sábado, 15 de diciembre de 2012

Capítulo 3


- Rocío, ¿te queda mucho? Los chicos nos están esperando abajo con la furgoneta y las maletas metidas desde anoche en el maletero. ¿Por qué siempre eres tan tardona? – Jessica se impacientaba dando vueltas por el salón.
- No, ya está. ¿Tardona? ¿Quién espera a quién siempre que quedamos para salir? – Rocío salía por el pasillo a la pata coja terminando de colocarse una de las botas. - ¿A qué a Álvaro no le haces esperar tanto?
- Eh, pues claro que no. Sólo hago esperar a la gente con el pelo naranja como tú.
- ¿Sabes que te odio? – Rocío reía. Cogió el abrigo, comprobó que llevaba las llaves en el bolso y cerró la puerta de la casa.
- Recuérdame como acepté venir de excursión este fin de semana. Odio el campo. – Jessica entró en el ascensor.
- Pues porque a mí no me ibas abandonar con estos cinco en pleno monte perdido de la mano de Dios y porque es una aventura más de tu amor con Alvarito.
- Te odio, en serio. – Jessica le dio una colleja a su amiga.
- Que manía la tuya de negar tu aprecio hacia mí.

Salieron por la puerta y allí estaban los cinco. Abrigados hasta las cejas y esperando en la furgoneta. Una furgoneta negra de siete plazas. Justitos entraban. Les esperaba un viaje largo y, con ni más ni menos que Dani al volante.

En cuestión de horas, llegaron a la casa rural. Buen aspecto. Y encima, tenía jacuzzi. O al menos, eso habían leído cuando se informaron al reservarla. Ese pueblo no era nuevo para ellos. Álvaro y Blas, que se conocían desde que era unos niños, habían ido en más de una ocasión de vacaciones allí con sus padres, que siempre habían mantenido una estrecha amistad. Era una completa desconexión tanto para los chicos como para Jessica y Rocío. Un pueblo de apenas cien habitantes en lo más recóndito de Asturias. Sonaba muy bien.

Tras acomodarse, repartirse las habitaciones con alguna que otra discusión e insistir en disfrutar de una siesta al más puro estilo rural, la noche se les echó encima. Rocío fue la última en despertar. Miró en el salón, en todas las habitaciones (con previa llamada a la puerta por si incomodaba a alguien que estuviese en un momento de intimidad), en la cocina. Pero nada. Todos parecían haberse desvanecido. Oyó la sonora risa de Jessica. La risa de Jessica era reconocible entre un millón. Era única y exclusiva. Observó en el pequeño patio de hierba y vallado que tenía la casa rural. Allí estaban todos, haciendo barbacoa.

- Creíamos ya que nunca despertarías. – Dijo Blas, que fue el primero en verla.
- Ese es vuestro mayor sueño, que lo sé yo. – Todos rieron. – Por cierto, ¿de quién es la brillante idea de la barbacoa con el frío que hace?
- De Dani. – Señaló Álvaro, que tenía a Jessica sentada sobre sus piernas.
- Yo no sé de que me sorprende, las ideas de bombero retirado suelen ser suyas. – Rocío se frotaba las manos y se enrollaba la bufanda alrededor del cuello. Era de noche y hacía frío.
- ¿Tienes frío? – Preguntó Dani, el cual estaba entretenido con la barbacoa.
- No hombre, es un nuevo anuncio de Hipercor. ¿No me digas que no le has visto? Con lo bonito que es…
- Eres lo más tonto que conozco. Mira, ven. – Dani la atrajo hacia él, la puso frente a la barbacoa, le agarró las manos y las puso a escasa distancia de las brasas. – Así mejor, ¿a qué sí? Pero claro, como yo soy “el de las ideas de bombero retirado”…
- Y lo eres Dani, y lo eres… - Saltó David. – Una barbacoa con este frío y a estas horas no es ni me medio normal.
- Eh, pues nadie me puso pega cuando comenté los filetes que tenía pensados hacer en esta barbacoa.
- Es que, cuando el hambre aprieta… - Dijo Carlos, provocando risas.

La mañana siguiente. Rayos de sol entre las persianas dejando el aspecto de la habitación a rayas. Dani se puso las zapatillas y salió de su habitación. Se asomó a la habitación de Rocío, que aún continuaba durmiendo con la puerta de la habitación abierta. Dormían de dos en dos en las habitaciones que había en la casa. Rocío dormía con Carlos. A Dani eso le molestaba muchísimo. Observaba a Rocío dormir desde el marco de la puerta. Estaba ella sola en la cama. Dedujo que Carlos estaría ya en la planta baja de la casa desayunando con los demás. Se metió en la cama. Se acercó a la cara de Rocío y le mordió la oreja.

- Daniel, estas no son maneras. – Rocío se tocaba la oreja dolorida por el mordisco.
- Buenos días.
- ¿Buenos? No, para mí no lo son. Tengo mucho frío.
- Pues está la calefacción puesta, ¿cómo vas a tener frío?
- No lo sé, llevo toda la noche así. Hasta Carlos me ha traído un ibuprofeno de madrugada.
- A ver. – Dani le puso la mano sobre la frente. – Rocío, estás ardiendo.
- Excelente deducción. Algo me olía ya cuando esta noche no he dormido casi nada. Y casi cuando me estoy empezando a dormir de nuevo, llegas.
- Pues entonces, haremos una cosa, me quedo yo aquí y ya verás como te duermes. – Dani la atrajo hacia él. Ella apoyó la cabeza en su pecho. Oía latir su corazón. A dos mil por hora como mínimo. Raro. ¿Dani con el pulso acelerado? No tenía sentido. Y con el ritmo del corazón de Dani, Rocío se quedo dormida. Ahí mismo, sobre su pecho.

Café, chocolate, churros, napolitanas... Todo un arsenal de comida estaba sobre la mesa del comedor. Carlos engullía con ansía todo lo que tuviese chocolate.

- Deja un poco para los que están por bajar, ¿no? – Le replicó David.
- No creo que tengan mucha hambre. – Respondió él.
- ¿Y eso? ¿Qué ha pasado? – Preguntó Jessica preocupada.
- Rocío esta mala. O constipado o gripe, pero tiene fiebre. Esta noche la he tenido que llevar un ibuprofeno a la cama.
- Vaya tela.

Las doce y veinticinco. Rocío y Dani bajaban de la planta de arriba de la casa al salón. Jessica estaba sentada en el sofá de cuero que había en el salón mientras leía un libro. Rocío le había visto ese libro un montón de veces. Ese y cualquiera de la trilogía. Recuerda lo insistente que se puso Jessica en esa trilogía. Y recuerda como entre ella y Álvaro se la compraron por su cumpleaños. Aquella imborrable sonrisa en la cara de Jessica al desempapelar el regalo aquel veintiocho de diciembre. La de bromas que le habían gastado por nacer el día de los santos inocentes. Épico. Álvaro bajaba con unas velas hasta la planta más baja de los tres pisos de la casa. Y Carlos observaba su ordenador con muchísima atención.

- ¿Cómo estás? – Preguntó Jessica, poniendo un dedo en la página por la que se había quedado.
- Bien. Me he inflado a pastillas y supongo que en unas horas estaré bien. Por cierto, ¿Blas y David?
- Han ido a por pan a la única tienda del pueblo.
- Pues no habrán ido muy lejos, esto es enano. – Rocío rió.
- Por cierto chicos, hemos pensado en ir a dar una vuelta muy rural por el campo esta tarde. Hay un sendero que nos lleva a mitad del campo.
- Dios, ¡no me pierdo esa aventura por nada del mundo! Auryn por el campo, eso sí que va a pasar a la historia. – Rocío sonaba divertida.
- ¿Por quiénes nos has tomado, Rocío? – Preguntó David según entraba por la puerta.
- Por unos pijos, para que negarlo.
- Ya te vale, pelo naranja. Además, me han comentado que estás mala, ¿cómo vas a venirte de excursión con pijos como nosotros?
- Me hará bien salir. Es aire puro. No me hará mal. Además, quiero ver como alguno se tropieza con alguna piedra.
- Eres el mal naranja. – Dijo Jessica, que contemplaba la escena desde el sofá.
- Tú vas a venir, ¿no?
- Que va, Álvaro y yo nos quedamos. No me gusta nada el campo.
- Ni a mí, pero suena entretenido. – Reía Rocío.

Blas, Carlos, Dani, David y Rocío hacía un rato que se habían ido a su excursión campestre. Jessica continuaba leyendo el mismo libro sentada en una manta en el suelo frente a la chimenea.

- Podríamos probar el jacuzzi de la planta de abajo. – Propuso Álvaro, que se sentó en la manta junto a Jessica.
- Hace frío, Álvaro.
- Venga, anda. No seas sosa. – Álvaro ponía morritos a Jessica para que ésta accediese.
- Está bien. – Jessica no podía resistirse a semejante sonrisa.
- Y será verdad que has traído bikini…
- ¡Por supuesto! Leí que había jacuzzi, ¿cómo me iba a ir de aquí sin probarlo? Y tú, ¿has traído bañador?
- No.
- Bien Álvaro, ¡muy bien!
- No te preocupes ahora por eso.

Quince minutos después, Jessica bajaba a la puerta que había frente a las escaleras que bajaban a la planta más baja de todas, en la que estaba el jacuzzi.  Frente a esa puerta la estaba esperando Álvaro, con un pañuelo entre las manos. Le colocó el pañuelo frente a los ojos y se lo ató. Una vez abierta la puerta, se lo soltó. Un caminito de velas llevaba hasta el jacuzzi. Álvaro y Jessica se introdujeron en el agua. Álvaro la atrajo hacía él y comenzó a besarla. La boca, la oreja, el cuello. Su mano izquierda, posada en la espalda de Jessica comenzó a subir hasta el nudo del bikini. La mano ágil de Jessica frenó la de Álvaro.

- No Álvaro, aquí no. – Jessica se lamentó al momento de haberle frenado y bajó la mirada.
- Eh, Jess. – Él la levantó la barbilla. – No te preocupes, otra vez será. No pasa nada. Entiendo que no te apeteciese.
- Gracias Álvaro. – Ella le dedicó una tímida sonrisa.

En ese preciso momento, sonó el móvil de Álvaro. Álvaro salió de inmediato del jacuzzi, se puso una toalla alrededor de la cintura como pudo y se acercó al teléfono. “Blas” brillaba en la pantalla. Decidió cogerlo.

- ¿Sí? – Dijo Álvaro
- Tío, tenéis que venir pero ya aquí.
- ¿Qué pasa?
- Hemos perdido a un Auryn. No sabemos donde está.
- Pero, ¿a quién? Vamos a ver, Blas, ¿en qué parte estáis?
- Al principio del sendero que sale a campo abierto, junto al árbol. Venid, por favor. – Tras la voz de Blas se oía un llanto, el de Rocío.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Capítulo 2


Unos cuantos días desde aquel deplorable San Valentín. Deplorable por dos sencillas cosas: Rocío sin pareja y todo el mundo de enamorados de la vida por ahí y porque era el maldito día en que Claudia y Dani habían vuelto. Dani era inocente como él sólo. O al menos, eso es lo que pensaba Rocío. ¿Qué hacía volviendo con una persona que tantos dolores de cabeza le había dado y que había incluso dado pie a una discusión entre Dani y Rocío? Lo dicho, inocencia. Y hasta puede que un poco de enamoramiento. Que Claudia era muy guapa y que por eso pegaba con Dani era indudable. Pero era de esas de las que en físico gana mucho y en personalidad se lo carga todo. Así era la maravillosa Claudia. Maravillosa como término irónico, obviamente.

Últimamente el móvil de Rocío no hacía más que sonar. Y una vez más, sonó. ¿Quién la llamaba esta vez? Extraño fue ver “Carlos” en la pantalla. ¿Carlos? Curioso.

- ¡Rubiales! – Exclamó Rocío.
- ¡Pelo naranja!
- Oh Dios, ¡no sabes como odio que Jessica te pegue sus expresiones!
- Es mucho tiempo con ella casi a diario, ¡algo se me tenía que pegar!
- Pues te odio por ello.
- Bah, pequeñeces, ¡me adoras! Bueno, a lo que iba. Celebro el fiestón del año por mi cumpleaños.
- ¿Y has pensado en mí para…?
- ¡Que vengas, tonta!
- ¿Y si no quiero?
- ¡Pues te pego!
- Anda, ¡ya será menos! Vale, pues dime sitio y hora.
- Me vas a odiar de por vida y soy consciente de ello por no haberte avisado antes pero es que hasta ayer no pude reservar el local. Es mañana, empieza a las once.
- Vale, ¡pues supongo que allí estaré!
- ¿Supones? No, no, ¡o vienes o voy a tu casa y te traigo de los pelos!
- ¡Cuanta agresividad!
- Es lo que hay cuando pretendes perderte el fiestón de año.
- Ah, ¡el fiestón de año! Interesante…
- ¡Imbécil! Vienes porque es mi cumpleaños y punto, ¿vale?
- Señor, ¡sí, señor! Por cierto, ¿quiénes van?
- Amigos míos de Alicante, amigos de Auryn así en general, Álvaro y Jessica, Blas, David y Dani supongo que con Claudia.
- Oh, ¡que genialidad! Claudia…
- Sí, ¡he invitado a tu mejor amiga! ¿A que es genial?
- ¡Tú eres tonto! Por cierto, ¿cómo sabes lo mucho que la adoro? – Rocío hizo uso de la ironía una vez más en su pregunta.
- Dani me lo contó. La quieres mucho, ¿eh?
- Muchísimo. Somos amigas para siempre, ¿no lo sabías? No, ahora en serio, ¿me dirás que a ti no te cae mal?
- No me cae, que es diferente. Ni la quiero para Dani, ni la quiero alejada de él por lo pillado que está de ella.
- Ya le intenté yo abrir los ojos y ya viste que mal parados salimos ambos…
- ¡Pues Claudia creo que lo sabe!
- ¿Me lo estás diciendo en serio?
- Creo que sí que lo sabe.
- Pues creo que puedo matar a Dani.
- ¿Por qué? Es tan sólo una opinión.
- Ya, pero cuando se lo dices a Claudia, se me mete a mí en la relación, que es lo último que quiero. Además, Dani es mi mejor amigo y esas cosas no se cuentan, ¿sabes?
- Puf, no sé que decirte, Rocío…
- Bah Carlos, no le des importancia, da igual. Son tonterías. Mañana estaré allí, ¿vale?
- Allí te veo. Adiós pelo naranja.
- Adiós feo. – Colgaron.

Un día después. Jessica en tacones por Alcalá a las nueve y media de la noche cuando la fiesta era a las once. Muy normal. Iba a buscar a Álvaro a casa de sus padres. Allí los recogería Dani en su coche con Claudia e irían directos para la fiesta. Ese era el plan.

Fue la madre de Álvaro quien abrió la puerta para recibir a Jessica. Álvaro iba de un lado para otro de la casa abrochándose los botones de la camisa, poniéndose los zapatos.

- ¡Mira que vas bonita! – La dio un beso en una de sus vueltas por la casa vistiéndose.
- ¡Eres un auténtico desastre! Ven aquí. – Lo atrajo hacia ella y le abrochó el nudo de la corbata con la que Álvaro llevaba un buen rato peleándose.
- Lo sé. Pero tú, en cambio, ¡vas muy guapa! – A Jessica se le dispararon los colores de sus mejillas.
- Si te soy sincera, ¡nunca me había subido a unos tacones tan altos como estos!
- Pues deberías hacerlo más a menudo, ¡te sientan muy bien!
- Anda bobo, ¡déjate de peloteos y termina de vestirte y arreglarte! Que al final, llegarán estos y tú seguirás a medias.
- Lo que tú digas, señorita. – Se despidió con un último beso antes de meterse al baño a peinarse.

Las diez menos cuarto y Rocío aún a medias. Coordinación completa con Álvaro de una punta de Madrid a otra. Vestido corto, medias y tacones. Iba a dejar a media fiesta enana. Le daba igual. Rocío se gustaba subida a esos tacones. Unos últimos retoques de plancha a su pelo. Un poco de rimel y listo. Cogió el abrigo y el bolso de mano y salió de casa.

La fiesta estaba a rebosar de gente. Un local enorme. Vamos, una discoteca reservada sólo para Carlos e invitados esa noche entera. Focos por todos lados mezclados con alguna que otra anticuada bola de discoteca. Un DJ pinchaba todo tipo de música en su cabina a un lado de la discoteca. Una mesa al otro lado con todo tipo de bebida y unos baños al fondo. Al lado de los baños, en un sitio con algo de penumbra, dos personas se besaban apasionadamente. A Rocío no le hizo falta tener mucha agudeza visual. Claudia y Dani. Rocío entró en el local, le dejó sus cosas al muchacho que estaba encargado de recoger los bolsos y abrigos y se dirigió al centro, donde estaba David.

- ¡Hombre! ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo! – Él saludó con un abrazo fuerte.
- Me llamó ayer Carlos para decírmelo. Por cierto, hablando del cumpleañero, ¿le has visto?
- Ni idea. Le he visto cuando hemos venido con él al local pero ya le he perdido la pista. Pero por si buscas a Dani, está allí. – Él señaló hacia los baños.
- Ya he visto la estampa, ya… Bonito, ¿verdad?
- ¡Precioso! – Un buen uso de la ironía por parte de David.

Rocío se puso a buscar a Carlos con resultado nulo. Era su cumpleaños. ¿Dónde estaría? Sí que es verdad que con tanta gente, buscar a Carlos era como buscar a Wally. Se encontró con Jessica.

- ¡Jessica! – Dijo Rocío aliviada de encontrarse con alguien que conocía entre tanta cara desconocida.
- ¿Cómo estás?
- Buscando a Carlos, ¡parece haber desaparecido!
- Yo le he visto hace nada. Mira por la mesa de las bebidas. Por cierto, Dani y Claudia… ¿No habían roto?
- No hija, no. Yo no tengo tanta suerte. Volvieron para San Valentín.
- Esto sí que es una historia interminable.
- Me resultan tan pegajosos que hasta me empalagan. Es asqueroso.
- ¿Celos?
- ¿De qué? Dani es sólo mi mejor amigo.
- Ambas sabemos que no Rocío, que siempre has ido más allá con Dani.
- Para nada Jess. Es mi mejor amigo, ¿qué voy a querer?
- Hagamos recuento. A ver, tú siempre has sido de relaciones largas, y la más corta te ha durado un año. ¿Cuántas relaciones has tenido desde que conoces a Dani?
- Dos. ¿Por?
- ¿Y de cuanta duración?
- Cinco meses y ocho meses respectivamente.
- ¿Y quién dejó a quién?
- Yo a los dos.
- ¡Pues ahí tienes la solución!
- ¿Eh?
- No duras con ellos porque en tu cabeza está Dani.
- Ya, claro Jessica, seguro…
- Si no me crees, ya lo verás con más claridad con el tiempo…
- Ahora mismo ni me apetece pensar. Voy a beber y mañana Dios dirá. ¿Vienes?
- Paso. Me quedo aquí con Álvaro.
- Pues luego te veo. – Rocío se despidió de su amiga.

En la mesa había toda la bebida que cualquier persona humana pudiese imaginar. A Carlos esa fiesta debía de haberle salido bastante cara en cuanto a cuantía económica. Rocío cogió un vaso. Vodka y limón. Lo dicho, Rocío era una persona de costumbres. Tras un buen rato bailando y bebiendo, le dolían los oídos con el volumen de la música. Las escaleras de entrada al local tenían buena pinta y además, no se oía la música desde ahí. Tarde. La escalera estaba ocupada. Se sentó al lado igualmente.

- Llevo buscándote toda la noche. ¡Felicidades! – Rocío abrazó a Carlos con fuerza.
- Gracias.
- Eh, eso ha sonado muy seco. ¿Qué te pasa?
- ¿Tú ves esto con pinta de cumpleaños?
- ¿Te soy sincera? Sólo veo a parejas magreándose y a amigos tuyos que no he visto en mi vida tirarle los trastos a otras chicas que ni me suenan ni me sonarán. Claro, que yo tampoco estoy como para opinar. He bebido lo suficiente como para estar contenta y no demasiado como para llegar a la borrachera extrema.
- Eres una borracha, Rocío. Reconócelo.
- Es que estoy tan harta…
- ¿De qué?
- Dani ni me habla.
- ¿Por?
- Si lo supiera… Me habrá visto como quinientas veces en la pista bailando con David y ni me ha hablado, ni se ha acercado. En los sillones con Claudia, de magreo. Existen las casas, ¿sabes? No veo normal que hagan eso en un cumpleaños.
- ¿Y cómo es que llegas a estas conclusiones yendo contenta?
- Pues ni idea.
- Lo dicho, ¡borracha!
- Cállate. – Rocío le dio un codazo y Carlos rió.
- Te preocupa que Dani no te hable, ¿verdad?
- ¿En que lo has notado? ¡Si yo soy muy feliz! Sí, sí…
- ¡Eres tonta!
- Jo, gracias. Que amabilidad…
- Lo dicho. Oye, es mi cumpleaños. No te comas la cabeza por Dani, no merece la pena.
- Sabes que no puedo.
- ¿No puedes qué?
- Dejar de quererle.
- ¡Lo sabía!
- Carlos, como te vayas de la lengua eres hombre muerto. Eres consciente de ello, ¿verdad?
- Es que sois tan evidentes los dos…
- ¿Los dos? ¿Necesitas que te recuerde que está con Claudia?
- ¿Y de verdad crees que ahí hay amor?
- ¡Y yo que sé! No me importa nada esa relación…
- Ya.
- Pues eso, que como digas algo, morirás a mis manos.
- Pero, ¿con qué?
- Pues te empujaré con el disimulo que me caracteriza a las vías del metro y que sea lo que Dios quiera.
- ¡Eres una bruta! Mala persona. Pero te haces querer. – Carlos rodeó con su brazo los hombros de Rocío atrayéndola hacia él. Ella apoyó la cabeza sobre su hombro. El mareo iba descendiendo desde el rato que hacía que no bebía.

No creía lo que sus oídos habían escuchado. ¿Rocío le quería? Iba muy borracho, demasiado para su propio gusto. Probablemente esta parte de la noche mañana por la mañana sería borrada de su cabeza. Claudia estaba sentada en los sillones del final de la discoteca y bebiendo. Él la había dejado allí con la excusa de salir a tomar aire. Seguía apoyado en el marco de la puerta. Ni Rocío ni Carlos le veían. Le tenían a sus espaldas. Un momento. ¿Qué hacía Carlos en actitud cariñosa con Rocío? Espera. ¿Qué estaba sintiendo? ¿Celos? ¿Traición? Imposible. Dani le había contado a Carlos lo que sentía por Rocío. Era imposible que su eterno amigo Carlos le hiciese algo así. Sin embargo, la imagen que observaba entonces le hacía pensar todo lo contrario.

- Tío, me lo esperaba de cualquiera menos de ti. – Dani al fin articuló palabra. Al oír eso, Rocío y Carlos se dieron la vuelta.
- Eh Dani, ¡que no es lo que parece!
- ¿Que no lo es?
- No tío, para nada. ¿Tú sabes que noche esta pasando ella? – Señaló a Rocío. - ¿Sabes lo que es que su mejor amigo haya decidido no dirigirle la palabra porque estaba muy ocupado metiéndole mano a su novia?
- Eso no es así.
- Sí Dani, ¡si lo es! Me has visto bailando con David y no has tenido la decencia si quiera de saludarme. ¿Sabes? Llevas una racha en la que no te reconozco. ¿Qué narices te está haciendo ella? ¡Quiero recuperar a mi mejor amigo! Y esta noche, Carlos ha sido lo más parecido a un buen amigo que he tenido.
- Ella tiene nombre. – Claudia apareció por la puerta, detrás de Dani.
- Mira, encima tú no vengas a ver si la puedes liar un poco más, que ya suficiente le has hecho a la persona con la que sales, esa misma que creía conocer. Además, se está rifando un comentario desagradable y muy hiriente y tienes todas las papeletas para que te toque a ti precisamente.
- ¿Qué está pasando aquí? – Álvaro, Jessica, David y Blas aparecieron también por la puerta.
- Nada, que voy a desalojar ya el local y a decir que cierren. Suficiente fiesta hemos tenido por hoy.

Carlos fue a la mesa del DJ y le informó de que la fiesta se daba por acabada ya. El DJ cogió el micro y lo anunció. La gente fue desalojando el local. Cuando se había ido ya toda la gente, Álvaro, Blas, Carlos, Dani, David, Jessica, Claudia y Rocío se quedaron a hablar e intentar apaciguar las cosas.

- Dani, tú te vienes conmigo. Pasas la noche en casa y mañana te vas. No voy a dejar que te vayas en el estado en el que estás a tu casa solo, que lo que nos faltaba ya entonces. – Dijo Rocío.
- Dani se iba a venir a mi casa. – Replicó Claudia.
- Eh, que me da igual. No deja de ser mi mejor amigo y como para estas cosas estamos los amigos, no te preocupes que esta borrachera corre de mi cuenta. Además, guapa, suficientemente sobadita vas ya a casa. Que pareces la barandilla del metro. Te puedes ir ya. Ah, y mañana hazle un favor al mundo y no le llames. Necesita una buena sesión de desintoxicación de ese veneno que tienes. – Rocío se desahogó como en su vida había hecho.
- Madre mía. – Carlos sólo pudo articular eso tras irse Claudia.
- Rocío, ¿cómo os vais tú y Dani? – Preguntó Álvaro.
- Andando, ¡que remedio! Está este como para coger el coche… ¿Y vosotros?
- Blas y David se vienen a mi casa a dormir. Ahora viene un amigo a recogernos con el coche. – Explicó Carlos.
- Y Jessica y yo nos vamos andando. Vivo a veinte minutos de aquí. No es nada. Por cierto, Rocío, tened mucho cuidado. Que mira como va…
- Lo sé. Veremos mañana como se despierta…
- Amnésico perdido. Bueno, nosotros nos vamos. – Álvaro se despidió de Rocío con un beso en la frente y Jessica la dio un fuerte abrazo. Álvaro se quitó la americana, se la puso a Jessica sobre los hombros, la estrechó contra él con el brazo y bajaron la calle andando.

Le dolía la cabeza. Y no era por el alcohol. Lo paranoico que se ponía Dani yendo borracho era demasiado para su escasa paciencia. Llegaron, le llevó al cuarto de invitados y allí le dejó. Rocío fue a su habitación, se desvistió y se metió en la cama.

El sol entraba por la ventana y le daba de lleno en la cara. ¿Qué hora sería? Miró el despertador de su mesilla. Las dos menos cuarto. Sonó el timbre de la puerta. Se levantó. Cuando iba por el pasillo rumbo al salón, escuchó la voz de Dani dando las gracias a alguien y cerrando la puerta. Cuando al fin se asomó al salón, comprendió.

- Eh, ¡mira! – Dani señalaba a un cartón cuadrado que sostenía con la palma de una mano. – Es de cuatro quesos, tu favorita.
- Que me traigas mi pizza favorita no arregla nada.
- Lo siento. Mucho. – Dani se acercó a Rocío y la dio un lametazo en la mejilla.
- Daniel, ¡eres un auténtico cerdo! ¡Quita! – Rocío reía mientras se quitaba la saliva del moflete. – Además, el perdón se lo debes a Carlos, no a mí.
- Me cargue su fiesta, ¿verdad?
- Mentiría si dijese que no. No del todo, pero al menos un poquito sí que te la cargaste.
- Bueno, luego hablo con él. Por cierto, come que me tengo que ir.
- ¿Y esas prisas tan repentinas? ¡Que no vives tan lejos de aquí!
- He quedado.
- Uy, Daniel, ¿con quién?
- Perdería gracia si te lo dijera.

Las tres de la tarde. Claudia salía de su casa. Autobús hasta El Retiro. Ese era el trato, allí a las tres y veinte. Mientras iba en el bus, leía una y otra vez el whatsapp que Dani le había enviado. “A las tres y veinte frente al Retiro. Tenemos que hablar.” Se sentó a esperar. Y llegó él. Salía de la boca del metro. Guapísimo.

- Hola – Claudia lo fue a besar. Él la esquivó.
- Claudia, tenemos que hablar.
- Suena tan a película.
- Puede, pero debemos hacerlo.
- ¿Y ahora que ha pasado?
- Mira, hemos pasado unos meses geniales. Unas vacaciones en la nieve impresionantes, tus padres fueron encantadores conmigo en la cena de Navidad…
- ¿Entonces?
- Siento que si estoy contigo, no soy yo mismo. Rocío ayer tenía razón. Hace tiempo que no soy yo, que ni yo mismo me reconozco.
- ¿Y es mi culpa?
- No lo sé Claudia, no lo sé.
- Es que siento que la culpable de todo esto ha sido ella. Te ha absorbido el cerebro y piensas como ella. Está celosa Dani, ¿es qué no lo ves?
- Claudia, no estoy dispuesto a discutir. Y mucho menos a continuar con alguien como tú. Lo siento, pero lo dejo.
- Muy bien. Perfecto. No quiero volver a verte en mi vida. – Claudia le dio un bofetón en plena mejilla.

Dani apareció por la puerta de la casa de Rocío.

- La he dejado. Claudia es historia. – Dani sonreía, extraño.
- ¿En serio? – Rocío se levantó del sofá donde estaba sentada y se abalanzó sobre Dani. Él la cogió en brazos mientras ella le abrazaba fuertemente. – Oye, ¿y la mejilla roja?
- Simples heridas de guerra. – Dani sonreía mientras aspiraba el olor de la colonia de Rocío cuando ella le abrazaba. Y es que, hay ciertos lazos que ni la más cruel de las personas puede romper.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Capítulo 1


Una tarde de lluvia. Como odiaba Rocío la lluvia. Y más en una tarde de sábado. Tenía pensado acudir al cine pero se le chafó el plan. El ordenador portátil, un moño mal hecho, un pijama y unas zapatillas de andar por casa fueron el plan alternativo a aquel monótono sábado. ¿Y si llamaba a Jessica? Hacía una semana que no la veía y le apetecía pasar un rato con ella. Optó por llamarla.

- Dime bichejo. – Jessica cada día con un saludo diferente.
- Hola cara de culo. ¿Qué es de ti?
- Pues no me ha variado mucho la vida en una semana…
- Yo esperaba que sí. ¿Álvaro es un soso? Ya decía yo que...
- ¡Tú lo que eres es tonta! No, con Álvaro bien.
- Sin faltar, ¡que la tenemos! – Rocío rió. – No, era por si te querías venir a mi casa. Está lloviendo. Iba a ir al cine pero como que ya no con este tiempo. ¿Te hace una noche de chicas como cuando éramos pequeñas?
- Me encantaría pero no puedo.
- ¡Y será verdad eso de que tienes la agenda apretada! Maldita seas.
- Completamente en serio. Los padres de Álvaro celebran sus bodas de plata y él me ha invitado.
- ¡Eso es toda una presentación en sociedad!
- Cállate maldita, ¡que me muero de la vergüenza! ¿Conocer a sus padres? ¿Estamos locos o qué?
- Ey, ¡que tampoco es tan malo! Seguro que son majísimos.
- Eso me da igual. Me imponen respeto. ¿Qué pueden llegar a pensar de la novia de su hijo?
- Pues que eres su novia, inútil. ¿Qué te crees que iban a pensar? ¿Qué eres una violadora?
- ¿Y si piensan eso? – Jessica se reía sólo por imaginar dicha situación.
- ¡Que boba eres! Pues nada, violadora en potencia, voy a ver si a alguien le apetece disfrutar de mi compañía. Pásalo bien. Ya me contarás que tal ha ido.
- Prueba a llamar a alguno de estos, que creo que están en la misma situación que tú. Eso está hecho. Espero salir viva de la fiesta.
- ¡Exagerada que eres! Adiós. – Rocío colgó.

Llovía a cántaros en la calle. Un chubasquero negro era todo lo que le protegía de la lluvia. Estaba muriéndose de frío. Tenía ganas de llegar.

- Tenía que haber cogido el coche. Pero claro, como estaba chispeando no se me ocurrió nada mejor que coger el metro. – Ese era el pensamiento de Dani conforme avanzaba por las calles del centro de Madrid hasta llegar hasta casa de Rocío.

Agradeció que al menos el ascensor funcionase. Estaba ya acostumbrado a subir por las escaleras de los pisos donde él vivía. A fin de cuentas, tenía una comunidad de vecinos a la que le daba igual el estado del piso y por ello, llevaban más de dos meses sin ascensor. Pobre del que viviese en el quinto.

- Veo que recibiste mi whatsapp. – Rocío le dejó pasar. – Gracias por venir, en serio. Me estaría muriendo del asco en estas cuatro paredes de no ser por ti. Trae, dame ese abrigo que está empapado. ¡Debes estar muerto de frío!
- ¡Ya sé que no puedes vivir sin mí! – Le dio a Rocío su chubasquero y ella lo puso en una de las sillas del comedor para que se secase. Como siempre, olía a incienso. A Dani le encantaba ese olor. Su madre también quemaba incienso en su casa. Era como estar en su pueblo. Nostálgico pero a la vez, cargado de recuerdos bonitos.
- ¿Y Blas, Carlos y David?
- Han decidido ir a cenar al cuarenta café. Toda una propuesta suicida con la que está cayendo. Me lo propusieron antes de recibir tu whatsapp pero ni de broma iba a ir hasta el cuarenta café.
- Sin embargo hasta aquí sí que has venido.
- Tú eres caso aparte, tonta. Además, no te he vuelto a ver desde el día del concierto.
- Ya, he estado ocupada.
- ¿Con qué?
- La universidad. – Sentenció Rocío. Era cierto, la universidad la robaba un montón de su tiempo. La de distanciamientos con Dani que la había costado la universidad. Su primer año fue así, completamente aislada el mundo, estudiando. Ahora estaba mucho más relajada.
- ¡Eres toda una empollona!
- ¡Y tú cantas de pena!
- Oh, ¡eso ha sido un golpe bajo! Además, sabes que eso no es verdad, que yo canto como los ángeles. – Dani empezó a hacerla cosquillas.
- ¿Cómo los ángeles? ¿Y todos esos gallos que haces? ¿De dónde salen? – Rocío pronunciaba entre carcajadas por las cosquillas.
- ¿Y los discos vendidos?
- Todo retoque de estudio. Hasta yo canto mejor que tú, cacho de feo. ¡Y eso ya es decir! – A Rocío le empezaba a doler la tripa de reírse.
- Ya, ya… excusas. En realidad adoras mi voz. – La risa de Rocío debía de ser contagiosa, dado que Dani también reía de manera muy sonora.
- Eres lo peor.
- Ya, puede. Bueno, ¿Qué planes tienes para una tarde como esta?
- ¿Una de palomitas y película?
- A ver que moñada de película pones.
- Elige tú entonces.

Y así pasaron lo que empezó siendo una aburrida tarde de lluvia.

La mañana siguiente. Las ocho menos diez de la mañana. El móvil de Rocío no paraba de sonar. Se leía “Dani” claramente en la pantalla.

- Dani, más te vale que me despiertes para decirme que he ganado un millón de euros o te puedo matar. Pero, ¿tú has visto que horas son?
- Lo siento Rocío, pero necesito compartirlo con alguien.
- ¿Compartir el qué?
- Lo que me acaba de pasar.
- ¿Te ha tocado a ti el millón de euros y has decidido darme la mitad? Si no es nada de eso, no sé yo si escucharte.
- Imbécil. Es algo serio. Es Claudia.
- ¿Claudia? – Pronunció Rocío temerosa. Claudia, siempre Claudia. Era el monotema para Dani. Una pena que fuese tan dañina para él. Una pena también que Rocío se tuviese que callar opiniones sobre Claudia como esa. Puede que por poco tiempo.
- Sí, hemos discutido.
- ¿Y no puedes esperar al menos tres horas para contármelo? Me vienen muy bien tres horas más de sueño.
- Es que acaba de pasar.
- ¿Te llama a horas como estas? Ah, que guay es, me asombra. – Ironizó Rocío.
- Me ha llamado y hemos discutido. Creo que iba borracha.
- Dani, ¿de verdad te compensa una persona así en tu vida?
- ¿Qué insinúas, Rocío?
- Nada. – Ese nada sonó a mucho.
- ¿Nada? ¿Estás segura? Porque a mí no me ha sonado a que no tengas nada que decirme.
- Mira Dani, ya has discutido con Claudia. ¿Quieres más discusión? Porque no estoy dispuesta a ponerme a discutir a estas horas, no sé como lo verás.
- De verdad, tener amigos para esto…
- Dani, ¿qué quieres que te diga? ¿Qué quieres que te aconseje? Dime que es lo que quieres que te diga, que te apetece oír a estas horas y te lo diré. Pero no quieras que opine sobre algo que ni apruebo ni me gusta.
- ¿Esa es la opinión que tienes sobre mi relación con Claudia?
- Sí. – Una buena ración de sinceridad por parte de Rocío.
- Oh genial, mi mejor amiga ocultándome cosas. Esto va de mal en peor.
- Dani, ya te he dicho que no me apetece discutir. Si me lo callé era para no hacerte daño. Es obvio que se te cae la baba por Claudia. ¿Qué pinto yo dándote mi opinión?
- Pues quería una opinión sincera de una persona importante para mí. Pero no, siempre es mejor callarse las cosas.
- ¿Prefieres que te diga que Claudia es una fresca? ¿Qué te quiere por la fama que estás adquiriendo con Auryn? ¿Qué no te merece? ¿De verdad quieres que te diga todo eso? Pues ahí lo tienes. ¿He sido suficiente sincera? ¿Te has quedado ya satisfecho o quieres que continúe? Porque tengo armamento para rato…
- Genial Rocío, genial. Te has lucido.
- ¿Lucirme? Para nada, me pediste una opinión. Bien, ahí la tienes. ¿Ves como era mejor que me quedase calladita?
- Sí, era mejor que te quedases callada.
- Pues piénsatelo mejor antes de pedirme una opinión. Y ahora, si no te importa, continúo durmiendo, porque como según tú es un “tener amigos para esto”, veo que ya pinto poco en esta conversación.
- Pero Rocío... – A Dani no le dio tiempo a acabar, Rocío había colgado antes.

Mentira. Pintaba mucho en esa conversación, pero era mejor darla por finalizada antes de que la cosa fuese a peor. Rocío ya no podía dormir. Maldito Dani, siempre liándola. Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. Pronto, muy pronto. Daba igual, desayunaría de todas maneras, ya sabía que no iba a poder volver a conciliar el sueño. Lo mismo de siempre. Café y una tostada con aceite. Rocío era una persona de costumbres.

La misma mañana. Jessica amanecía en una cama que no era la suya. Y en una casa que tampoco era la suya. La de los padres de Álvaro. ¡Que diferente era esa habitación a la de su piso en Madrid! Paredes verdes, con lo que Jessica le gustaba ese color. Ahora comprendía porque a Álvaro le gustaba tanto su casa allí. Daba gusto despertar en ese ambiente. Con una persona tras ella. Esa barba, esos ojos verdes. De un verde más profundo que las paredes de la habitación en la que se encontraban. Inconfundible. Álvaro amanecía a su lado. Increíble lo que le quería.

Se vistió, se despidió de él y se fue. Alcalá de Henares. Completamente desconocido. El plan era sencillo: Renfe hasta Atocha y allí, metro hasta su casa. Tuvo suerte de no perderse. Aquello era enorme. Una vez subida a la Renfe, una llamada rápida a Rocío para contarle la velada de la noche anterior no estaría nada mal.

- Hola. – Rocío precisamente feliz no sonaba.
- ¿Cómo estás?
- Flipando con la vida en general.
- ¿Y eso?
- Dani no es que sea una persona cabezota, es que supera a la persona más tozuda de este mundo.
- A ver, ahora que ha pasado.
- Me viene pidiendo consejo con Claudia y pretende que se lo dé encantada de la vida.
- ¿Consejo con Claudia?
- Sí, la muy... simpática le ha llamado esta mañana borracha y han discutido. Todo amor la muchacha, sí sí…
- ¡Que maja que es! – Jessica continuó con el uso de la ironía.
- Pues ya ves. Y claro, como no, ¡he salido tarifando yo con Dani!
- ¿Qué le has dicho?
- Todo lo que pensaba sobre Claudia.
- ¡Que bestia que eres!
- ¿Y que esperaba?
- Rocío, esperaba un buen consejo de su mejor amiga.
- Pues se va a quedar con las ganas. Es que, si no me gusta su relación con Claudia, no le voy a decir que me parece estupendo todo, ¿no? Bueno, en cualquier caso, da igual. El daño está hecho ya. Cuéntame que tal anoche. ¿Cómo lo pasasteis?
- Oh Dios Rocío, genial. Sus padres son amor, en serio.
- Espera, espera, llega el momento en el que entono lo que yo mucho digo y tanto tú odias: te lo dije.
- Eres estúpida.
- Me amas. Bueno, continúa con la historia, Julieta.
- Pues nada, estuvimos en la fiesta. La verdad es que hice muy buenas migas con su hermana que es majísima y que me trató como si fuese de su propia familia. Y poco más, la fiesta fue muy íntima y familiar. Como acabó muy tarde la cosa, sus padres nos ofrecieron quedarnos a su casa a dormir. El cuarto está intacto desde que Álvaro lo dejó, ¿sabes? Y encima con las paredes verdes. ¿Y tu qué? ¿Encontraste a alguien que disfrutase de tu compañía?
- Pues ciertamente fue Dani el que vino.
- ¿Y el resto de los chicos?
- Dice que fueron a cenar al cuarenta café.
- Misión suicida, ¿no?
- Completamente. Y pues nosotros no hicimos gran cosa. Película y palomitas.
- Vaya par de chapados a la antigua.
- Lo peor de todo es que lo sé. Por cierto, Jessica, ¿crees que debería pedirle perdón a Dani?
- Eso no es cosa mía, depende de ti.
- Es que, ambos hemos tenido la misma culpa. Pero claro, como somos una panda de orgullosos.
- Ahí le has dado.
- Creo que me pasaré a por chocolate e iré hasta su casa. No me he comportado como una amiga. No he estado cuando él me necesitaba. Menuda amiga estoy hecha…
- Tampoco será tan malo, Rocío. Ve, pediros perdón y punto. Sencillo y práctico.
- Jessica la de las mil soluciones.
- Correcto. Bueno, te dejo que estoy llegando ya a Atocha. Según llegue a casa, me voy a echar la siesta de mi vida y a estudiar que se me avecina un examen.
- Pues nada. Suerte y pasa buena tarde. Ya hablamos. ¡Te quiero!
- Y yo a ti, tonta.

Una tableta de chocolate blanco con galleta. El favorito de Dani sin duda alguna. Como le conocía Rocío, estaba claro que ese chocolate era su debilidad. Estaba envuelta en un papel con un lacito. Toda una tontería de detalle. Detalle que sabría que le encantaría a Dani. El mismo trayecto de siempre en metro hasta llegar a su casa.  ¿Qué maldito día se sacaría el carnet del coche?

El portal abierto. Todo un acierto. Mayor sería la sorpresa. Subió hasta ese dichoso tercero y llamó al timbre. Él le abrió. Un aspecto deplorable. Ojos rojos e hinchados. ¿Qué había pasado desde apenas una horas que había hablado con él?

- ¿Qué haces aquí? – Dani se sorprendió de verla.
- Actuar como una amiga.
- ¿Ahora?
- Sí, ahora. Mejor tarde que nunca. Lo siento muchísimo Dani, de veras.  
- No, si da igual. Pasa. – La dejó pasar.
- Toma, esto es para ti. – Le dio la tableta de chocolate envuelta. – Yo que tú, si no te la vas a comer ahora, la metería en la nevera.
- Gracias, de verdad. – La dio un abrazo.
- Eso es lo de menos. Y ahora, ¿qué te pasa? Sé que has llorado, eso es innegable.
- Claudia de nuevo. Ya que sé todo lo que piensas sobre ella, no quiero llenarte la cabeza con mis tonterías.
- ¿Tú eres tonto o te lo haces? Estoy aquí para eso. A ver, ¿qué te ha hecho ahora?
- Me ha dejado. – Dani volvió a romper a llorar. Extraño. Dani no era una persona que llorara mucho y menos por cosas como esas. Había tenido novias para aburrir. Muchas de ellas conocidas por Rocío y nunca había llorado por una ruptura. Y tuvo que ir a llorar justamente con la peor de sus relaciones. Claudia, la maldita de Claudia. Parecía que no sabía dar más que problemas.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Prólogo


- Al fin Jueves. – Es lo primero que pensó Rocío cuando apenas quedaban segundos para dar su última clase por finalizada.

Las dos y media exactas en el reloj de la universidad. La campana sonó. Sí, al fin jueves, adiós clases hasta el lunes. Recogió sus cosas, las metió al bolso y se lo colgó en el hombro. Salió de la universidad con toda la rapidez que pudo y se introdujo en el metro. Hacía frío. Se notaba que era enero. Diez paradas, tan sólo diez paradas de metro hasta llegar a su casa.

Llegó media hora después. Abrió el portal. Ascensor hasta el segundo piso. Introdució la llave en la puerta de su casa y la abrió. Olía a incienso, al que ella había dejado encendido esa mañana antes de salir de casa. Dejó su bolso en la mesa del comedor y metió la comida en el microondas. Sacó el móvil del bolso mientras la comida giraba en el microondas. Decidió llamar a Jessica.

- ¿Sí? – Jessica sonaba contenta.
- ¿Cómo estás?
- Bien, ¿y tú?
- Estresada. Iba a salir una hora antes de la universidad para que me diese tiempo a todo, pero tenía que entregar un trabajo y al final me he tenido que quedar.
- No pasa nada, tenemos tiempo.
- Eso te iba a decir, ¿a qué hora quedamos al final?
- ¿En un par de horas?
- Vale, son las tres y cuarto, ¿a las cinco y media en la Plaza de Callao?
- Frente a los cines, como siempre.
- De acuerdo. Ahora llamaré a Daniel, a ver si está en su casa y paso a recoger las entradas.
- He quedado esta mañana con Álvaro. – Jessica soltó el bombazo.
- ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¡Ah! ¿Y qué ha pasado?
- Eh, ¡una por una! Pues esta mañana no tenía planes, él tampoco y me abrió por whatsapp. Me dijo que si le acompañaba con los chicos a la radio y que después me invitaba a comer.
- O sea, que has llegado a casa hace nada.
- Estoy llegando ahora.
- Maldita seas, ¿y ahora me lo cuentas?
- Estabas en clase. Bueno, luego de camino al concierto, prometo contártelo todo.
- Me parece bien. De todas maneras, se lo sonsacaré a Dani y lo sabes.
- ¡No seas ansiosa!
- Está bien. Bueno, luego nos vemos, que voy a comer y a ver si me acerco a casa de Dani.
- Vale, adiós. ¡Luego nos vemos!
- Hasta luego.

Justo cuando colgó, sonó el microondas. Daba igual. Marcó el número de Daniel.

- Hombre, ¡Cuánto tiempo sin saber de ti! – Dani se alegraba de que su amiga le llamara, al parecer.
- Daniel, hace tres días que te vi…
- Cállate, mala persona. ¿Ahora que quieres?
- ¿Recuerdas que tienes mis entradas para el concierto que dais tú y el resto de Auryn esta noche?
- Es cierto.
- ¿Estás en tu casa?
- Estoy, estoy. Pero están los demás.
- ¿Y? Como si no les conociese ya o algo. ¿Te importa si me paso en una hora por tu casa a recoger las entradas y a pagártelas?
- De acuerdo, pero date prisa, que en una hora y media o así, nosotros nos vamos a la prueba de sonido.
- Vale, en un rato me paso. Hasta luego caraculo.
- Adiós tonta.

Tres cuartos de hora después, Rocío estaba en el metro de camino a casa de Dani. Era curioso, pasaba más tiempo en el metro que en cualquier otro sitio.
Dani vivía relativamente cerca de ella. Apenas un cuarto de hora en metro les separaba. Rocío medía las distancias de un sitio a otro por el tiempo que se pasaba en el metro. Dani vivía en pleno centro de Madrid, en una de las callejuelas de Callao. Ella, en cambio, vivía un poco más alejada.

Llegó. Pulsó el telefonillo. Le abrieron y subió. Un tercer piso. Ascensor roto. Rocío maldecía a Dani por momentos. Subió por las escaleras hasta dicho piso y le vio allí en la puerta, sonriente.

- ¡Hola! – Él la abrazó.
- Dani, ¿eres consciente de que tampoco hace tanto que no nos vemos?
- ¿Y? ¡Te he echado de menos! – Era increíble el cariño que se tenían el uno al otro. Era normal, se conocían hace dos años. Él iba a su clase cuando estaban haciendo segundo de bachillerato e hicieron muy buenas migas. Tantas que, cuando él acabó bachillerato y comenzó con el grupo, ella estuvo ahí para apoyarle. Ambos habían estado en los malos momentos del otro.
- ¡Pero mira quien está por aquí! - Exclamó David. - ¿Cómo estás?
- Pues aquí, que he venido a recoger las entradas para vuestro concierto de esta noche, que se las encargué a Dani para que pasase a recogerlas y pagarlas.
- ¿Y Jessica? – Nada más ver a Rocío, fue lo primero que preguntó Álvaro.
- ¡Pero si hace nada que la has visto! ¡Anda que saludas! – Rocío le dio dos besos. – Pues llegando a su casa cuando la he llamado. Me ha dicho que se iba a ir a dormir un poco, que esta mañana se ha pegado el madrugón para ir con vosotros a la radio, que se cambiaba y hemos quedado en la Plaza de Callao a las cinco y media. Por cierto, ¿qué tal la comida?
- Bien, ha estado bien. – Álvaro sonrió extrañamente. Para haber ido bien, estaba más sonriente que de costumbre.
- Tarde o temprano sabré todo, lo sabes, ¿no? – Saludó a todos los demás. – Bueno Dani, tengo prisa, que me tengo que ir a casa a cambiarme, volver hasta aquí para quedar con Jessica e irnos hasta el teatro, que está como a media hora. No tengo tiempo, dame las entradas, anda.
- Voy. – Dani abrió una cajita que había sobre su mesa del salón y sacó el par de entradas.
- ¡Genial! Tercera fila, nada mal. – Sonrió Rocío. – Dime cuanto te debo.
- No me des nada, anda. A este, invito yo.
- Ay, ¡si es que tengo un amigo que no me lo merezco! – Rocío le abrazó de nuevo.
- Pero me debes una cena.
- Uy, ¡eso es chantaje! Está bien, mañana te invito a cenar, anda.
- Me parece perfecto.
- Bueno, chicos, me tengo que ir. ¡Luego os veo a todos!
- Adiós. – Se despidieron ellos casi al unísono.

La alarma del móvil de Jessica sonó. Las cuatro y media. ¿Cuánto había dormido? Apenas una hora tras llegar de su comida con Álvaro. Daba igual el sueño que tuviese, la comida había merecido muchísimo la pena. Se mentalizó. Una hora para estar en Callao con Rocío. Le daba hasta pereza. ¿Tendría ya ella las entradas? Supuso que sí, que habría ido hasta casa de Dani.

Se levantó del sofá y fue hasta su habitación. Abrió el armario. El eterno dilema: ¿Qué se iba a poner? Luego resultó sencillo. Unos vaqueros pitillo, un jersey con el hombro caído y unas botas. Simple y cómodo. Se vistió en silencio. Lo necesitaba. Jessica no era persona recién levantada de la siesta o por la mañana. Se dirigió al baño. Un poco de maquillaje para ocultar unas pequeñas ojeras que denotaba que esa noche había dormido relativamente poco y un poco de raya en el ojo. Dos horquillas en la parte de atrás del pelo que dividían su flequillo largo en dos partes. Ya estaba. La cuenta atrás empezaba: Media hora. El tiempo exacto hasta llegar al centro. Se colgó el bolso, cogió las llaves y el abrigo y salió de casa.

- Eres una tardona. – Rocío regañaba a Jessica por teléfono.
- Cállate pesada, ¡que en dos minutos estoy allí que me queda una parada!
- Vale, venga, te espero.

Dos minutos después, Jessica salía de la boca de metro. Quizá por instinto, por costumbre o porque realmente necesitaba verla ya, Rocío la abrazó.

- Me vas a ahogar, tonta. – Jessica reía.
- ¡Pues te jorobas! Te he echado de menos.
- Y yo a ti, pelo naranja.
- ¿Ya empezamos?
- Es que mola llamarte así. ¿Tienes ya las entradas?
- Sí. He ido esta tarde a por ellas a casa de Dani. Son un regalo, no se las he tenido que pagar. Tercera fila, ni más ni menos.
- ¡No está nada mal!
- Por cierto, ¿a qué no sabes qué?
- Adelante, asómbrame.
- Estaban todos los chicos allí.
- Ah, ¿sí? ¿Y qué tal están?
- Bien. Pero eso es lo de menos, la clave es Álvaro.
- ¿Qué pasa con Álvaro? – Jessica preguntó extrañada.
- Me ha preguntado por ti según me ha visto. ¡Ni un triste saludo ni nada! Yo no digo nada, pero aquí hay tema.
- ¡Cállate inútil! – Jessica la dio un codazo.
- ¿Qué tal la comida de hoy?
- Me ha llevado a un restaurante de pasta y pizza.
- No ha estado mal entonces, ¿no?
- Muy correcto todo, sí.
- Jessica, me dejas muy intrigada con todo esto. ¿Ha pasado algo?
- Casi.
- ¿Cómo que casi?
- A ver, al despedirnos, casi me besa. Pero claro, ya está mi madre, que me llama poco y me tiene que llamar justamente en momentos como ese. ¡Maldita sea!
- Ahora me cuadra todo.
- ¿Eh?
- Álvaro hoy estaba muy feliz cuando le he hablado de ti.
- ¿En serio?
- No, de broma. ¡Pues claro! No te preocupes, no ha llegado hoy el beso. Ya llegará.

Llegaron a la sala del concierto. Entraron con el resto de las fans. Era indudable que la mayoría las reconocían. A Rocío por las fotos que subía con ella Dani al twitter cuando quedaban y a Jessica de cuando se encontraban a Álvaro o a alguno de los chicos por el centro con ella. Bajaron las escaleras hasta abajo y se metieron por uno de los lados del escenario.

- ¿Qué haces? ¿Tú estás loca? – Jessica andaba desconcertada por completo.
- Carlos me dijo que hiciese esto, tú cállate.

Llegaron hasta el backstage. Allí estaban ellos, dando los últimos retoques a su vestuario. No estaban solos, también estaba ella. Claudia. La novia de Dani. Por supuesto que Rocío la conocía pero que la cayese bien ya era otra cosa. Pero siempre debía comportarse por Dani, más que nada. Era la mejor amiga de Dani y por tanto lo que opinase de Claudia se lo guardaba para ella.

- ¡Jessica! – Álvaro la abrazó al verla.
- ¡Cuánto tiempo! – Jessica bromeaba.
- ¡Ya ves! – Él siguió la broma. – Ya me ha contado Rocío. Tercera fila, ¿no? ¡Genial! Te buscaré entre el público, que lo sepas.
- Eh no, no hagas eso, que muero de la vergüenza. Por cierto, la he traído. – Jessica sacó su cámara. Su nueva réflex. Fue amor a primera vista según Jessica la vio en aquel escaparate. Y encima hacía unas fotos buenísimas.
- Genial. Yo luego doy buen uso a las fotos. – Sonrió. – Bueno chicas, vamos a salir ya a cantar. ¡Espero que os guste!
- Por cierto, ¡Rocío! – Chilló Dani, que tenía a Claudia agarrada por la cintura.
- Que no me chilles, que me tienes a cinco metros. ¿Qué quieres?
- Luego vamos a cenar algo al centro, ¿os venís?
- ¿Jessica? – Fue instintivo, según Dani formuló la pregunta, Rocío miró a Jessica.
- A mi no me da tiempo. Tengo que coger el metro hasta casa. Si quieres quedarte tú, Rocío…
- Que va, yo tengo el mismo problema que tú. Además, mañana tengo que madrugar. ¡No me queráis liar que ya nos conocemos! Que la cosa empieza por la cena y sin quererlo, ¡acabamos Jessica y yo de fiesta con vosotros!
- Pues nada, vosotras os lo perdéis. Esperaros cuando acabe el concierto, que tenemos el meet y después, os despedimos, anda. – David sacó la lengua.

Salieron del backstage. Claudia por un lado y Jessica y Rocío por otro.

- ¿La has visto? – Dijo Jessica.
- Como para no verla, sigue igual de… fresca.
- ¿Pero tan mal te cae?
- No es porque esté con Dani, eso es lo de menos para mí. Ya sabes que yo me alegro mucho porque Dani la quiere un montón pero me parece lo peor como persona. Apareció en la vida de Dani justo cuando el grupo comenzó a tener éxito. Extraño, ¿no?
- Curioso, sí. ¿Y se lo has comentado a Dani? Bueno, déjala, ella será feliz así. Ya actuaremos el día en que veamos que puede llegar a hacer daño a Dani.
- No, paso de comentárselo, no quiero crearle dudas respecto a ella ni nada por el estilo. Es su relación, él sabrá. Anda, vamos a nuestras butacas que veo que nos quitan el sitio.

El concierto estuvo genial, como la inmensa mayoría de los que daban. Y las fans parecían satisfechas. Según terminó el concierto, comenzó el meet. Jessica y Rocío fueron fuera a esperar a que los chicos saliesen. Estuvieron hablando con unas chicas que las conocían de twitter y poco más. Los chicos salieron al rato. Llegó la despedida.

- Pues nada, nos vamos a casa. Ha estado realmente bien. – Dijo Rocío.
- No es para menos. ¡Te he conseguido unas entradas de primera! – Dani presumía.
- Anda bobo. – Ella le abrazó y le dio un beso en la mejilla. – Bueno, yo me voy a casa ya, que llevo desde bien pronto despierta y tengo ganas de dormir. No desfaséis mucho, ¿eh? ¡Que nos conocemos!
- Tranquila que no, que nosotros controlamos. – Dijo Álvaro.
- ¡Como para fiarnos de ti! – Jessica le dio un codazo.
- Eh, sabes que sí. – Se rió. – Bueno, a ver si vas a perder el metro, que a estas horas pasa cada mucho rato. Cuando llegues a casa, envíame un tweet o algo. ¿De acuerdo?
- Está bien. – Sonrió Jessica.

Ambas se dirigieron al metro. Cada una para su línea. Se despidieron con un abrazo y un “nos vemos pronto”.

Jessica iba sentada en el metro cuando su móvil sonó. Era un whatsapp. Y de Álvaro, más extraño aún. ¿Qué querría si ya se lo había dicho todo antes de despedirse? Su sorpresa fue en aumento cuando abrió dicho whatsapp. Un “Jessica, te quiero” brillaba en la pantalla del móvil. Desde entonces, las mariposas en el estómago de Jessica cobraron sentido.