Trae, dame ese abrigo que está empapado. ¡Debes estar muerto de frío!
- ¡Ya sé que no puedes vivir sin mí! – Le dio a Rocío su chubasquero y ella lo puso en una de las sillas del comedor para que se secase. Como siempre, olía a incienso. A Dani le encantaba ese olor. Su madre también quemaba incienso en su casa. Era como estar en su pueblo. Nostálgico pero a la vez, cargado de recuerdos bonitos.
- ¿Y Blas, Carlos y David?
- Han decidido ir a cenar al cuarenta café. Toda una propuesta suicida con la que está cayendo. Me lo propusieron antes de recibir tu whatsapp pero ni de broma iba a ir hasta el cuarenta café.
- Sin embargo hasta aquí sí que has venido.
- Tú eres caso aparte, tonta. Además, no te he vuelto a ver desde el día del concierto.
- Ya, he estado ocupada.
- ¿Con qué?
- La universidad. – Sentenció Rocío. Era cierto, la universidad la robaba un montón de su tiempo. La de distanciamientos con Dani que la había costado la universidad. Su primer año fue así, completamente aislada el mundo, estudiando. Ahora estaba mucho más relajada.
- ¡Eres toda una empollona!
- ¡Y tú cantas de pena!
- Oh, ¡eso ha sido un golpe bajo! Además, sabes que eso no es verdad, que yo canto como los ángeles. – Dani empezó a hacerla cosquillas.
- ¿Cómo los ángeles? ¿Y todos esos gallos que haces? ¿De dónde salen? – Rocío pronunciaba entre carcajadas por las cosquillas.
- ¿Y los discos vendidos?
- Todo retoque de estudio. Hasta yo canto mejor que tú, cacho de feo. ¡Y eso ya es decir! – A Rocío le empezaba a doler la tripa de reírse.
- Ya, ya… excusas. En realidad adoras mi voz. – La risa de Rocío debía de ser contagiosa, dado que Dani también reía de manera muy sonora.
- Eres lo peor.
- Ya, puede. Bueno, ¿Qué planes tienes para una tarde como esta?
- ¿Una de palomitas y película?
- A ver que moñada de película pones.
- Elige tú entonces.

Y así pasaron lo que empezó siendo una aburrida tarde de lluvia.

La mañana siguiente. Las ocho menos diez de la mañana. El móvil de Rocío no paraba de sonar. Se leía “Dani” claramente en la pantalla.

- Dani, más te vale que me despiertes para decirme que he ganado un millón de euros o te puedo matar. Pero, ¿tú has visto que horas son?
- Lo siento Rocío, pero necesito compartirlo con alguien.
- ¿Compartir el qué?
- Lo que me acaba de pasar.
- ¿Te ha tocado a ti el millón de euros y has decidido darme la mitad? Si no es nada de eso, no sé yo si escucharte.
- Imbécil. Es algo serio. Es Claudia.
- ¿Claudia? – Pronunció Rocío temerosa. Claudia, siempre Claudia. Era el monotema para Dani. Una pena que fuese tan dañina para él. Una pena también que Rocío se tuviese que callar opiniones sobre Claudia como esa. Puede que por poco tiempo.
- Sí, hemos discutido.
- ¿Y no puedes esperar al menos tres horas para contármelo? Me vienen muy bien tres horas más de sueño.
- Es que acaba de pasar.
- ¿Te llama a horas como estas? Ah, que guay es, me asombra. – Ironizó Rocío.
- Me ha llamado y hemos discutido. Creo que iba borracha.
- Dani, ¿de verdad te compensa una persona así en tu vida?
- ¿Qué insinúas, Rocío?
- Nada. – Ese nada sonó a mucho.
- ¿Nada? ¿Estás segura? Porque a mí no me ha sonado a que no tengas nada que decirme.
- Mira Dani, ya has discutido con Claudia. ¿Quieres más discusión? Porque no estoy dispuesta a ponerme a discutir a estas horas, no sé como lo verás.
- De verdad, tener amigos para esto…
- Dani, ¿qué quieres que te diga? ¿Qué quieres que te aconseje? Dime que es lo que quieres que te diga, que te apetece oír a estas horas y te lo diré. Pero no quieras que opine sobre algo que ni apruebo ni me gusta.
- ¿Esa es la opinión que tienes sobre mi relación con Claudia?
- Sí. – Una buena ración de sinceridad por parte de Rocío.
- Oh genial, mi mejor amiga ocultándome cosas. Esto va de mal en peor.
- Dani, ya te he dicho que no me apetece discutir. Si me lo callé era para no hacerte daño. Es obvio que se te cae la baba por Claudia. ¿Qué pinto yo dándote mi opinión?
- Pues quería una opinión sincera de una persona importante para mí. Pero no, siempre es mejor callarse las cosas.
- ¿Prefieres que te diga que Claudia es una fresca? ¿Qué te quiere por la fama que estás adquiriendo con Auryn? ¿Qué no te merece? ¿De verdad quieres que te diga todo eso? Pues ahí lo tienes. ¿He sido suficiente sincera? ¿Te has quedado ya satisfecho o quieres que continúe? Porque tengo armamento para rato…
- Genial Rocío, genial. Te has lucido.
- ¿Lucirme? Para nada, me pediste una opinión. Bien, ahí la tienes. ¿Ves como era mejor que me quedase calladita?
- Sí, era mejor que te quedases callada.
- Pues piénsatelo mejor antes de pedirme una opinión. Y ahora, si no te importa, continúo durmiendo, porque como según tú es un “tener amigos para esto”, veo que ya pinto poco en esta conversación.
- Pero Rocío... – A Dani no le dio tiempo a acabar, Rocío había colgado antes.

Mentira. Pintaba mucho en esa conversación, pero era mejor darla por finalizada antes de que la cosa fuese a peor. Rocío ya no podía dormir. Maldito Dani, siempre liándola. Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. Pronto, muy pronto. Daba igual, desayunaría de todas maneras, ya sabía que no iba a poder volver a conciliar el sueño. Lo mismo de siempre. Café y una tostada con aceite. Rocío era una persona de costumbres.

La misma mañana. Jessica amanecía en una cama que no era la suya. Y en una casa que tampoco era la suya. La de los padres de Álvaro. ¡Que diferente era esa habitación a la de su piso en Madrid! Paredes verdes, con lo que Jessica le gustaba ese color. Ahora comprendía porque a Álvaro le gustaba tanto su casa allí. Daba gusto despertar en ese ambiente. Con una persona tras ella. Esa barba, esos ojos verdes. De un verde más profundo que las paredes de la habitación en la que se encontraban. Inconfundible. Álvaro amanecía a su lado. Increíble lo que le quería.

Se vistió, se despidió de él y se fue. Alcalá de Henares. Completamente desconocido. El plan era sencillo: Renfe hasta Atocha y allí, metro hasta su casa. Tuvo suerte de no perderse. Aquello era enorme. Una vez subida a la Renfe, una llamada rápida a Rocío para contarle la velada de la noche anterior no estaría nada mal.

- Hola. – Rocío precisamente feliz no sonaba.
- ¿Cómo estás?
- Flipando con la vida en general.
- ¿Y eso?
- Dani no es que sea una persona cabezota, es que supera a la persona más tozuda de este mundo.
- A ver, ahora que ha pasado.
- Me viene pidiendo consejo con Claudia y pretende que se lo dé encantada de la vida.
- ¿Consejo con Claudia?
- Sí, la muy... simpática le ha llamado esta mañana borracha y han discutido. Todo amor la muchacha, sí sí…
- ¡Que maja que es! – Jessica continuó con el uso de la ironía.
- Pues ya ves. Y claro, como no, ¡he salido tarifando yo con Dani!
- ¿Qué le has dicho?
- Todo lo que pensaba sobre Claudia.
- ¡Que bestia que eres!
- ¿Y que esperaba?
- Rocío, esperaba un buen consejo de su mejor amiga.
- Pues se va a quedar con las ganas. Es que, si no me gusta su relación con Claudia, no le voy a decir que me parece estupendo todo, ¿no? Bueno, en cualquier caso, da igual. El daño está hecho ya. Cuéntame que tal anoche. ¿Cómo lo pasasteis?
- Oh Dios Rocío, genial. Sus padres son amor, en serio.
- Espera, espera, llega el momento en el que entono lo que yo mucho digo y tanto tú odias: te lo dije.
- Eres estúpida.
- Me amas. Bueno, continúa con la historia, Julieta.
- Pues nada, estuvimos en la fiesta. La verdad es que hice muy buenas migas con su hermana que es majísima y que me trató como si fuese de su propia familia. Y poco más, la fiesta fue muy íntima y familiar. Como acabó muy tarde la cosa, sus padres nos ofrecieron quedarnos a su casa a dormir. El cuarto está intacto desde que Álvaro lo dejó, ¿sabes? Y encima con las paredes verdes. ¿Y tu qué? ¿Encontraste a alguien que disfrutase de tu compañía?
- Pues ciertamente fue Dani el que vino.
- ¿Y el resto de los chicos?
- Dice que fueron a cenar al cuarenta café.
- Misión suicida, ¿no?
- Completamente. Y pues nosotros no hicimos gran cosa. Película y palomitas.
- Vaya par de chapados a la antigua.
- Lo peor de todo es que lo sé. Por cierto, Jessica, ¿crees que debería pedirle perdón a Dani?
- Eso no es cosa mía, depende de ti.
- Es que, ambos hemos tenido la misma culpa. Pero claro, como somos una panda de orgullosos.
- Ahí le has dado.
- Creo que me pasaré a por chocolate e iré hasta su casa. No me he comportado como una amiga. No he estado cuando él me necesitaba. Menuda amiga estoy hecha…
- Tampoco será tan malo, Rocío. Ve, pediros perdón y punto. Sencillo y práctico.
- Jessica la de las mil soluciones.
- Correcto. Bueno, te dejo que estoy llegando ya a Atocha. Según llegue a casa, me voy a echar la siesta de mi vida y a estudiar que se me avecina un examen.
- Pues nada. Suerte y pasa buena tarde. Ya hablamos. ¡Te quiero!
- Y yo a ti, tonta.

Una tableta de chocolate blanco con galleta. El favorito de Dani sin duda alguna. Como le conocía Rocío, estaba claro que ese chocolate era su debilidad. Estaba envuelta en un papel con un lacito. Toda una tontería de detalle. Detalle que sabría que le encantaría a Dani. El mismo trayecto de siempre en metro hasta llegar a su casa.  ¿Qué maldito día se sacaría el carnet del coche?

El portal abierto. Todo un acierto. Mayor sería la sorpresa. Subió hasta ese dichoso tercero y llamó al timbre. Él le abrió. Un aspecto deplorable. Ojos rojos e hinchados. ¿Qué había pasado desde apenas una horas que había hablado con él?

- ¿Qué haces aquí? – Dani se sorprendió de verla.
- Actuar como una amiga.
- ¿Ahora?
- Sí, ahora. Mejor tarde que nunca. Lo siento muchísimo Dani, de veras.  
- No, si da igual. Pasa. – La dejó pasar.
- Toma, esto es para ti. – Le dio la tableta de chocolate envuelta. – Yo que tú, si no te la vas a comer ahora, la metería en la nevera.
- Gracias, de verdad. – La dio un abrazo.
- Eso es lo de menos. Y ahora, ¿qué te pasa? Sé que has llorado, eso es innegable.
- Claudia de nuevo. Ya que sé todo lo que piensas sobre ella, no quiero llenarte la cabeza con mis tonterías.
- ¿Tú eres tonto o te lo haces? Estoy aquí para eso. A ver, ¿qué te ha hecho ahora?
- Me ha dejado. – Dani volvió a romper a llorar. Extraño. Dani no era una persona que llorara mucho y menos por cosas como esas. Había tenido novias para aburrir. Muchas de ellas conocidas por Rocío y nunca había llorado por una ruptura. Y tuvo que ir a llorar justamente con la peor de sus relaciones. Claudia, la maldita de Claudia. Parecía que no sabía dar más que problemas.

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