domingo, 27 de enero de 2013

Capítulo 4


- A ver, recapitulemos, ¿qué ha pasado? – Jessica y Álvaro llegaron quince minutos después de la llamada de Blas.
- Le hemos perdido. ¡Hemos perdido a Dani! Madre mía, vamos a morir como no le encontremos.
- Pero, ¿cómo le habéis perdido? – Preguntó Jessica.
- Iba el último porque decía que se había torcido el tobillo y que le dolía muchísimo. – Rocío pronunciaba entre lágrimas y aspiraba por la nariz con esfuerzo por el constipado. – Dijo que continuásemos, que él ya nos alcanzaría más tarde.
- Vale, que no cunda el pánico. – Dijo Álvaro. - ¿Habéis probado a llamarle al móvil?
- Su iPhone está en la casa. Le he visto encima de la mesa al salir a toda prisa. – Apuntó Jessica.
- Lo que nos faltaba entonces. A ver, nos dividiremos. – Propuso Álvaro, intentando que no cundiese el pánico.
- Está bien. Rocío y yo iremos por el sendero del árbol por el que pasamos antes. – Propuso Carlos.
- Vale. David y yo iremos por el camino de vuelta al pueblo por si acaso está buscando como volver y está por allí. – Contestó Blas.
- Pues entonces, Jessica y yo buscaremos por el pueblo. Es pequeño, sí, pero nuestra casa está escondidita.

Arbustos. Eso era todo lo que se veía por el sendero por el que iban Carlos y Rocío. A lo lejos, observaron un árbol. Decidieron asomarse. Allí estaba Dani, sentado apoyado en ese árbol. Era incapaz de levantarse. Una rama bloqueaba su pierna izquierda. Carlos consiguió retirar la rama de la pierna de Dani. Entre él y Rocío consiguieron levantar a Dani. Tenía un buen golpe en dicha pierna. Carlos llamó a los demás para decirles que le habían encontrado. Se reunieron al principio del sendero que salía a campo abierto, como antes de dividirse.

- ¿Qué te ha pasado? – Saludó David a Dani revolviéndole el pelo según le vio.
- Me torcí el tobillo, me apoyé en un árbol a esperar un poco a que se me pasase con tan mala suerte de que se me cayó una rama del árbol en la pierna y era imposible retirarla. – Explicaba Dani. – Ya pensé que me dejaríais aquí.
- Pues lo habíamos pensado, ¿eh? – Bromeaba Carlos. – Pero hubiese sido imposible. Álvaro se habría apiadado de ti y te hubiera buscado, que se conoce este bosque como la palma de su mano.
- Vamos, vayamos ya a casa que se nos hace de noche y mañana salimos pronto hacia Madrid. – Se apresuró a decir Blas.

Empezaron a andar de camino hacia la casa rural mientras se hacía de noche. Dani no podía apoyar la pierna en el suelo así que David y Rocío le ayudaban cada uno por un lado.

- Oye David, me parece muy bien que me hagas llevarte el móvil porque no tienes bolsillos donde guardarlo, pero, ¿eso implica que tengo que cogerte las llamadas cual secretaria? ¡Te está sonando el móvil! – Dijo Blas.
- Voy. Rocío, ¿puedes con Dani tú sola? – Preguntó David.
- Sí, tranquilo. Ve y coge la llamada. Puede apoyar un pie así que es tarea fácil.
- Rocío, ¿eres consciente de que tienes los ojos rojos y de que sé de sobra de qué es? Has llorado, ¿verdad? – Comenzó Dani dando conversación cuando estaban a veinte metros del resto, que iban más rápido y sin prestarles atención a ninguno de los dos.
- ¿Y eso qué más da?
- No me hubiese pasado nada.
- Pero, ¿y si te hubiese pasado?
- Eres demasiado negativa.
- No, se llama realismo.
- Siempre sacándole la puntilla a todo…
- Estás a nada de que te suelte y eches a andar tú solito si es que puedes, guapo.
- Eh, ¡no te enfades!
- Me das motivos para ello.
- Das miedo cuando te enfadas.
- Entonces doy miedo un noventa y cinco por ciento de las veces.
- No quería ser yo quien te lo dijera pero… sí.
- ¡Eres idiota! – Rocío le propinó una colleja a Dani.

Llegaron a la casa siendo ya casi de noche. Estaba claro que se habían ido demasiado lejos. La casa estaba bien equipada. Tenía hasta botiquín de primeros auxilios. Rocío le curaba y vendaba el pie a Dani.

- ¿Te quieres estar quieto? – Gritaba Rocío a Dani.
- Rocío, me duele cuando echas alcohol a la herida. ¿Qué quieres que le haga?
- Que no te quejes, eso quiero. Ale, ya está. Te pongo la venda y solucionado.
- Con cuidado ¿eh?
- Lo que tú digas. ¿Sabes? Esto me trae muchos recuerdos.
- ¿Recuerdos?
- Sí, ¿recuerdas cuando me hice yo ese esguince hace un par de años?
- Como para no recordarlo, ¡te llevé en coche todas las mañanas durante un mes!
- ¿Me hubieras imaginado subiendo en autobús? Imposible con ese escalón.
- Cierto. – Dani reía.
- Pasábamos buenos ratos antes, ¿verdad? Estábamos todos los días juntos.
- ¿Antes? Ahora también.
- No Dani, ahora ya no. Te veo muy poco. Y cuando apareció ella, te veía menos aún.
- ¿Ella? Te refieres a Claudia, ¿verdad?
- Sí. – Rocío se incorporó del suelo donde estaba vendando a Dani y se sentó en el sofá junto a él.
- Pero yo ya no estoy con ella. ¿Y sabes lo bueno de que nos veamos tan poco?
- Ah, ¿qué tiene algo de bueno?
- Sí, me da tiempo a echarte más de menos. – Dani rodeó a Rocío los hombros con el brazo, la atrajo hacia él y la besó en la mejilla.

La mañana siguiente. Todas las maletas estaban apiladas en la puerta de salida. Todos desayunaban en la enorme mesa del comedor. El último desayuno en esa casa.

- Chicos, tengo una duda. Si Dani tiene el pie así, ¿quién va a conducir el camino de vuelta? – Preguntó Jessica, recogiendo su taza de la mesa.
- Habíamos pensado que tú. – Propuso David.
- Pero, ¿estáis locos? ¡Si yo no tengo carnet! Y además, sólo tengo el teórico, hasta dentro de dos semanas no me presento al práctico. No, ni de broma. – Jessica negaba con la cabeza.
- Jess, si tienes un montón de horas de prácticas. Además, con un poco de suerte no habrá ni un policía. – Álvaro guiño el ojo a Jessica a modo de complicidad.
- Está bien. – A Jessica le daban vuelcos en el corazón cada vez que Álvaro sonreía, guiñaba el ojo o hacía algo con su cara que le hiciese parecer más tierno de lo que ya era. Aún estando con él, esos detalles le ponían nerviosa desde que estaba platónicamente enamorada de él.

Terminaron de desayunar rápidamente ya que tenían una hora puesta para dejar la casa y que llegasen unos nuevos inquilinos. Jessica se subió al coche muy insegura. Era la primera vez que conducía un coche que no fuese el de la autoescuela. Bueno, para ser más exactos, una furgoneta. Arrancaron y partieron hacia Madrid.

- Jessica, te ha llegado un whatsapp. No sé de quien será. – Dijo Álvaro, que tenía el móvil de Jessica en las manos.
- Dame que lo miro.
- Sí hombre, ¡lo que nos faltaba! Que mirases el móvil mientras conduces y sin carnet. ¿Te miro quién es?
- No, déjalo. Cuando lleguemos a Madrid lo miro.
- De acuerdo.

Álvaro hizo caso omiso a Jessica. Desbloqueó el móvil y abrió el whatsapp.

“Jessica, vengo a pasar unos días a Madrid por un rodaje nuevo que me ha salido en Madrid. He pensado en que podríamos vernos. Te he echado mucho de menos. ¡Espero que sigas igual de guapa que siempre! Un beso.”

Álvaro observó el contacto del mensaje. Le sonaba un montón. ¡Pues claro! Era Alex. Alex Monner. Empezó con él en el teatro, a él le salió una serie que triunfó y se marchó a Barcelona a vivir. Pero, ¿qué querría de Jessica? ¿De qué la conocía? ¿Por qué aquel trato tan afectuoso? Un nudo se empezó a desarrollar en el estómago de Álvaro. Un nudo llamado celos.